La ciudadanía por sobre los políticos para la construcción social
La psicoanalista Alexandra Kohan plantea lo siguiente: "A mí un poco me molesta que para combatir ciertos discursos absolutos (la vuelta a la presencialidad de la universidad, por ejemplo) se pongan otros discursos absolutos.
Termina siendo imposible pensar si no se pueden introducir matices. Así con todo. Es agobiante. Lo mismo con la angustia y la pandemia. No hay lugar para ningún padecimiento porque eso te hace oposición al gobierno. Lamento que se obliguen a tanto".
Efectivamente, lo que describe Kohan se puede extrapolar a múltiples ámbitos del escenario sociopolítico y económico nacional. Argentina está atravesando un momento donde la sociedad civil, en términos de opinión pública y participación política, está quebrada.
Si bien es cierto que en todo régimen democrático las diferencias son bienvenidas, es difícil configurar un proyecto republicano sustentable y robusto si los administradores del Estado y los ciudadanos no poseen la capacidad ni la voluntad de construir a partir del disenso. Al respecto de este asunto, debe quedar clara una cuestión: en ningún régimen político existe la posibilidad de consensuar socialmente en todos los temas. Sostener esto es utópico. La realidad histórica en todos los Estados modernos indica que las diferencias abarcan mucho espacio del plano político. En este sentido, es que se torna clave la capacidad de las sociedades para construir desde la diversidad de ideas y desde la voluntad de incluir, a la hora de brindar soluciones y respuestas, a aquellos pensamientos del otro que a priori pueden parecer ajenos y lejanos a nuestras posturas.
La política es conflicto, es verdad. Pero extremar este postulado es caminar hacia un callejón sin salida. Para evitar esta cuestión, es importante comprender que la política también es transformar la realidad social para mejor. Y si hablamos de sociedad, debemos pensar en la variedad de pensamientos e ideales que se establecen en ella. Es imposible proyectar un régimen social democrático si no consideramos a la pluralidad como un eje fundamental.
Pareciera ser que en la medida que surgen temáticas a discutir socialmente en la arena de la opinión pública, los matices se omiten y las diferencias se vuelven irresolubles. Por un lado, este escenario favorece a la corporación política. A ella le conviene una sociedad civil rota y desunida. "Divide y reinarás" dice el refrán popular. Por otra parte, la emancipación va de la mano de la conflictividad. Si en este contexto no respetamos la mirada del otro, resolver los conflictos se torna imposible y lograr la emancipación un irrealizable. Así la ciudadanía cae en la falsedad que ésta sólo se consigue a partir de los funcionarios públicos. Es decir, aquellos burócratas que están más sumergidos en sus propios asuntos legales y económicos que en la realidad de las personas. A su vez, desde esa engañosa posición prometen emancipar a una sociedad que ni siquiera conocen.
Matices, construcción desde las diferencias y pluralidad son pilares claves para una sociedad democrática. Más que depender de los políticos, esto debe comenzar a proyectarse desde las bases republicanas, desde la propia ciudadanía.
Julián Lazo Stegeman