La corporación política como parte del problema
La casta política nacional continúa fracasando. Día a día, índice a índice, dato a dato sigue exhibiendo su clara ineficacia a la hora de utilizar la administración del Estado como una herramienta para transformar y mejorar la realidad de las personas.
Desde el 2009 las estadísticas públicas y privadas muestran como la economía de nuestro país se cae a pedazos. Sin embargo, la corporación de administradores de la cosa pública parece no verse interpelada por esta situación.
La noticia de las cifras arrojadas por el INDEC en la última semana genera bronca y malestar por parte de la ciudadanía para con los políticos que, a esta altura, ya deberían haber tomado cartas en el asunto para solucionar los problemas que estos números exponen. Como ya mencioné, el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina publicó en los últimos días los indicadores de pobreza del segundo semestre del año pasado. Lo que se exhibe es gravísimo e inaceptable. El 42% de la población se encuentra debajo de la línea de pobreza. A su vez, 10,5% en situación de indigencia. Asimismo, el 57,7% de los chicos de hasta 14 años no llega a cubrir la canasta básica. Por otra parte, en el segundo semestre del 2020 el ingreso total familiar promedio de los hogares pobres fue de $29.567 y la brecha entre ingresos promedio y línea de pobreza fue del 41,8%, lo cual es aún más grave si tomamos en consideración que este valor que sube, como cuenta el periodista especializado en economía Esteban Rafele, por quinto semestre seguido. Finalmente pero para nada menor, son las durísimas estadísticas alrededor de la niñez y la juventud: el 57,7% de los chicos de hasta 14 años son pobres y el 15,7% indigentes. La tasa de pobreza entre los jóvenes de hasta 29 años es de casi 49,2%. Es decir, que no sólo muchos integrantes de las jóvenes generaciones de la actualidad se encuentran postergadas sino que, además, el futuro de las próximas generaciones está a la deriva.
Como si todo este lamentable escenario no fuese suficiente, lo que no comprenden los funcionarios es que al no estar a la altura de las circunstancias, están hipotecando la credibilidad en la actividad política. Muchas veces, está situación desencadena el rechazo hacia la participación o involucramiento político de parte de la ciudadanía. Entonces, esto nos lleva a pensar, ¿se puede pensar en una república robusta sin la contribución ciudadana? Lo cierto es que no. Es decir, entonces, que la ineficiencia de nuestros representantes a la hora de resolver los problemas de la gente desgastan los pilares fundamentales del sistema republicano.
En fin, son tiempos difíciles para Argentina y el mundo. Se necesitan políticos que construyan soluciones y no se posicionen como parte del problema.
Julián Lazo Stegeman