Sus próximos eventos y un recorrido por su carrera
“La música se contagia”: Román Cosso, entre los escenarios y el aula
Este próximo fin de semana, Román Cosso se presenta en el 2do Festival de la Canción Latinoamericana en Gualeguay, junto a Gera Falcone. En esta charla, repasa su participación en la Fiesta de la Playa de Río en Concepción del Uruguay, su camino como músico autodidacta, y su compromiso como docente: “Mi escenario es el aula”.
—¿Qué actividad tenés este fin de semana?
—El 12 de abril se hace el Segundo Festival de la Canción Latinoamericana, en el
Museo Quirós, en la Casa de la Cultura. El año pasado fue en Liebre de Marzo, pero
esta vez se repite ahí. Lo organiza Claudio Abraham, con apoyo de una productora
llamada Semillas. Me encontré con Claudio en un pasillo de una escuela, y ahí surgió
la invitación.
—¿Con quién vas a tocar?
—Sí, voy con Gera Falcone. A mí me habían invitado primero, y le propuse tocar
juntos porque hace rato teníamos ganas los dos. Es un tipo muy versátil con lo que
sea que toques te acompaña siempre.
—¿Qué vas a tocar, canciones porpias?
—Sí, mis canciones y algunas otras. Cosas de la vieja y nueva trova. Fandermole, por
ejemplo. Voy con guitarra. Tal vez en alguna parte me sume con el violín para
acompañar a otros músicos. Me habían invitado como violinista en un principio.
— Hablemos de la grilla
—Además de nosotros, va un grupo llamado Aleatoria, que empezó como dúo y ahora
es un trío, donde toca el mismo Claudio. También va Pablo Vargas, guitarrista de
Peteco Carabajal. No los conozco a todos todavía, pero es una buena oportunidad
para encontrarnos. Seguramente haya sorpresas y ahí quizás entre con el violín.
—¿Cómo arrancaste con esta pasión?
—Empecé como autodidacta a los 15. Llegó una guitarra a casa, que era de una novia
de mi hermano, y empecé a experimentar, a mandarle dedos. Voy por el lado del rock.
Después, un amigo tenía un disco de Cacho Tirao en casa, vinilo con bandeja y todo.
Adios Nonino sale, y estuve como un mes rebobinando mil veces hasta sacarla. No
había internet. Me enamoré de la guitarra. Después estudié con el Japo, con Juan
Martín Caraballo. Y empecé a tocar en vivo gracias a La Candela que fue un lugar
increíble acá en Gualeguay donde conocí al Negro Aguirre, a Quique Sinesi, a Juan
Falú, imagínate el nivel que había.
- Y ahí llegan los temas propios
-Sí, empecé a tener un repertorio, de la mano de Raúl Ponce también. Me gusta
mucho nombrar a la gente de acá. Arranco con mis temas y buscando una temática
conecto con el medioambiente. Por ese lado fui, buscando especies de acá.
Chamarrita, Milonga, Huella, metiéndole cositas armónicas y rítmicas.
- ¿Y cuándo entra el violín?
- Escuchando también. Un disco que sacó Ernesto Méndez, que lo conocí acá en el Club Social cuando se hacía Guitarras del Mundo en Gualeguay. Viene Ernesto Méndez, lo conozco, y me atrajo ese tipo de música. Investigo y encuentro un disco
que graba con Ramiro Gallo, violinista de tango. Hace poco le mandé un mensaje a
Ramiro y se emocionó con lo que le dije. Le contaba que ahora doy clases. Porque él
en una entrevista decía: ¿‘para qué tanto desvelo, tanto estudio, tendrá algún valor’? Y
yo le mando un mensaje y le digo: ‘si valdrá la pena que yo escuché un tema nomás y
conecté con el violín’. Y es algo que me desvela bastante a mí también.
—Te tengo que llevar a otra fecha: estuviste tocando en la Fiesta de la Playa de Río,
en Concepción del Uruguay. No lo promocionaste mucho, pero fue un evento muy
grande.
—Una experiencia muy buena. Nunca había ido a esa fiesta. Me sorprendió el nivel,
todo muy bien organizado. Diría que el ochenta por ciento de los músicos eran locales,
de Concepción y alrededores. Muy buenas bandas. A mí me invitó Mauri, de la banda
Imaginaria. Yo los venía siguiendo desde hace años. Vinieron a tocar a Gualeguay en
los 90, al club BH. Esa noche tocaron Habeas Corpus también, con gente de acá:
Juan Martín Caraballo, Laura Balzer, Claudio Abraham...
—¿Vos fuiste como espectador aquella vez?
—Sí, como espectador. Yo andaba en la música, autodidacta. Empecé a tocar por mi
cuenta. Muy fanático de Los Redondos. Me flasheó verlos tocar en vivo en aquel
momento, y después de tantos años, encontrarme con ellos fue emocionante. Le conté
a Mauri que los había visto en los 90, y se me puso la piel de gallina.
—¿Y cómo fue tocar con ellos en esta fiesta?
—Fue hermoso. Nos reencontramos el año pasado en un evento en Paso de Alonso,
el ritual de la Luna Llena, donde vengo tocando hace unos años, y me invitaron a la
Fiesta de la Playa. No había tocado nunca para tanta gente. Fue un desafío, además
del palo rock, que no es donde más me muevo. Pero me sentí muy bien recibido.
Mucho respeto. Me hicieron sentir cómodo.
—¿Cómo es salir ante semejante multitud al escenario?
—Había gente manejando el sonido que me conocía del palo del folclore, como Guille
Lugrín y se sorprendieron. Justo antes de salir a tocar, se me cortó una cuerda del
violín. La primera. Y el violín no tiene trastes, todo es de oído y memoria. Pero
me mandé igual. Antes de salir veía a los plomos de Turf y tenían siete guitarras.
Impresionante el nivel. Y yo tenía otro violín en el baúl y no lo bajé. Le puse el cuerpo,
nomás.
—Y el público, ¿cómo reaccionó?
—Muy bien. Uno de los temas que tocamos era de Mauri, dedicado a su mamá que
falleció. ‘Me queda cantar’, dice la letra. Muy emotivo. Y aunque la banda hace temas
de Los Redondos, como “Ji ji ji”, la gente también se copó con los temas propios. Fue
una noche muy especial.
—¿Qué reflexión te dejó la participación de tantas bandas locales en ese festival?
—Fue muy positivo. Las bandas locales fueron tratadas con el mismo respeto que las
grandes, como Catupecu o Turf, que tocaron esa noche. Eso genera experiencia, motivación, y hace que las bandas se asienten. Sorprendía ver cómo la gente iba a verlas. No era solo por los artistas “grandes”, sino por las bandas de ahí.
—Además de tocar, seguís muy metido en la docencia. ¿Cómo venís con eso?
—Sí, mi escenario principal hoy es el aula. Desde que me recibí de profesor de
música, fui invirtiendo en instrumentos. Muchos de los chicos tienen instrumentos
gracias a eso. Tengo violines, guitarras, la escuela tiene melódicas... La batería que
usamos el otro día en una clase es una que tenía en casa. Y la música se contagia. Si
no se las contagiás, no pasa.
—¿Cómo es dar clase a chicos que por ahí no tienen acceso a instrumentos?
—Hay que ingeniárselas. Yo trato de generar un clima animado, contagiar entusiasmo,
ser medio payaso. Si vos entrás al aula con la cabeza gacha, no generás nada.
—¿Seguís en la Escuela de Música de la Chiclana?
—Sí, defendiendo el proyecto. Hace unos meses que no estamos laburando ahí y no
cobramos. Es una lástima, porque hay muchos gurises con ganas. Algunos se están
desmotivando. Tenía incluso chicos de la Escuela 122 y ahora no quieren seguir
porque no hay profe de violín. Tengo entre doce y trece alumnos de violín que para el
instrumento es un montón.
***
Alguna vez, las autoridades deberán tener en cuenta a esos gurises que afectan con
sus decisiones. Nos estamos perdiendo un Román del futuro por la negligencia, el
revanchismo y las grietas. Por lo pronto, tenemos la oportunidad de escucharlo con
Gera en el Museo Quirós en estos próximos días. No se lo puede perder.