Pbro. Jorge Leiva
La patria es un peligro que florece
A las puertas de las elecciones recordemos un pensamiento de Pablo VI: “Tomar en serio la política en sus diversos niveles –local, regional, nacional y mundial– es afirmar el deber de cada persona, de toda persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad, de la nación, de la humanidad”.
También nuestros obispos dicen que “existen desafíos enormes que debemos asumir con compromiso: trabajar por la dignidad de todas las personas, reconstruir la confianza, lograr la estabilidad económica, combatir la corrupción, intensificar la lucha contra el narcotráfico y la trata de personas, fortalecer y extender la educación y cuidar los bienes naturales de la Casa Común; son solo algunos de los puntos a los que -como Iglesia- invitamos a prestar especial atención. Por esto, elegir a nuestros representantes es una responsabilidad que debemos asumir con entusiasmo y madurez.
En la participación de cada ciudadano se sustenta la dirección que tomará nuestra nación, provincia, ciudad y/o comuna, durante los próximos años. Tenemos la oportunidad de hacer oír nuestra voz y de ser el motor hacia la sociedad que anhelamos.
Así lo rezamos en la Oración por la Patria: “Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común”. Cada voto cuenta y cada elección personal tiene un impacto en lo colectivo; por eso enfatizamos en la importancia de conocer la ética y los valores que promueven quienes aspiran a representar y liderar nuestra sociedad, para confiar nuestros votos a personas comprometidas con las problemáticas más urgentes, con claridad y coherencia en sus propuestas.
El magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia nos ha otorgado, a lo largo de la historia, un marco evangélico para este discernimiento. A su vez, exhortamos a cada candidato a asumir con responsabilidad el desafío que eligieron.
Hacemos un llamado a realizar campañas respetuosas y limpias, fortaleciendo -durante todo el proceso eleccionario- la escucha y el diálogo fraterno, cuidando el valor de la palabra y la verdad. Nos confiamos a Nuestra Madre, que sabe dar lo mejor a sus hijos: “Tú nos convocas.
Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina!” Decía también bellamente el poeta y novelista argentino Leopoldo Marechal: “Y así les hablé yo a los albañiles:/ “La Patria es un peligro que florece./Niña y tentada por su hermoso viento, necesario es vestirla con metales de guerra/y calzarla de acero para el baile/del laurel y la muerte”./ (Los albañiles, desde sus andamios/hacían descender cautelosas plomadas). Y dije todavía en la Ciudad,/ bajo el caliente sol de los herreros:/ “No solo hay que forjar el riñón de la Patria,/sus costillas de barro, su frente de hormigón:/es de urgencia poblar su costado de Arriba,/soplarle en la nariz el ciclón de los dioses./ La Patria debe ser una provincia/de la tierra y del cielo”.
El “costado de Arriba” por donde llega el Aliento del Cielo tendrá que estar muy abierto en estos días para que las costillas de un noble pueblo se vuelvan a poblar de vida. Cada uno de nosotros tendrá que despertar su vocación de albañil con “cautelosas plomadas”, como soñaba el poeta.