Pbro. Jorge H. Leiva
La Trinidad, la persona y la comunidad
Cuando éramos gurises cantábamos respecto al regreso de Mambrú: "Vendrá para la Pascua o para Trinidad".
Y yo, en mi deficiente capacidad intelectual, ni siquiera me preguntaba qué significaba eso de "Trinidad". Con el tiempo me enteré de que se trataba de la formulación católica acerca del misterio de Dios "Uno y Trino".
Durante largos años me sentí tentado por el razonamiento que hacía un señor alemán llamado Immanuel Kant. Él se expresaba en estos términos: "Desde el punto de vista práctico, la doctrina de la Trinidad es perfectamente inútil". ¿Qué tenía que ver con mis angustias de adolescente que Dios sea Uno o Trino? Afortunadamente, el tiempo me regaló buenos pensadores y buenos libros. En uno de ellos leí que ese misterio que parece enigmático es, sin embargo, más que significativo para la persona humana. ¿Y por qué reviste de tanta importancia para el ser humano? Porque cuando Dios es presentado sólo con el arquetipo del padre parece ser un varón violento, vertical y autoritario. Y cuando Dios es presentado sólo como un hermano-líder, entonces se asemeja a un líder político y social que se adueña del poder como si fuera un hermano mayor despótico.
A modo de ejemplo, el siglo XX conoció grandes dictadores con ese perfil; hombres que negando a Dios en la práctica se erigieron a sí mismos como salvadores-manipuladores a quienes hay que igualar y de quienes hay que sospechar continuamente. Los grandes genocidios del siglo XX parecen estar bajo el signo de esos líderes "mandones", como decíamos también cuando éramos chicos. Ellos desplazaron al padre y como hermanos mayores se dedicaron a pisotear y despersonalizar a los menores.
Finalmente, cuando Dios es presentado sólo como espíritu (sin referencia a un padre y a los hermanos) entonces caemos en espiritualismos, en el caos del sentimentalismo fluctuante en el que sólo existe mi yo interior y mis sensaciones. Pero cuando asumimos existencialmente que Dios es a la vez Padre, Hijo y Espíritu Santo se ordenan tres dimensiones de la persona y de la comunidad humanas: El Padre es el que está arriba (en los cielos) como principio y fin protegiéndonos sin entrometerse en nuestra libertad; el Hijo es el que está a mi lado con su Palabra y con su Cuerpo, es el que está en mi hermano, y el Espíritu es el que está dentro de mí impregnando mis mociones más profundas, dándome la auténtica identidad personal, haciendo que la ley no sea esclavizante y que la masculinidad esté equilibrada por la femineidad de "la Brisa Divina" del Espíritu.
Ahora sé que significa que Mambrú pueda volver en la fiesta de Trinidad como cantaba yo cuando era chico. Pero también sé que el filósofo Immanuel-con todo respeto- no tuvo la gracia de aprender lo que comprendí yo con buenos maestros y buenos libros acerca del misterio de la Trinidad