Las fiestas y los duelos
"el recuerdo de la felicidad, ya no es felicidad: el recuerdo del dolor, es todavía dolor". Por eso, el recuerdo de un momento feliz es un poco doloroso y, su vez, el recuerdo de un momento doloroso duele todavía. La pulseada entre el dolor y la felicidad la gana la felicidad, por goleada.
Dado que transitamos este tiempo tan particular de las fiestas de Navidad y año nuevo, los invito a mirar, aunque sea de manera breve, los orígenes en Occidente, de estas celebraciones y, por otro lado, y con más profundidad, los muy particulares efectos emocionales, que desencadenan sobre quienes pasan por una fase de duelo.
La primera celebración de fin de año tuvo lugar en la Antigua Babilonia alrededor del año 2.000 a.C. En el 46 a.C. el emperador Julio César decidió que el día 1 de enero sería la fecha para celebrar la entrada del nuevo año. El papa Papa Gregorio XIII cambió el calendario en 1582 para que lo adopten todos los países católicos (calendario gregoriano).
En cuanto al origen de la Navidad no es para nada cristiano sino pagano. Casi dos siglos después del nacimiento de Cristo se celebra la Navidad un 25 de diciembre, anteriormente las fiestas se llamaban Saturnales, es decir alrededor del Templo de Saturno con continuos festejos, y un ambiente de carnaval en el que se producía una relajación de las normas sociales.
Estas fiestas, que siempre arrastran un dejo de melancolía y nostalgia para cualquiera, generalmente exacerban la pena y actualizan el duelo en las personas que lo han sufrido recientemente o no han podido aun superarlo, y además no son comunes y corrientes de la misma manera que 2020 no fue un año como los demás. A veces, incluso ver cómo el resto de las personas se prepara para las fiestas con entusiasmo, genera rabia, impotencia y una sensación de soledad y vacío existencial. Hablemos del duelo: Los lazos que nos unen con aquello que queremos son lazos invisibles, pero no por eso menos fuertes. Por el contrario, resisten al tiempo y la razón, y no pueden desatarse (cuando se terminan) sino al costo de un enorme esfuerzo.
Cuando irrumpen la muerte, el desengaño, la frustración o el desamor, el vínculo se altera, los lazos se niegan a aceptar la pérdida, se tensan, y esa tensión genera un dolor difícil de soportar dice el Lic. Gabriel Rolón.
La muerte de la juventud, de un sueño, de un trabajo, de un proyecto, de una ilusión amorosa...podemos equiparar muerte a pérdida de algo. El duelo se tiene que llevar adelante ante cada pérdida, imaginaria o real -no importa- siempre y cuando se trate de la pérdida de algo que consideramos vital para nuestra felicidad. Todo el tiempo estamos perdiendo cosas, pero no nos pasamos duelando cada cosa que perdemos. Si te roban el celular, tendrás rabia unos días pero, si en ese teléfono estaban las únicas fotos que te habían quedado de recuerdo de tu mamá o de tu abuela, lo vas a tener que duelar: porque perdiste algo que amabas en serio y que era importante.
Cada vez que se produce una ruptura entre alguien y algo que una persona ama, es cuando aparece la necesidad de realizar el proceso del duelo.
El proceso del duelo tiene que ver con que la vida y la realidad nos demuestran que la pérdida realmente existe. El duelo no comienza hasta que nos damos cuenta que lo que perdimos, sea una persona, un trabajo o una separación de pareja, no regresará nunca más. Y llevará un tiempo elaborarlo, un año dice, porque le llama "la vuelta al reloj", porque en un año pasa el primer cumpleaños de la persona que murió, tu primer cumpleaños sin esa persona, la primera Navidad, el primer fin de año, el aniversario de la muerte, el aniversario de la pareja... Es decir, que en un año el reloj pega toda la vuelta y te pasa por todas las situaciones que vas a vivir por primera vez: tu primera Navidad sin tu papá o tu primer fin de año sin la pareja de la que te divorciaste, por ejemplo. Hay que pasar por esas experiencias dolorosas al menos una vez para adaptarse, pero, si cuando el reloj pegó toda la primera vuelta, esa persona sigue exactamente igual, es muy probable que necesite ayuda terapéutica porque la amenaza de la depresión y de la melancolía está latente. Ésta es la realidad si observamos que alguien continúa en ese estado de pérdida permanente a pesar de los años.
Creo que, esta pandemia a todos nos va a dejar una secuela distinta, porque todos hemos perdido algo. Pero claro, no es lo mismo haber perdido a un ser querido, que haber perdido un trabajo o un viaje soñado. Va a dejar distintas secuelas, según la magnitud de lo que cada uno haya perdido. En definitiva, el duelo es una prueba y, como toda situación de este tipo, puede que uno sienta que estuvo a la altura y que tuvo la dignidad de sostenerse en los momentos más difíciles de la vida.