Los padres de la derrota
El peronismo no sale de su asombro. Si bien, para los realistas, una derrota siempre está dentro de las posibilidades, una tan grave en términos cuantitativos y territoriales como la que sufrió en estas elecciones no la esperaban ni los más pesimistas.
Gualeguay sigue siendo un territorio difícil para el peronismo en lo que respecta a elecciones de cargos nacionales, no así provinciales. Al menos desde 2015 a la fecha. Desde entonces, los candidatos nacionales y locales del PJ han sido derrotados en nuestras tierras.
De las últimas siete elecciones disputadas el peronismo ha perdido seis en Gualeguay. Cambiemos ganó en las PASO y generales de 2015 para presidenciales, el PJ también sufrió una derrota en las PASO y generales legislativas de 2017 y en las elecciones que llevaron a la presidencia a Alberto Fernández. En nuestra ciudad, el peronismo solo pudo anotarse un triunfo en las PASO presidenciales de 2019, y por una escasa diferencia. Esta vez, nuevamente, se le escapó de las manos, aunque, la debacle electoral no fue sólo a nivel local.
Como se sabe, la victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana...y los pases de factura están a la orden del día. A las dificultades que de por sí plantea un territorio adverso se le suma un peronismo desdibujado, sin un liderazgo sólido.
Es razonable poner reparos a la hora de comparar elecciones a cargos legislativos con otras donde se eligen cargos ejecutivos, ya que en estas influyen otros factores. También resulta lógico no equiparar un escenario sin pandemia con el actual, pero lo cierto es que el propio presidente Alberto Fernández consideró a estas elecciones como una suerte de "gran encuesta" a la gestión de su gobierno.
Es cierto que la pandemia ha hecho su parte. También es cierto que en algo puede haber influido la localía de una de las precandidatas de Juntos por Entre Ríos, pero ninguno de esos factores estaba en las elecciones anteriores cuando los resultados, no tan devastadores como los actuales, tampoco fueron buenos.
La localia de Antola, con la consecuente esperanza de facilitar gestiones para Gualeguay en caso de un triunfo, habrá jugado en alguna medida para atraer votos, pero prácticamente en nada pudo haber menguado el caudal de sufragios típicamente peronistas ya que su electorado es diferente. De hecho, dentro del propio espacio de Juntos por Entre Ríos Galimberti hizo una excelente elección. No deja de ser una influencia relativa en el magro resultado conseguido por el peronismo.
Sin embargo, nadie duda que hubo voto castigo y, como se sabe, ese tipo de votos se tracciona a los candidatos que la sociedad percibe con más ventaja para disputar el poder a los castigados. Frigerio, que en algunos sectores de la sociedad no alineados con el oficialismo nacional ni provincial cosecha algunos rechazos, cuenta, sin embargo, con ese poder de fuego. Más que su nombre, fue su ventaja al interior de la alianza opositora lo que le permitió cosechar ese volumen electoral, incluso entre anteriores votantes del oficialismo nacional.
Ese desencanto con el gobierno nacional también se expresó en gran medida en el voto anulado, de grandes proporciones en Gualeguay y la provincia. También en la apatía de un sector importante de la sociedad que decidió no concurrir a votar. Este último segmento es, prácticamente, la única chance que tiene el peronismo de achicar la diferencia en las generales y, a esta altura, de repetirse la tendencia, conseguir una derrota un poco más ajustada. Si se tiene en cuenta la magnitud de la debacle, sumada al escaso tiempo que tiene para corregir el rumbo y mostrar resultados favorables, más los últimos acontecimientos políticos ligados a la puja interna de poder en el Frente de Todos entre el ala kirchnerista y la albertista, perder por poco sería un escenario casi soñado.
Estos últimos acontecimientos probablemente solo profundizarán la crisis al mostrar un gobierno debilitado por pujas internas frente a un escenario cargado de problemas en términos económicos, sociales y de salud.
En base a todo esto, y conocido el resultado arrojado por el recuento definitivo, Marcela Antola ya prácticamente tiene su lugar asegurado en la Cámara Baja nacional. Esto representa para nuestra ciudad un dato diferencial en las últimas tres décadas. Para eso, hay que remontarse hasta 1993, año en el que Pedro Galante ocupó la banca nacional hasta 1997.
Pero al interior de Juntos por Entre Ríos, y en este primer paso que configura un nuevo escenario para la disputa a la gobernación, un dato resulta clave: la gran elección que llevó a cabo el intendente de Chajarí Pedro Galimberti, el cual obtuvo la nada despreciable suma de 127.908 votos (31,82%), que lo ubicó en el tercer lugar de candidatos más votados, tras Cresto. Ese capital político representa la esperanza del sector radical no alineado con Frigerio de disputar una posición dominante del centenario partido al interior de la alianza opositora. Luego de Frigerio, el gran ganador de esta elección fue Galimberti: partiendo de un menor conocimiento por parte del electorado entrerriano frente al del ex Ministro del Interior y al de Cresto, logró entrar en el radar de esa población como una opción fuerte. Consiguió asimismo articular un liderazgo territorial con base en la gestión y alcanzar el tercer puesto en la lista de candidatos a diputados.
Con todo, un nuevo escenario se configuró de cara a las generales y, de no revertir la tendencia, el peronismo se encamina a otra derrota de magnitudes considerables, tal vez mayor a la actual. A nivel nacional, el Frente de Todos sigue buscando a los padres de la derrota. Será mejor que los encuentren en breve, (tal vez en ellos mismos), sólo así podrán fortalecer un gobierno que naufraga de cara a más de dos largos y difíciles años por delante.
Rodrigo Cassella