Pbro. Jorge H. Leiva
Misa crismal, año vocacional y Pascua
En el contexto de la contemplación del Hijo entregado, de su cruz pascual, hemos comenzado el año vocacional en la llamada “Misa crismal” en la Catedral de la ciudad de Gualeguaychú.
Allí, hemos recordado, como dice el Evangelio, que Jesús es el Ungido y que nosotros participamos como “pueblo de Dios” en esa Unción por el Bautismo y la Confirmación y por el orden sagrado, quienes somos ministros del altar. Y también, en el año vocacional miramos, una vez más, a JHS ungido y enviado a evangelizar a los pobres. A Aquel, que al entrar en este mundo, le dijo al Padre; “Aquí estoy para hacer tu voluntad”
La misa crismal nos muestra el aspecto sacramental de la Pascua cristiana, ya que todo lo que creemos se actualiza en los ritos litúrgicos: por eso, resplandecen los 3 óleos que usamos en los sacramentos; también resplandece el sacerdocio ministerial y, por supuesto, el pan y el vino en esa catedral diocesana. Además, la sacramentalidad misma de la Iglesia, ya que todo el Pueblo tiene el llamado a continuar la Obra del Ungido, JHS de Nazaret.
Por un lado, el óleo de los enfermos nos recuerda a JHS llamado a sanar y que la vocación de todo cristiano es ser sanador con el Señor, en cuyas heridas somos curados. Todos estamos heridos, pero también todos tenemos vocación de ser “sanadores heridos”. Mientras que el óleo de los catecúmenos nos recuerda que nuestra vocación necesita de la fortaleza del Espíritu Santo en el combate contra el demonio y el pecado.
Por su parte, el óleo llamado santo crisma nos recuerda nuestra dignidad de ungidos (o llamados a ser ungidos); nos trae a la memoria la dignidad de nuestra gente (a veces tan ninguneada por la “sociedad del descarte”, como le dice el papa Francisco): en el corazón del Padre todo hombre que viene a este mundo tiene lugar.
Esa misa crismal y el año vocacional-en el contexto de un año electoral- nos han recordado, entonces, la necesidad de tener presente la doctrina social de la Iglesia, sin la cual no hay nueva evangelización. Muchos de los políticos que se están preparando para gobernar o legislar han sido ungidos con el crisma. Y este les ha de recordar la necesidad de ser evangelizadores y constructores de la sociedad para que, ungidos en la confirmación, desplieguen su vocación de discípulos misioneros. Nos recuerda también la necesidad que tenemos de vocaciones sacerdotales y de familias, parroquias y colegios que sean escuelas de vocación sacerdotal. El crisma nos recuerda que la familia en una pequeña Iglesia, es una comunidad de ungidos. Las paredes de la catedral, que recibieron el óleo de la dedicación, nos recuerdan nuestra vocación de ser piedras vivas en el Templo de Dios.
Cuando en este triduo pascual actualicemos ritualmente los misterios del costado abierto de Jesús, profesaremos nuestra vocación de Hijos purificados del pecado y de discípulos del Hijo Abandonado- resucitado enviados por el Espíritu. Esta Semana Santa (sobre todo el triduo pascual) nos ayudará a re descubrir la Eucaristía como fuerza vocacional, como escuela donde aprendemos a descubrir nuestra vocación y llevarla adelante con la fuerza del Espíritu Santo. La Virgen del Rosario y San José, nuestros patronos, se nos muestran hoy especialmente como modelos de fidelidad a nuestra propia vocación y modelo para los niños y jóvenes de la búsqueda de la voluntad del Padre para descubrir y aceptar la vocación personal. ¡Felices Pascuas!