Por Santiago Joaquín García
Nancy Taffarel: “Eran mis hijitos del año”
Teniendo en cuenta que se viene el Día del Maestro, decidimos homenajear a la docencia de nuestro pueblo con una historia de vida.
Nancy ahora está jubilada, pero evoca sus años en las aulas con orgullo: “Estudié maestra por vocación. Jugábamos en el campo con mis hermanas, todas fuimos docentes, así que teníamos esa vocación de nacimiento. Estudié maestra primero, después Profesorado de Biología y en la Facultad en Paraná estudié educadora de medio ambiente para vida sustentable. De las tres carreras, mi alma estuvo en ser maestra. Siempre digo que primero hay que ser maestra porque uno ya conoce los chicos y va viendo el desarrollo intelectual y cómo se manejan para después trabajar con adolescentes. Eso me ayudó muchísimo para ser preceptora del BAPA”, define.
“Teníamos que esperar que nos avisaran”
Antes de las nuevas tecnologías, y los nuevos sistemas de concurso, el ingreso a la docencia se manejaba con métodos artesanales: “Tuve poquitas suplencias en la Escuela 4, en la 32, en la Escuela Chiclana, y en la Castelli también. Antes nos recibíamos y teníamos que esperar que nos avisara la ordenanza de la Dirección Departamental porque no había teléfono y si había teléfono era el fijo y no todos teníamos el teléfono fijo. Esperé como ocho años para tener una suplencia como la gente, larguita. Fue en la escuela 8, que fue donde me eduqué en la escuela primaria. Tuve como colegas a mis formadoras, así que fue un orgullo trabajar ahí también”, cuenta.
“El Puerto para mí fue mi segunda casa”
Luego de algunas idas y vueltas, Nancy encontró su lugar en el mundo laboral: “Cuando titularicé fui al puerto. El Puerto para mí fue mi segunda casa. Fueron veinte años que trabajé, así que más o menos formé o trabajé con tres generaciones. Me llevo los mejores recuerdos. Ahí fui directora también un año porque era directora con grado a cargo. Éramos cinco: una maestra jardinera y cuatro docentes, y una de esas docentes era directora. Cuando llegué, a los tres meses fui directora por un año por una suplencia y maestra de dos grados porque teníamos grado múltiple”, explica Nancy y sigue: “Después, fue ampliándose la escuela, ya la directora fue sin grado a cargo, subió de categoría y solicitamos las escuelas intermedias de aquella época que ahora es la Escuela Secundaria N°12 Juan L. Ortiz. Así que hemos hecho muchísimo en el Puerto”.
“Era como si alguien hubiera abierto una canilla”
Más allá del desarrollo de la institución, su experiencia de vida fue muy rica: “La comunidad para mí fue un todo un desafío, porque teníamos madres con las que, por ahí, no nos entendíamos mucho o teníamos de diferentes formaciones, pero fuimos conociendo y aceptando nuestras diferencias y de repente éramos familia. Eso también me sirvió muchísimo. Como experiencia puedo contar las inundaciones que tuvimos que, gracias a Dios, no ocurren más. Tampoco teníamos el camino. Era de tierra, después de ripio, pero el ripio se fue todo, así que por ahí íbamos en el remís que daba vuelta para acá y para allá. Cuando llegaba el agua yo me acuerdo una vez que me quedó grabado en la memoria que entraba el agua de la creciente y yo dije: ‘bueno, entra un poco’. Y de repente miraba por la ventana del aula y ya se llenaba la cuneta, se llenaba la calle, se llenaba hasta la vereda. Era como si alguien hubiera abierto una canilla. Por Dios lo que es la inundación. Lo que tiene que sufrir la gente. Y llegó el agua hasta el patio y un vecino nos sacó la en una canoa. Él con el agua a la cintura y nosotros subimos a la canoa. Me acuerdo que íbamos de sandalias. Las cosas que hemos vivido en el Puerto es algo inolvidable. Nos sacó hasta el muelle, él empujando pobrecito la canoa con los docentes. Para que vos veas que nos cuidaba un montón la gente del Puerto. Dos veces me pasó eso. La tercera que fue una inundación bastante grande, que duró en el tiempo, fuimos a dar clases a la comisaría. Nos turnábamos en la comisaría de tal hora a tal hora cierto grado. Después para entrar de vuelta a la escuela que había pasado como dos o tres semanas bajo agua hasta la mitad de las puertas había que esperar que llegara gente de Dirección Departamental que limpiara. Y los padres se pusieron todo al hombro y limpiaron la escuela y nosotros entramos y seguimos las clases de vuelta. Después la repararon, pintaron y todo. Así que como experiencia tuvimos inundaciones, camino de tierra y muchas cosas, pero las fuimos superando y aceptando y nos ayudaron a madurar como docentes”, enumera.
“Ellos nos enseñaban un montón a nosotros”
Nancy también evoca su vínculo pedagógico y las características de la educación popular: “Aprendíamos de los chicos porque aparte de inculcar conocimientos nuestros, con los que nos habían formado a nosotros para darles a ellos; a nosotros nos enseñaban un montón del río, de la pesca, de los elementos para pescar, esas partes de las que siempre uno es ignorante y va aprendiendo gracias a los conocimientos de otra gente. Ellos nos enseñaban un montón a nosotros”, remarca y sigue: “Fui maestra muchas veces de primer grado que para mí fue el grado que más satisfacción me trajo. Eso de tener los nenes, primero me encantaba la integración con el jardín de infantes o con el preescolar, que teníamos los últimos meses del año con la maestra jardinera para conocer a los chicos. Después, los primeros días del año siguiente que la maestra jardinera me ayudaba para que se integraban conmigo. Eso es un paso muy importante para el niño chiquito. Luego, ver cómo escribían, leían, cómo se insertaban en la educación es algo maravilloso. Era una satisfacción para mí mirar lo que se logra al alfabetizar el chico. Es una experiencia muy importante para la docencia”, afirma. El vínculo se vuelve tan vital para la transferencia de conocimientos y Nancy lo deja en claro: “A los chicos me los agarraba como si eran míos, los defendía y eran mis hijitos del año hasta que los largaba a segundo grado con la maestra que continuaba”. A pesar de todas las complicaciones que Nancy enumeró, las fechas patrias eran un momento de celebración: “A mí me encantaba armar los actos escolares, siempre en el patio porque no teníamos salón tampoco. Hacíamos unos actos espectaculares, y también la feria de educación, un montón de cosas”.
“Re lindo que en la calle te reconozcan como docente”
Quienes fueron sus alumnos muchas veces la cruzan por las calles de Gualeguay y la saludan: “Hoy en día tengo la satisfacción de caminar por las calles, aunque al Puerto no voy mucho, cuando los veo acá en Gualeguay a mis alumnos que son padres y me gritan: ‘¡Adiós señora! Y qué sé yo, para mí eso también es divino porque a veces ni los reconozco. Y les digo: ¿Vos quién sos? Y me dicen y se acuerdan de cosas. ‘Se acuerda señorita de esto’ porque todavía sigo siendo señorita y para ellos. Es re lindo también que en la calle te reconozcan como docente”, reconoce. No sólo la gente del Puerto la recuerda, sino también sus alumnos del bachillerato para adultos (hoy ESA): “También gente del BAPA, donde trabajé como veinte años con muchísima gente. En el BAPA tuve primero gente grande, de sesenta, setenta y yo tenía treinta. Después ya fue cambiándose y tuve adolescentes que también me reconocen por la calle. Un montón de gente que por ahí uno se olvida la fisionomía, pero parece que una no cambia porque ellos te reconocen. Así que eso también es una satisfacción muy grande”, indica con orgullo.
“Siempre voy a ser maestra”
A la hora de hablar de su retiro, Nancy nos deja en claro que aunque no esté trabajando ella se sigue identificando con su profesión: “Ahora gozo de una jubilación. Estoy contenta de disfrutar del júbilo de tantos años trabajando en lo que me gusta. Siempre me acompañó la salud. Casi nunca, creo que dos veces, saqué licencia por enfermedad de mi esposo o de mis padres. Siempre gocé de buena salud porque cuando uno trabaja con satisfacción y en el lugar que uno se siente cómoda y lo hace con vocación, creo que no te enferma ni psicológicamente, ni físicamente. Y gracias a Dios fui una privilegiada en ese sentido. Siempre tengo mis mejores recuerdos y hasta ahora, estoy bien y disfrutando. Me siento joven todavía, y si hubiese podido seguir, seguía. Pero bueno, siempre tuve la convicción de que para eso estaban las cosas. Si tenía la edad de jubilarme, me jubilaba y me retiraba porque hay gente detrás de mí; jóvenes, que tienen ganas de seguir en la docencia y de trabajar, por supuesto. Una va cerrando etapas parece en la vida y parece que se olvida, pero cuando de repente vienen de vuelta las recuerda con mucho cariño”, evoca. El cierre de la entrevista no puede ser mejor: “Quería decirte también que amo el guardapolvo blanco y siempre voy a ser maestra”. En su nombre, saludamos a la docencia de Gualeguay en su día.