Nidos que preparan los vuelos
Un pensador del siglo XX decía: “a mayor progreso mayores peligros”. Unas décadas atrás vivíamos con la ilusión de que lo que se llamaba “progreso” iba a traer paraísos a esta tierra, que la ciencia y la técnica iban a gobernarlo todo y que su influjo iba a generar igualdad de oportunidades.
Sin embargo, en la actualidad sabemos que particularmente dramático es el desafío de la educación: ya Benedicto XVI nos hablaba de una "emergencia educativa" en una asamblea de la diócesis de Roma. En relación con este asunto, señalo brevemente tres desafíos para las familias y de la educación en este tiempo: la violencia, el exceso de pantallas y las adicciones. Las nuevas generaciones, sus familias, nuestros pueblos viven en medio de la violencia, lo veíamos reiteradamente y de una manera desgarradora durante estos días en la TV. Todo este suceso lamentable nos lleva a reflexionar que, como sociedad, tenemos muchos encontronazos, pero pocos encuentros; aprendimos a mirar mucho las pantallas y poco los rostros y "perdimos el camino de los ojos" como decía Pedroni, el poeta santafesino. Esto quiere decir que perdimos el sendero del encuentro con Dios, con las personas, con la creación. Actualmente, vivimos entre diversiones, pero no hemos aprendido la esencia de la verdadera alegría. El colmo de eso está en las adicciones, sobre todo la de la droga que todo lo destruye. Entonces, urge una "revolución de la ternura" dice el papa Francisco, principalmente a favor de los niños y jóvenes porque sólo el que se sabe amado aprende a amar. Pero también es necesario y urgente re-aprender la ruta de la obediencia liberadora.Por un lado, los varones tenemos que enseñar a las nuevas generaciones lo que significa tener grandes proyectos, lo que significa la abnegación a favor de los demás. Por el otro, la mujeres madres y educadoras, han de cultivar la capacidad para dar vuelo a los niños y jóvenes, porque los nidos preparan para el vuelo. Por último, los adultos debemos comprometernos para mostrar la belleza de los proyectos que tienen la esperanza de la verdad y el amor entregado. Porque sin proyecto de vida no hay identidad ni vínculos ni misiones para cumplir; sin proyectos vocacionales no hay verdadera alegría. En resumen: frente a la violencia, el exceso de pantallas, la droga, hemos de proponer mucha ternura, buenos límites y verdaderos proyectos de vida. Los creyentes decimos que todo esto es Gracia que viene del cielo y que es tarea personal y comunitaria.Pbro. Jorge H Leiva
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