Pbro. Jorge H. Leiva
Padre Francisco Gualberto Magnano nos ha dejado
Con este sacerdote se va una parte de la historia de San Antonio de Gualeguay. Había nacido el 9 de agosto del año 1929 en la localidad de Federación y fue ordenado sacerdote por el entonces obispo de Paraná, Monseñor Cenobio Lorenzo Guilland, en la catedral de Paraná el 5 de diciembre de 1954, cuando toda nuestra provincia era parte de la arquidiócesis de Paraná. Ejerció su ministerio sacerdotal en dos oportunidades en Gualeguay: a fines de la década del 50 como vicario de la Parroquia San Antonio y luego en su larga estadía como párroco en la Parroquia San José.
Hablar de Padre Pancho es hablar de un padre que, como casi todo papá terrenal, tiene sus luces y sombras. La memoria agradecida sabrá transfigurar recuerdos para que la Providencia del otro Padre – el de Jesús- ponga todo en orden como solo Él sabe hacerlo por la sabiduría que da su Espíritu. Por eso, en tiempos en que se confunde el varón-macho golpeador y “sexópata” con los verdaderos varones-padres-firmes y tiernos, no perdamos la memoria agradecida de este verdadero patriarca de Gualeguay, pequeño en su humildad y grande en sus deseos. Yo, modesto párroco de San Antonio, recuerdo con mucho cariño a Pancho porque fue párroco de mi pueblo natal entre el 1964 y el 1970 y porque, además, me bautizó. Porque me confesé varias veces con él y me agradecía que yo confiara en él. Porque acompañaba y se dejaba acompañar por los jóvenes. Porque era devoto de la Eucaristía, la Virgen y el Patriarca San José. Porque buscaba con sinceridad lo que significa ser párroco en este tiempo de nueva evangelización en un cambio de época. Porque fue perseverante ante las adversidades de la vida. Porque su corazón era misionero conforme a las enseñanzas de la Santa Iglesia.
Quizá a la memoria del Padre Pancho correspondan aquellas palabras del poeta argentino Hamlet Lima Quintana: “Hay gente que con solo abrir la boca/llega hasta todos los límites del alma,/ alimenta una flor, inventa sueños,/ hace cantar el vino en las tinajas/y se queda después, como si nada./ Y uno se va de novio con la vida/desterrando una muerte solitaria,/pues sabe, que a la vuelta de la esquina,/hay gente que es así, tan necesaria”.
Padre Pancho: ¡Descanse, usted, de sus fatigas! Usted que fue “gente necesaria” en este sur entrerriano, ¡no deje de ser padre firme y tierno a la vez! ¡Regálenos su imagen de pastor bueno que guía al rebaño! ¡Descanse en paz de sus fatigas!
Pbro. Jorge H. Leiva