por Santiago García
Periodistas de la cultura gualeya
Son más conocidos como escritores de ficciones, pero la mayoría (por no decir todos) los referentes que le dieron lugar al mote de “Capital de la Cultura de Entre Ríos” en algún momento ejercieron el periodismo. Emma Barrandeguy, por ejemplo, en estas mismas páginas.
Pasó el 7 de junio y aparte de evocar a Moreno pensamos un poco en los tiempos que nos toca vivir. La inteligencia artificial y la falta de inteligencia emocional juegan una partida de ajedrez en la que se disputan, entre otras cosas, los pilares de nuestro oficio. La primera nos llenó de herramientas fundamentales que nos permiten ganar tiempos invalorables para hacer mucho mejor nuestro trabajo. La segunda, como la curiosidad no se compra en ningún lado, no tiene suscripción. Si uno no ama este oficio, si no siente el pulso de las historias que tiene que contar, no hay mucho para hacer al respecto.
Hablemos de los nuestros
Pero como el periodismo que entendemos nosotros no es autorreferencial, vamos a prestar atención sobre los grandes escritores y escritoras que nos ha dado Gualeguay. Todas y todos ellos en algún momento vieron al oficio (en especial a la prensa escrita, por razones obvias) como una forma de expresar sus ideas, incluso de vivir.
Emma periodista
Hablamos el año de pasado de la edición en EDUNER de sus ‘Cronosíntesis’, compuesta por las columnas que escribía en El Debate Pregón. Prestemos atención nuevamente a lo que decía Evangelina Franzot, la investigadora, sobre esos escritors: “Los artículos del diario, primer acercamiento a su obra dispersa, van desde semblanzas de viejos amigos y conocidos, anécdotas de infancia y juventud, análisis literarios de grandes escritores y escritoras de nivel internacional, hasta críticas duras a cierta hipocresía pueblerina, me fueron dando a veces entre líneas, algún dato que llevaría a buscar- y en felices ocasiones a encontrar- producciones o actividades desconocidas de Emma”.
Veamos con qué ironía y precisión se refiere a la pasión de la ciudad por una novela: “Esta es la hora en que termina La extraña dama, que todo Gualeguay ve. De seis a siete se paralizan las actividades para sentarse frente al aparatito y ver las peripecias de sor Piedad, que antes fue Gina Falcone y tuvo una niña del perverso Marcelo. El que no alcanza a ver la obra por una urgencia imposible de soslayar se la hace contar al otro día por la vecina de al lado, o por Alicia, que trabaja en casa y la ve en casa de su futura suegra. Y las visitas con sus hermosos chismes nos dicen: ‘Sería molestia si podemos verla aquí en tu casa’. Y así se hace la tertulia. ¿Quién se pierde un capítulo de La extraña dama?”.
Como ya le hemos dedicado entero el 7 de junio pasado no nos extendemos más, pero es todo un honor escribir en las mismas páginas que Emma.
Amaro Villanueva y el oficio
Sin dudas, el que más regularmente ejerció el oficio de todos junto con Emma. La mayor parte de su trabajo lo ejerció en Paraná, pero hay muchas y muy buenas crónicas suyas dedicadas a nuestra ciudad. Veamos cómo comienza su crónica titulada ‘Gualeguay ponderado por sus guitarras’ en la que se refiere a uno de los pioneros de la luthería:
“Por aquellos años en que, tierno y todo, salía a rodar tierra, con viático hechicero de oro de sol y plata de luna, como dijera el gran portugués Guerra Junqueiro, el sumo prestigio de la artesanía de Gualeguay, mi ciudad natal, se cifraba en la gala de la talabartería criolla, industria que contaba con verdaderos artífices en eso de trenzar fino y de convertir en lujo el cuero crudo. Pero ya tiene entre los rumorosos coros de las serenatas, o tras el recogimiento de algunas sesiones íntimas de guitarra, gloria de Honorio Hernández y de Miguel Godoy, de que aún puede dar testimonio la persona grave y afectuosa de don Laureano García, comenzaba a escucharse, tímidamente, el nombre de Ángel Nigro, mozo del pueblo, curioso en el trabajo de la madera, que se estaba aficionando a la construcción de guitarras”.
Juanele cronista
Entre las hojillas de las Obras Completas de Juan L. Ortiz editadas por EDUNER nos encontramos con un texto dedicado a la transformación del paisaje de la provincia que tiene un tono tan periodístico que decidimos incorporarlo en este homenaje:
“Decididamente el paisaje de nuestra provincia está cambiando de manera alarmante. Quien lo ha visto unos años atrás, cuando los montes y los arroyos le daban una fisonomía muy particular, no puede menos que sentirse inquieto. ¿A dónde se llegará con esta tal estúpida?, no dejará de preguntarse. Estúpida, en efecto, es esta deforestación que está afectando las condiciones mismas de la agricultura. Las capas ricas de la tierra van quedando sin fijeza y el fenómeno erosivo va en progreso. Se ha alterado el régimen meteórico, se ha alterado el clima. Las lluvias son cada vez más irregulares, más escasas y las sequías más prolongadas. La fecundidad natural y las naturales vías fluviales que debidamente cuidadas hubieran podido constituir caminos nada despreciables para el intercambio interior y, por otro lado, una seguridad para aquella, van así desapareciendo. ¡Lo que una economía más inteligente, lo que una administración más inteligente de nuestros bienes naturales hubieran podido, pueden hacer aún de nuestra provincia!, hemos pensado varias veces. Entre Ríos podría ser el verdadero jardín del litoral, el verdadero parque del litoral. Ya sus pastos, según la observación de un distinguido botánico, se prestan para ello, tienen una calidad de césped. Claro que esto supone una profunda reforma en el régimen de propiedad de la tierra, lo que a su vez supone un gobierno central de otro tipo que el que soportamos”.
Como personajes de ficción
A tal punto tiene importancia el periodismo en la obra de nuestros escritores que reproduzco dos ejemplos en los cuales la prensa funciona como ‘recurso de verosimilitud’. Veamos un extracto de Manauta en la novela ‘Los aventados’:
“Entramos sin llamar al conventillo y atravesamos tímidamente el pasadizo. Cuando estuvimos en el patio, los vecinos me reconocieron. Con lo que ellos me contaron fue suficiente para la nota que me había encargado el secretario de redacción, mas para enhebrar la historia que sigue debí volver dos o tres veces más y compartir otras tantas botellas de vino con la que se me ha ocurrido llamarle Doña Adelaida Juárez. Ella, recuerdo, fue la que me dijo esa mañana:
-Es una lástima, se acaban de ir. Deben de haberse cruzado con ustedes en la vereda.
Entonces yo salí precipitadamente a la calle, pero ellos ya habían desaparecido. Qué rápido -pienso ahora- entreveran algunos y funden su pequeña felicidad con la alegría del mundo”.
Es el turno ahora de Tuky Carboni que al comenzar ‘El tan deseado rostro’ nos presenta una entrevista a su personaje de ficción Florencia Aráoz:
“En apoyo de esta hipótesis reproduzco parte de un reportaje que la revista Alfa publicó en el mes de agosto de 1992.
-Periodista. ¿El escritor debe, necesariamente, haber vivido una experiencia para poder escribir acerca de ella?
-Florencia Aráoz: Mi querido joven, un escritor es un poeta que escribe en prosa, y un poeta, ya lo dijo Rilke, no tiene identidad propia, vive sin cesar en otro cuerpo.
-P. De acuerdo, pero debe resultar más difícil que hacerlo a partir de una experiencia concreta …
-F.A. Nunca me propuse averiguarlo. Puedo asegurarle, en cambio, que es apasionante. Los poetas, y me reconozco más como poeta que como escritora, tenemos un salvo conducto que nos permite atravesar las fronteras donde el yo está confinado, para expandirlo hacia el resto de la creación. Es como tener una llave maestra que nos abre el corazón del otro, contagiarnos con sus obsesiones, sus temores, sus deslumbramientos, su grandiosidad y su miseria. Entonces vemos el mundo con sus ojos, sentimos con su piel, odiamos o amamos con todo el otro”.
Seguir contando historias
Habrá mil cambios que todavía no podemos comprender, pero siempre estará latente la necesidad de que alguien nos cuente alguna historia sobre lo que pasa alrededor. Siempre seguirá siendo necesario un periodista como puente entre la realidad y el pueblo. Tuvimos muy grandes ejemplos de los cuales aprender y es justo recordarlos. Para terminar dejamos la frase de Tácito que Mariano Moreno eligió para la Gaceta de Buenos Ayres:
“Tiempos de rara felicidad, aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo”