Pata Pila
Seis gualeyas realizaron un voluntariado en “Pata Pila”, en Yacuy, Salta
“Nos vinimos con más de lo que llevamos, con el alma llena de amor, de sonrisas, de compromiso con los que más lo necesitan”
El voluntariado, uno de los tantos que realizan diferentes grupos, fue llevado adelante por un grupo de seis mujeres de diferentes edades de nuestra ciudad, un grupo humano que no sólo colaboró, sino que se benefició espiritualmente, las fortaleció humanamente, mucho más de lo que esperaban. Conversamos con ellas acerca de la enriquecedora experiencia que llevaron adelante, pero sobre todo lo valioso para las comunidades con las cuales fueron a colaborar. Ellas son Florencia Benedetti, Paulina Valenti, Brígida Marcó, Sofía Lerman, Milagros Benítez y Paola Almada. Conversamos con todas ellas y compartimos sus testimonios.
Florencia Benedetti: -Pata Pila es una ONG que lucha contra la desnutrición infantil y cada año, desde hace siete, realiza este viaje de voluntarios, generalmente, en febrero. La búsqueda de Pata Pila es abierta. En mi caso, llegué por las redes sociales y por personas que ya habían viajado. Te comunicás mediante correo electrónico, luego te citan a una reunión por Meet y se recibe toda la información acerca del viaje. Puede acceder cualquier persona del país y del mundo. Acá en Gualeguay está Diego Bustamante, el creador de Pata Pila. El viaje se realiza a Yacuy, una comunidad a veinte minutos de Tartagal (Salta), en límite con Bolivia. Nuestra tarea se centró ahí, mayormente; después nos movimos a otras comunidades cercanas.
Sofía Lerman: Estuvimos de sábado a domingo. Por ahora, el único mes en que se hace es en febrero. Éramos treinta y cuatro voluntarios, todos juntos. Algunos chicos que ya lo habían hecho el año pasado, volvieron a hacerlo este año. Ellos, por ejemplo, fueron a otras comunidades; no estuvieron con nosotros. Sí compartimos algunos días, el inicio y el final. Estuvimos en Yacuy los que íbamos por primera vez.
Durante el viaje, tuvimos algunos problemas, por así decirlo. Salíamos de acá el viernes 2 de febrero hacia Ezeiza. Ya al salir, salimos sin nuestras valijas, porque por problemas técnicos, nos dijeron que no la podíamos llevar (viajamos con Flybondi). Llegaron a las doce menos cuarto de la noche, a Salta. El sábado, a las ocho de la mañana, salíamos para Tartagal, en colectivo y de ahí para Yacuy. Algunos en camioneta y otros en colectivos de línea. La vuelta fue medio complicada porque hubo cancelación por una tormenta.
Con respecto a voluntarios de otros lugares Sofía comenta: -Había chicas y tres chicos. Uno de los chicos era de Canadá, que hace voluntariados por todas partes del mundo. Después estaba el director ejecutivo de Pata Pila, Agustín Ochoa. Otro chico más, un ingeniero, de Buenos Aires. Casi todas éramos mujeres, la mayoría de Buenos Aires, estudiantes, profesionales, no profesionales. Había gente de Neuquén, de Rosario, de Jujuy, de Tucumán; nosotras siete, de Entre Ríos; seis de Gualeguay, e Iliana Brondani, que vive en Paraná. Diego Bustamante también compartió con nosotros el viaje. Había una médica pediatra que era española; se encargaba de pesar los bebés de la comunidad, de medirlos. Hay distintos programas; uno de ellos se encarga de suministrar leche en polvo, de los controles pediátricos.
Paulina Valenti: Nosotros, en particular, estábamos principalmente con los chicos; todas las tardes íbamos a la plaza y llevábamos juegos organizados, dibujábamos, pintábamos, jugábamos al vóley, a la pelota. Siempre la convocatoria era maravillosa, porque este se hace desde hace siete años, todos los años, los chicos y toda la comunidad esperan a los voluntarios de Pata Pila. Así que el recibimiento es impresionante. Por ahí, uno va con la idea de ayudar y dar y viene tan lleno de sonrisas, de momentos, de charlas, de reconocimientos, de abrazos, de charlas con mamás. Uno viene con el alma llena.
-Quería agregar que, además de los juegos, organizamos talleres, como de nutrición, de ESI (Educación Sexual Integral), de discapacidad. Actividades que se realizan con las mamás; en el caso de ESI, con adolescentes de trece a diecinueve años. Los talleres eran muy bien recibidos; sobre todo, el de ESI, en el que estuve presente; muy abiertos a preguntas, se formó algo muy lindo.
-Había días que teníamos charlas coordinadas por Diego (Bustamante) o por Cecilia, quien estaba encargada de la selección del voluntariado y nos acompañó siempre; estuvo con nosotros en la escuela, conviviendo. Dos o tres veces por semana, después de comer o al final del día, hacíamos una charla en la que cada quien expresaba cómo se sentía. Fue un espacio muy movilizador porque ahí afloraban todos los sentimientos, encontrados o no, de las experiencias del día. Me pareció muy positivo compartir eso con el grupo. Lo lindo fue que lo vivimos a nivel grupal, con gente que no conocíamos. Fue una suma de experiencias; no vinimos con más de lo que llevamos.
Milagros Benítez nos informa: -Yacuy es una comunidad de alrededor de cinco mil habitantes. Nosotras nos quedábamos en una escuela, estaba justo enfrente a la plaza. Nuestro contacto con los chicos era siempre en la plaza o íbamos en diferentes grupos a visitar a las familias. Es una comunidad donde la gente es muy buena. Pata Pila empezó en esa comunidad en 2015; la gente está muy acostumbrada, nos esperan, siempre esperan nuestra visita para charlar o comentarnos de su problemática o para lo que sea. Hay un grupo que siempre recurre al equipo de Pata Pila. En cada una de las comunidades, hay cinco equipos, que trabajan en distintos lugares, y siempre llaman a la coordinadora del equipo cuando hay algún problema o lo que sea. Siempre recurren a Pata Pila.
-Cocinábamos en distintos grupos, con dos mamás que eran de la comunidad. Era muy lindo, porque nos comentaban y comíamos sus comidas típicas; veíamos cómo cocinaban. Siempre era todo en conjunto, tanto en la limpieza de la escuela, nuestra casa por una semana, como el tema de la cocina y el tema de la supervivencia porque éramos treinta y cuatro personas que no nos conocíamos y nos levantábamos y nos acostábamos juntos.
-También tuvimos una charla con las chicas que estaban instaladas en las demás comunidades y nos contaban que en esas comunidades, que están en zonas selváticas, solamente llegan ellas a esos lugares. Por ejemplo, puede ser que durante un año, realmente, no se cruzan a nadie; entonces, hay que hacer notar la falta de presencia del Estado y la falta de los derechos de estas personas que son vulneradas absolutamente y no tiene ninguna de las cosas básicas que se necesitan para vivir: desde el agua potable, hasta un baño una vivienda donde puedan estar bien, calentitos o frescos si hace calor. En la realidad, me encontré con algo que uno dice que no existe, que es de película, en lo que no se cree, hasta que uno va y lo vive. Realmente, hay días en los una vuelve como destrozada, porque no se entiende cómo puede existir esa realidad; es muy injusto. Y hay días en los que recibís mucho amor de ellos y también entendés que es la única realidad que ellos conocen y que son felices de esa manera.
La ONG subsiste por las donaciones de la gente, nada más. No importa cuanta cantidad, porque no hay un monto que te pidan: lo que cada uno pueda donar; así que vamos a dejar los datos para que lo hagan.
Brígida Marcó:- Pata Pila es un referente muy positivo y muy bienvenido en la comunidad, significativo. Personalmente, me llamó la atención la hospitalidad, el cariño. Hacíamos visitas domiciliarias; ellos compartías sus vivencias, sus costumbres con nosotros; nos recibían con mucho cariño, muy abiertos a contarnos cómo eran sus vidas, sus costumbres. Te invitaban con mate, te regalaban unos panes que ellos hacen. Pero también siento que tiene que ver con la figura tan significativa de Pata Pila en la comunidad. Es una ONG que hace mucho por esta comunidad de indígenas guaraníes, aunque también están con otras comunidades, como los wichís y otras comunidades indígenas. Si no fuera por Pata Pila serían comunidades olvidadas por la lejanía geográfica; la labor que hace Pata Pila es fantástica.
-Las mamás viven generalmente de las asignaciones universales o de las pensiones nacionales no contributivas. Los papás van a trabajar fuera de la comunidad, a las ciudades más grandes, donde tienen más posibilidades laborales.
-Nos levantábamos a las siete u ocho de la mañana, desayunábamos en comunidad, en la escuela y salíamos a realizar la actividad que teníamos planificada para la mañana: ir a alguna comunidad, hacer actividades recreativas, dictar algún taller. Tomábamos algún colectivo o nos íbamos en las camionetas de Pata Pila. Volvíamos, almorzábamos, estábamos un rato; después planificábamos las actividades que hacíamos todos los días como la de ir a eso de las cinco y media, seis de la tarde a la plaza donde los chicos nos estaban esperando. Eso era “muy fuerte” porque nos esperaban en la puerta de la escuela. Llevábamos para que pintaran mandalas, para que dibujaran, para jugar al fútbol, al vóley. Las nenas hacían trencitas, pulseritas y después. Había días en que dictábamos algún taller en el centro de Pata Pila para los adolescentes, para las mamás. Cuando terminábamos la actividad, volvíamos a la escuela, ayudábamos con la cocina; las tareas estaban divididas en grupos. Según el grupo, algún día tocaba limpiar los baños; otro día, ayudar a cocinar a las mamás de la comunidad. Hacíamos todo en comunidad y compartido.
Florencia Benedetti agrega: -Se hace el control pediátrico; las mamás se acercan con las libretas sanitarias. A veces, algún que otro agente de salud llega a los domicilios y tienen algún control desde ahí. Desde el equipo de Pata Pila se hace el control para ver el peso y crecimiento básicos del niño y cualquier recomendación y sugerencia para mejorar el estado de salud del niño, de la mamá, de la familia, entendiendo que es algo que involucra a toda la familia
-Una de las problemáticas que más se encuentra es la baja talla que va ligada a la mala nutrición. No sólo es desde la infancia, sino desde el embarazo también. Hicimos controles de mamás embarazadas en las que ya se veía un bajo peso; pocos controles durante el embarazo; sin recibir el suplemento necesario de hierro o todo lo que necesita un embarazo cuidado. Es una malnutrición que se viene arrastrando desde los primeros meses del bebé, antes de nacer y origina eso: una baja talla, un bajo peso; tiene una baja altura de acuerdo a la edad. Asociado a todo esto, hay muchas diarreas asociadas a parasitosis. Cabe destacar que no tienen acceso a agua potable, uno de los temas que intentamos trabajar mucho en los diferentes talleres, cómo sanitizar el agua para volverla potable. También hay una mala desinfección de frutas, verduras. Por ahí, vivimos esto de que las necesidades básicas estaban totalmente vulneradas, en muchos de los casos. Pero, lo del agua potable estaba limitado en todos los casos. Hay alguna que otra patología respiratoria, muchas infecciones. Va todo ligado a la misma falta de higiene, de nutrientes, de todo ese conjunto.
Más adelante comenta Florencia: -Estas actividades se venían planeando desde noviembre, que fue cuando cerramos el viaje. Hubo un cronograma, un orden. Los talleres y las charlas surgían sobre la base de las demandas de la comunidad. Claro, sucedieron cosas que nos corrieron un poco del cronograma, pero íbamos con algo pactado y se intentó seguir ese orden para respetar todas las actividades.
-Tuvimos la oportunidad de conocer el centro de Pata Pila, donde se hacen todas las actividades. Podemos contar que hay un montón de actividades y, a veces, no se ven. Se realizan muchos talleres de oficio, generalmente, van las mamás y es para poder brindarles las herramientas que les generen independencia y que sean una puerta para insertarse en el campo laboral. Hay talleres de pastelería, de reciclado, de pintura, de costura; de cocina tradicional, para niños. Se enseñaba reciclado de pañales. Es bueno que todo esto se visibilice, porque si bien está el voluntariado en febrero, están todo el año trabajando. Las mismas personas que dan esos talleres son las mamás a las cuales se las formó para poder darlos. Tuve la oportunidad de hablar con una mamá que tiene a su cargo el taller de pastelería de niños, que ahora produce tortas, cosas dulces y subsiste con eso. También hay un Jardín Montessori, en el cual las chicas están en formación aún, pero están empleando muchas cosas en conjunto con otras profesionales conectadas virtualmente para ayudar. Está funcionando el jardín, diariamente, hacen actividades. Además, funciona ahí un comedor para los chicos que van al centro.
- También es muy bien recibido cualquier tipo de proyecto que se puedan llevar a cabo en la comunidad. Por ejemplo, lo que te contaba de los pañales reciclables fue uno que mandaron, creo que desde Córdoba. Lo propuso una persona, fue bien aceptado y lo están implementando. Una idea puede servir también; ellos son súper abiertos para tratarla y es muy bien recibida, también.
Brígida Marcó acota: -Otra de las cosas que sentimos que tenemos que mencionar es el gran trabajo de Pata Pila; ellos tienen equipos de profesionales, están muy dedicados a su labor; tienen equipos armados, de hecho en Buenos Aires tienen oficinas. Tienen centros en varios lugares, en Salta, en Mendoza. Realmente, la dedicación es muy meritoria porque son lugares muy inhóspitos, muy alejados geográficamente. Hay muchos profesionales que viven en los centros, alejados de las poblaciones, en comunidades totalmente olvidadas y si no fuera por la labor de Pata Pila, sentimos que esa gente es olvidada. Ellos hacen visible lo que no se ve. Pata Pila es una ONG que tiene ochenta empleados y aunque esté bien organizada, necesita ayuda, por eso invitamos a quienes quieran apadrinar a alguno de los chicos, a quienes quieran hacer donaciones que son importantes para que tengan sustento y puedan dar continuidad a lo que vienen.
Paola Almada por su parte comenta: -El clima es muy caluroso, húmedo, pesado. En cuanto al paisaje, hay de todo, de lo lindo a lo feo. Pasamos por lugares de naturaleza muy pintorescos; otros, se veían áridos.
-El voluntariado es un movimiento que es para compartir; un movimiento que vinimos con muchas ganas de hacerlo visible, que la gente conozca lo que hace Pata Pila, porque la verdad que es maravillosa la tarea que hacen; pero, a su vez también, esto de buscar voluntarios que dejen de lado sus vacaciones y se brinden entero es un gran desafío. La verdad, puedo decir que, como experiencia propia fue una inyección al alma. Quizá, cuando iba, lo hacía con muchas preguntas: ¿qué voy darles?, ¿qué voy a hacer por ellos? La verdad es que me dieron ellos más a mí y volví como renovada, en el sentido de querer brindarme mucho más, porque pobreza y desnutrición hay en todos lados y esta experiencia me fortaleció, humanamente, mucho más de los que yo esperaba.
Florencia Benedetti expresa: - Damos las gracias por el espacio que dio este medio para comentar esta experiencia. Nosotras tomamos esto como una oportunidad de compartir lo que vivimos, aunque sea un poquitito; creo que hay un montón de cosas que cada una se guarda, difíciles de contar. Es una experiencia súper linda, recomendable para hacer. Uno vuelve como muy lleno de cosas y muy consciente de que con muy poquito se puede hacer un montón porque una de las sensaciones que tuvimos durante todo el viaje era esto de que dejábamos muy poco ahí. Pero, en realidad, a lo último, nos dimos cuenta de que así como nos trajimos, dejamos un montón. La última despedida que tuvimos en la plaza con los chicos fue movilizante y nos dimos cuenta de que habíamos dejado un lindo trabajo o un lindo tiempo compartido al menos. Invitamos al que se anime, al que no también, porque miedos van a haber un montón y no se queden con la experiencia de nuestro viaje. Pueden contactarse, los chicos son súper atentos para responder y si bien el voluntariado es en febrero, por ahí también se organizan algunos viajes muy particulares, de acuerdo con la demanda de las comunidad que, a veces, se organizan con algunas personas. En Instagram está Pata Pila ONG (@patapilaOK), ahí ellos publican toda la información y publican el link para poder ingresar para donar. También una página web que tiene diferentes donaciones que se pueden hacer de distintos montos, están los datos de la cuenta y el tema de cómo apadrinar y demás. Hay un evento, también, que se hace en Buenos Aires, para recaudar fondos. Ahí, por ejemplo, en ese evento, nos contaban que muchos de los voluntarios que ya han viajado, forman parte de la organización. Uno puede seguir vinculado a Pata Pila de otra manera, sin la necesidad de estar visible.
El regreso complicado, pero con el corazón rebosante
Paulina Valenti nos comenta: El lunes 12 volvíamos; supuestamente el avión salía catorce cincuenta y cinco, por la tormenta pasó a las cinco, después a las nueve y media. A las once, ya con el preembarque hecho, nos avisan que el vuelo estaba cancelado, que fuéramos a la ventanilla. Fuimos, nos ofrecían volver, (era lunes doce), del dieciocho para adelante. Entramos como en una especie de crisis grupal, no teníamos cómo volver, ni donde dormir, llovía; no teníamos ropa, nos habían devuelto las valijas todas mojadas.
Sofía Lerman agrega: -Estábamos con la ropa de hacía una semana. Ese día no teníamos nada, los remises no entraban porque estaba inundada la ciudad, no sabíamos qué hacer… Hasta que una chica que estuvo con nosotras en el voluntariado, que vive en Salta, nos pasó unos números de unos hospedajes; conseguimos uno, a eso de la una de la mañana, porque una señora nos contestó no sabemos cómo; era cerca del aeropuerto, aunque esperamos como dos horas más un remís.
Brígida Marcó acota: -Ahí nomás, en el aeropuerto, sacamos pasaje en colectivo hasta Rosario. Viajamos veinte horas, nos fueron a buscar nuestros familiares; así que tardamos aproximadamente veinticuatro horas en volver a Gualeguay.
Hacia el final de la conversación, Paulina Valenti nos dice: -Todo esto me dejó un montón de cosas. Todavía no he podido ordenar todo lo que me pasó. Era un tobogán de emociones, pasábamos de la risa al llanto en un minuto. Vine con el alma llena, con un montón de preguntas personales. Mucho movimiento, pero feliz de haberlo hecho. Agradezco a Pata Pila por haberme permitido vivir la experiencia del voluntariado y lo volvería a hacer. Solamente entendés a estas personas viviendo esta experiencia. Y es cuando invitamos para que vayan porque es única y es algo hermoso.