Por Santiago Joaquín García
‘Semilleros’: un libro sobre la infancia de los campeones del mundo
Este jueves se presenta en Buenos Aires un trabajo que relata el primer contacto con la pelota de los 26 campeones del mundo, Scaloni y Aimar. En esta nota hablamos con uno de los responsables y compartimos un extracto del texto de Lisandro.
Juan Stainsci es periodista y escritor. Ha publicado “Crónicas maradonianas” y “Fuegos de junio”. En diálogo con El Debate Pregón nos cuenta cómo se llegó a la publicación de “Semilleros: la infancia de los campeones del mundo en sus clubes de barrio” que se presenta este jueves 13 de julio a las 19 horas en el Club Malvinas Argentinas de Parque Chacabuco, CABA y que promete venir a Gualeguay muy pronto.
El Debate Pregón: ¿Cómo se gestó este libro que ya es una realidad?
Juan Stainsci: La cuestión surge en enero de este año, cuando con Fabián D'Aloisio nos juntamos para pensar un poco para dónde encaminar el proyecto de Meta. Meta es una revista digital que nació en 2021 y busca encarar el deporte o contar el deporte desde una perspectiva más social, desde los clubes de barrio, desde las agrupaciones que se juntan para tratar de que los chicos en los barrios tengan algunas salidas deportivas y como para generar otro tipo de vínculos. Incluso cuenta proyectos de personas que ni siquiera son profes, pero que ven a los pibes jugando en el barrio sin un marco un poquito más ordenadito y hay una placita o hay un baldío y lo ponen a los chicos a jugar ahí, consiguen como pueden los conos o los barquitos o pelotas y en base a eso se arma una escuelita de fútbol. No solamente vinculados con el fútbol, sino también vinculados con otras disciplinas, como el básquet, el vóley. Fabián es el director de Meta y desde el año pasado estaba con ganas de pensar en algún libro de relatos o crónicas. A su vez, Fabián tenía la idea de hacer un documental sobre clubes de barrio en Argentina y eso llevó obviamente a la ‘Scaloneta’. Esto fue el 6 de enero, hacía menos de veinte días Argentina había sido campeona del mundo. Y tenemos la particularidad nosotros de ser prácticamente el único, o uno de los pocos países del mundo que tiene a sus futbolistas salidos de clubes de barrio. No salen de academias o de otro tipo de espacio como sucede en la mayoría del mundo.
DP: ¿Qué son los clubes de barrio?
JS: Tienen esto de juntarse a través de un espacio que nuclea a los vecinos, donde los padres van a poner el cuerpo solamente para que los chicos puedan jugar, no pagan una cuota social, no hay un fin lucrativo, sino todo lo contrario. O sea, hay gente poniendo tiempo a cambio de nada, o a cambio, sí, de que los chicos tengan un lugar para jugar. Y después esos clubes normalmente quedan en el olvido. Todos estos chicos que fueron campeones del mundo salieron de ahí, no hay ninguno que no haya pasado por un club de barrio o un club de pueblo y normalmente no son muy nombrados salvo los casos muy particulares de Messi, quizás un poco el Dibu, pero en su mayoría no son lugares que sean recordados como para decir: ‘mirá, che, vayamos a mostrar este lugar’. La gran mayoría ni siquiera ha cobrado un mango por las transferencias millonarias que han tenido los chicos que pasaron por ahí porque hay un mecanismo de FIFA de solidaridad, en el que el futbolista tiene que haber pasado, creo que entre los diez y los doce años al menos seis meses, aproximadamente, para que los clubes puedan cobrar. Y en muchos casos, estos clubes tuvieron muchos años a los chicos, pero los tuvieron antes de la edad estipulada. Y si uno piensa en los valores de las ventas que son millonarias a los clubes les quedaría un mínimo porcentaje, pero capaz son cincuenta mil euros, y para un club que quizá tiene que techar la canchita es un montón. Cuestión que la idea fue decir: ¿por qué no hacemos un libro, aprovechando a los campeones del mundo, para hablar de estas cuestiones de los clubes de barrio?
DP ¿Cómo lo llevaron a cabo?
JS: Primero nos preguntamos ¿podemos juntar 28 escritores, 28 periodistas que puedan contar esto? Porque además de los jugadores, tenemos notas sobre Scaloni y Aimar. Lo hicimos tratando siempre de que los futbolistas que eran de provincias, como Lisandro en Gualeguay o el Huevo Acuña que es de Zapala, que fueran periodistas del lugar. En el caso de los jugadores cordobeses, lo mismo. Y tratando también, otra cuestión que nos habíamos puesto como objetivo, era que hubiera una paridad entre escritores y escritoras. Respetar el federalismo de las voces y respetar la paridad de género también de las voces, porque nos parecía que era la mejor forma de llevar a cabo el trabajo. Esto fue en enero, y creíamos que iba a ser más difícil, porque la mayoría de la gente está de vacaciones y es difícil que alguien te conteste para hacer un laburo de este tipo en dos meses durante enero. La idea era para el primero de abril tener todos los textos entregados. Nos comunicamos con los periodistas, la primera charla fue el 6 de enero y para el 15 de enero teníamos el plantel completo. Más allá de la idea fue muy importante el laburo y la seriedad con la que se tomaron el laburo quienes participaron, y el aporte de Ariel Scher en el prólogo, de Nemesia Hijós en el epílogo, de Paula que diagramó, de María que corrigió y de mucha gente que fue fundamental durante todo el proceso para que esto se pudiera llevar adelante.
“Muchas anécdotas de los jugadores”
DP: ¿Qué tipo de textos son?
JS: El resultado del libro es básicamente el que nosotros habíamos buscado, y es que los textos sean como una cosa a mitad de camino entre la crónica, el perfil del jugador, y que esté muy presente esta cuestión no solamente del origen del futbolista. Una de las cosas muy pintorescas que tiene Semilleros es la cantidad de anécdotas que hay de los jugadores, muy divertidas porque, claro, estás contando a niños de entre cinco y diez años, que son muy pícaros. Por ejemplo, Enzo Fernández estaba jugando en un club en Parque Chas, acá en Capital Federal, y quería seguir jugando en La Recova, el club de su barrio y no llegaba por una cuestión de horarios de un partido al otro. Entonces, lo que hacían en el club era cortar la luz para no poder arrancar el partido, cortar la luz de toda la manzana y volver a dar la luz cuando llegaba Enzo Fernández. Y el encargado de dar la luz era Enzo.
Pero además de esto, contar qué es de la vida de ese club de barrio hoy en día. Y una de las grandes noticias que nos llevamos con Semilleros es que los 28 clubes siguen existiendo, lo cual no es poco si tenemos en cuenta que Messi, por ejemplo, pasó por Grandoli a principios de los noventa, Di María pasó por Torito a mediados, fines de los noventa, y esos clubes han atravesado por lo menos dos grandes crisis económicas. Y en muchos casos sin cobrar cuota, en otros casos cobrando valores muy simbólicos sólo para poder pagar el seguro de los chicos, en muchos casos sin subsidios, en muchos casos sin saber cómo se hace para poder pagar la luz, el gas, el agua y aparte poder sostener y darles un sándwich a los pibes. Todos siguen en pie, obviamente, que no todos los clubes tienen la misma realidad. No es lo mismo Santa Clara de Fuerte Apache, de donde salió Thiago Almada, que Fitz Simon, el club de Embalse donde jugó Nahuel Molina. Uno es un club de pueblo con categorías inferiores y cancha de once, que también tiene Baby; y el otro es un club bien de barrio con una canchita que recién ahora tiene cemento porque Thiago Almada puso la plata para que la tenga. Pero cuando se les cayó el techo con una tormenta hace cuatro o cinco años no tenían forma de volver a levantarlo. Y cerrando, eso también es lo rico de tener tanta cantidad de autores, que hay quienes prefirieron contar más una cuestión deportiva o futbolística del jugador, y otros que fueron más por el lado social del club.
Lisandro Martínez: los genes llenos de fútbol (extracto)
La relación entre el Barrio Molino y el Club Atlético Urquiza es estrecha. En los primeros años de vida, gracias a la recaudación que dejaban los bailes que se hacían en la sede social, el club pudo comprar un terreno, a unas cuatro cuadras del Molino, y a unas tres cuadras del basural. Sin embargo, toda esa zona que queda del Bulevar San Juan para el lado del río, hasta que se construyó la Defensa Costera, se inundaba con las crecientes. Apenas si se podía identificar la cancha después de que el agua se iba. Al principio, los arcos estaban hecho con postes de luz. De todas formas, se la rebuscaban para ponerle cada vez más onda.
- Cuando fue el Corso del año 1984, que todavía desfilaba por la calle San Antonio, de noche nos llevábamos sillas de madera de Urquiza y las alquilábamos para el público que veía el desfile de las comparsas. Con esa plata pudimos ponerle luz a la cancha. Una luz preciaría, pero luz al fin –recuerda Chito.
En el barrio también se sufrían y mucho las crecientes. Algunos vecinos se evacuaban en el Dispensario que era la parte más alta. Otros se iban por dos o tres meses. La familia de Lisandro era una de las que se quedaba, por miedo a que les robaran cosas. El río estaba ahí nomás. De hecho, había una escalera y un balneario que se llamaba La Crujía. Cuando los partidos se jugaban en La Cava había que tener cuidado de no tirar la pelota a la zona del actual reservorio.
- Y si se caía al agua la buscaba alguno que supiera nadar –bromea Martín.
Datos del libro (Recuadro)
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por Santiago Joaquín García