Ser papá en tiempos de pandemia
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
Ser papá siempre es un desafío. En los numerosos diálogos que he mantenido con ellos solemos conversar respecto de las cuestiones complicadas, pero con mayor frecuencia hablamos de la maravilla de la vida engendrada. El crecimiento de los hijos se produce a ritmos dispares, casi como dando saltos cualitativos que te hacen decir "¿Esto cómo sucedió? ¿Cuándo?".
Papá es el que engendra vida no sólo en el momento del inicio del embarazo. También se compromete en el crecimiento de ese nuevo ser, para que alcance un desarrollo pleno. La vida necesita paternidad para poder desarrollarse, para alcanzar seguridades y contención, como en esos momentos en los cuales hace falta tomar una mano firme para cruzar un temporal.
El padre despliega además un rol social, no sólo familiar. Así como decimos que hace falta desarrollar actitudes maternales de acogida y consuelo, también debemos reconocer la necesidad imperiosa de paternidad que brinde seguridad y horizonte. Lamentablemente existen corrientes culturales e ideológicas de moda que bastardean, ridiculizan y cuestionan el lugar del padre en la sociedad. El resultado no es inocuo. Se provocan vínculos afectivos flojos.
Se enfrenta el desafío de educar hijos libres, entendiendo que el cariño es la primera fuente de autoridad y de credibilidad. Educar mira al futuro, brinda herramientas para cuando el papá no esté. No se plantea una relación absorbente que no deja espacios de libertad.
Asume la gran vocación de dejar a los hijos el mejor tesoro, una buena amistad con Jesús. Toma el reto de educar en valores que habitualmente no son compartidos con el mundo: decir siempre la verdad, cuidar al más débil, ser solidarios, compartir. Sabemos que vivir así implica experiencia de plenitud que hay que acompañar con un espíritu libre ante burlas e incomprensiones en el futuro.
No hay un manual de procedimientos o cursos para aprender. No existen tutoriales ni "cinco tips" que te aseguren un buen resultado. Ser papá es un arte que se incorpora y despliega. Es tener la sabiduría para marcar límites a tiempo, y hacerlo con amor y gran ternura. Siempre va a estar el temor a equivocarse en más o en menos. Es una realidad dinámica que implica caminar juntos, en familia a la par, mirando hacia adelante con las dos manos en el arado.
Me animo a decir que para ser un buen papá ayuda mucho sentirse hijos amados de Dios Padre y compartir espacios de oración en familia. Ser portadores de esperanza, pidiendo esta gracia cada día y la sabiduría de poder darla a los hijos.
Miremos a los papás con niños chicos. Durante el aislamiento que impone la pandemia se reinventaron para que en casa no les falte nada. Se convirtieron en maestros haciendo con sus hijos las guías de la escuela. Volvieron a usar la creatividad para entretener y divertir a sus hijos.
Vemos también papás que al perder el trabajo por la crisis que golpea a los más pobres se esfuerzan por conseguir como sea alguna changa que logre frenar el avance del hambre y la miseria.
No perdamos de vista a los papás que son Adultos Mayores, tal vez ya abuelos, que tienen otras preocupaciones: cómo mantener unida a la familia, acompañando fracasos y dolores de los hijos. En este tiempo de pandemia sufren al espaciar las visitas reconfortantes de los nietos y el encuentro de la familia ampliada. Se les hace difícil —a quién no—encontrar cómo convivir con el dolor, la tristeza y el miedo, perdiendo a personas muy queridas, sin poder tener el espacio de la despedida, la mano y la caricia que reconfortan en la última hora.
En la familia son tiempos de solidaridad y de privilegiar las relaciones humanas. De cobijo y compañía ante tanto desamparo e intemperie. La fe es uno de los pilares que fortalecen. Que nuestro corazón tenga una apertura a la escucha de la Palabra de Dios y sepa descubrir al Padre Misericordioso y amoroso como el de la Parábola del Hijo Pródigo que relata el Evangelio.
El papá se brinda al trabajo y el cuidado de la familia, como San José, el padre adoptivo de Jesús y custodio de la Iglesia. Que él guíe y reconforte a todos los papás en su día.