Por Pbro. Jorge H. Leiva
Síndrome de miembro fantasma
Se denomina "Síndrome de miembro fantasma" al cuadro de sensaciones de dolor, picor, disestesias, sensación térmica, que sienten algunas personas en un miembro amputado que persiste, pese a no tenerlo.
Es un cuadro complejo que refieren casi dos tercios de las personas amputadas. Imaginemos la rara sensación de percibir señales de un lugar de nuestra corporeidad que ya no está, que ya nos ha sido quitada por razones de fuerza mayor. Ciertamente, debe ser muy doloroso.
Por otro lado, hay quienes dicen que es más doloroso "El síndrome de la espiritualidad fantasma", es decir, tener sensaciones en ciertos ámbitos de la subjetividad que hemos amputado. Es probable que nuestro cerebro nacido para la comunicación, que no hemos querido tener por optar por el aislamiento narcisista o por los que no hemos podido tener a causa de los duelos de vínculos afectivos rotos o frustrados en medio de nuestra cultura individualista. Quizá, también, tengamos el síndrome de comunidad perdida. Es probable que nuestras neuronas nacidas para sentirse parte de una tribu o de una civilización tengan algo así como el "síndrome del pueblo amputado". Quizá nos negamos a admitir que tenemos sed de la sensación de pertenecer a una multitud que peregrina a un santuario. "De la misma manera, es posible que nuestro cerebro nacido para percibir bellezas de la naturaleza y de la genialidad de ciertos artistas padezca también ciertos dolores y picazones sin darse cuenta de la amputación de la experiencia estética.
Es probable que la humanidad primitiva no tuviera amputada la percepción de la belleza: nuestros abuelos más abuelos, que eran los sufridos hombres de las cavernas, si bien necesitaban muchos esfuerzos para sobrevivir a la naturaleza adversa y combatir en su corta vida, con la percepción de los vuelos de las aves, los movimientos de los peces, las sonrisas de los niños y del resplandor del sol cuando amanece, sus esforzadas neuronas ya estaban "formateadas" para la belleza.
Quizá nosotros tengamos "el síndrome de la belleza fantasma", es decir, que desde el fondo de nuestras entrañas sigan llegando a la cabeza y al corazón señales de una estética que hemos perdido. Quizá es hora de reimplantar esos miembros amputados de la comunión, la belleza, el silencio de la espiritualidad y de los ritos sagrados. Quizá dos tercios de las personas amputadas en su interioridad tengan remedio gratis muy cerca de su casa y de su alma. O, mejor dicho, dentro de esa casa que se llama corazón.