Sindrome de Ulises
Cuando Polifemo le preguntó su nombre, Odiseo le dijo que se llamaba Outis (nadie). ... Éste empezó a gritar a los demás cíclopes que «Nadie» le había herido, por lo que entendieron que Polifemo se había vuelto loco, llegaron a la conclusión de que había sido maldito por un dios, y por tanto no intervinieron.
Emigrar se está convirtiendo hoy para millones de personas en un proceso que posee unos niveles de estrés tan intensos que llegan a superar la capacidad adaptación de los seres humanos. Estas personas sufren el riesgo de padecer el Síndrome de Ulises o síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple que es un cuadro de duelo migratorio extremo, no un trastorno mental, que aparece en los inmigrantes que viven situaciones muy adversas (soledad, exclusión, miedo e indefensión). Este cuadro fue descrito el año 2002 por el doctor Joseba Achotegui. El nombre hace referencia a Odiseo, héroe de la mitología griega conocido como Ulises en las leyendas romanas. Según cuentan la Ilíada y la Odisea, principales textos épicos de la época clásica griega, después de participar en la Guerra de Troya Ulises navegó durante 10 años enfrentándose a grandes dificultades antes de lograr volver a casa.
El primer exilio fue bíblico: Eva y Adán, expulsados del paraíso. Más adelante, el Antiguo Testamento narra cómo los hebreos del reino de Israel fueron deportados a la ciudad asiria de Nínive. Luego los del reino de Judá fueron trasladados a Babilonia. El exilio es recurrente en la Biblia hebrea y en la experiencia histórica de la comunidad judía. Nos cuenta el historiador Polibio que, para los romanos, el exilio era considerado a menudo una opción voluntaria por la cual un ciudadano evitaba una pena mayor abandonando la comunidad. El propio Cicerón, que dejó Roma por un tiempo, escribió: "El exilio no es una pena, sino un refugio, un medio por el que uno escapa a un castigo". Si bien la fuga se entendía como una salida voluntaria, existían también modalidades más acotadas y severas de destierro, desde la relegatio hasta la deportatio, siempre preferibles, en principio, a la pena capital.
A lo largo de los siglos, las guerras de religión empujaron a cientos de miles de personas a abandonar sus comunidades por temor a ser encarceladas o ejecutadas por sus creencias. Podemos tomarlo como una metáfora de otro sentimiento: la alienación (sentirse extraño) en las sociedades modernas cada vez más deshumanizadas, si bien en grado diferente. Lo importante, son las razones que llevan a una persona a separarse, voluntaria o involuntariamente, del territorio que la vio nacer. Desde el punto de vista psicopatológico lo consideramos un proceso de duelo (adaptación a pérdidas psicológicamente significativas). Las personas que deciden emigrar se separan de su entorno habitual, de su familia, de sus amigos, de sus compañeros de trabajo e incluso de su identidad como ciudadanos de un país concreto. La soledad es más dura por las noches cuando llegan los recuerdos y las necesidades afectivas. En muchas ocasiones, la persona que decide emigrar del país envía la mayor parte del dinero que generan a su familia. Hay sensación de aislamiento sociocultural. Puede producirse por el desconocimiento del idioma del país, diferencias culturales o étnicas, diferentes valores. También por los prejuicios con los que muchas de estas personas son juzgadas al llegar a su nuevo destino. Hay miedo que es factor de stress. Buscar trabajo o acceder a servicios básicos como la vivienda o la asistencia médica es una tarea realmente frustrante para muchos de ellos. Proliferan los sentimientos de tristeza relacionados con el fracaso personal, la baja autoestima, la culpa e incluso el deseo de morir. Sintomatología depresiva: Destacaría la tristeza que se incrementa si la persona percibe fracaso, también ansiedad generalizada, irritabilidad. El apoyo social y sanitario se vuelven clave en estos casos, sobre todo en cuanto a técnicas terapéuticas se refiere.
La prevención y una detección precoz de la problemática evitaría la cronicidad de parte de los conflictos psicosociales. De este modo, una intervención de tipo psicoeducativo junto con entrevistas terapéuticas, facilitará que las actuaciones que se lleven a cabo sean más eficaces. Creándose un contexto que propicie el intercambio de una relación adecuada entre los profesionales de la salud y quienes necesitan ayuda.
: "...y Ulises pasábase los días sentado en las rocas, a la orilla del mar, consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas, fijando sus ojos en el mar estéril, llorando incansablemente..." (Odisea, Canto V, 150).