Triste noticia
Triste noticia por el fallecimiento de Héctor Muñoz
Un recuerdo para Héctor Muñoz -Con motivo del fallecimiento del reconocido pionero de la artesanía en cuero crudo de nuestra ciudad, elegimos recordarlo con la última nota que le realizamos desde El Debate Pregón.
Héctor Muñoz: más de cincuenta años creando con el cuero
Solidario hasta para dar una entrevista, Héctor ha estado toda su vida vinculado a la artesanía. Su mayor orgullo radica en haber transmitido su oficio y en la satisfacción de las personas que reciben sus trabajos.
por Santiago Joaquín García
Al revés de las familias ostentosas, que obligan a sus hijos a seguir una carrera determinada, la pasión por la guasquería pasó en forma natural de Héctor a Gustavo. Se nota por la entrega desinteresada con la que explican. La entrevista se la hacemos a los dos, aunque por razones lógicas el protagonismo no sea del todo equilibrado. Empezamos por una cuestión importante, la de nombrar el oficio: guasquero. En el diccionario se define el origen de la palabra guasca. (Del quechua waaskha: cadena, cuerda, soga). “En el litoral, en el sur de Santa Fe y parte de Córdoba nos dicen guasquero, y en Buenos Aires soguero”, diferencian.
“Viene de nacimiento”
Indagamos sobre el origen del vínculo de Héctor con el oficio: “Empecé a trabajar firme a los dieciocho años, pero seguramente ya viene de nacimiento. Vivíamos en Tres Bocas, en el Sexto Distrito, y había un tío, el ‘Carancho’ Lucero le decían, que le enseñaba a uno de mis hermanos mayores. Y yo estaba siempre mirando, tendría cuatro o cinco años. Y Don Lucero me decía: ‘Eso que es curioso m’hijo usted’. Ay, perdone tío, pero igual seguía chusmeando. Y así fue que siempre, siempre me gustó. Desde chico”, recuerda. En determinado momento, sus condiciones fueron evidentes: “Con el tiempo hice un trabajito, porque sí nomás, una fusta me acuerdo que fue, y la vio un vecino y le dice a mi papá: ‘Don Muñoz, ¿esa fusta la hace usted?’ ‘No, él la hace’ –le dice mi papá. ‘Tenes que hacerme dos juegos de guasca’ –me dijo. Y ese encargo fueron los dos primeros juegos de guasca que hice. Me llevó tiempo, pero aprendí”, comenta. Sus ganas de aprender lo llevaron a buscar recursos: Me prestaron un muy lindo libro, muy completo. Trenzas Gauchas. Lo copié en un cuaderno a mano. Y eso me sirvió, aprendí mucho. Después, fue más que nada autoaprendizaje”, resume.
Vestir un desfile
Una anécdota en particular pinta la calidad del trabajo: “Más que nada, lo que yo hago son juegos de guasca, para vestir el caballo. Me acuerdo acá en Gualeguay, haber hecho dieciséis juegos de guasca para una agrupación que desfilaba. Empezó con uno, y después vino otro y me dijo: ‘No, Muñoz, tienen que hacerme a mí también’, y así otro y otro. Cuando fue al desfile, recibió aplausos por su trabajo. “Fue un orgullo”, recuerda. Su versatilidad le llevó a tomar pedidos desde otros lugares: “Trabajé muchos años en una casa de Buenos Aires. Algunos se dedicaban a los rebenques, otros a los llaveros y así. En cambio, a mí me preguntaron: ‘Muñoz, ¿me haces tal cosa? Sí, ¿tal otra? Sí, ¿tal otra? Sí. Y así fue que se hizo el contacto. Siempre hubo mucho trabajo. Y gracias a Dios, no digo que fui famoso porque no me gusta, pero sí conocido. Y acá en Gualeguay no había muchos guasqueros. Y ahora mismo me han venido a encargar un trabajo y yo les digo: esperáme quince o veinte días. Capaz que es un trabajo que se hace en un día, pero es porque hay una variedad de otros pedidos también.
Tipos de cuero
Vamos a la materia prima. Les preguntamos si hay diferencia entre animales: “Sí, color principalmente. Hay zonas de acá, de Entre Ríos, será por el alimento que tienen, por la arena de la zona de Médanos, que son muy secos. De la misma raza, pero son secos. En cambio, de las zonas de la Aldea, de Tres Bocas, son excelentes. El más seco te da trabajo, y si uno va a hacer un cinto, por ejemplo, tiene que ser de dócil”, detalla. Luego, Gustavo revela cómo los cambios en la industria bovina tienen un correlato en su trabajo: “Ha cambiado también la alimentación en general. Afecta la grasa y afecta que el color es casi el mismo. Nunca se repite, pero los marrones son todos muy parecidos. Hoy todo es igual, salvo que alguien en su campo o en su chacra tenga animales y consuma carne o prepare la carne para tener en el freezer y traiga el cuero de un animal criado a pasto. Y te das cuenta de la diferencia de grasas en el tiempo que tarda en descomponerse. Se te descompone la grasa y tenés que sacársela antes porque perdiste el cuero”, detalla.
Cambios tecnológicos
Le consultamos a Héctor la incidencia de los cambios tecnológicos en el oficio: “Cuando empecé allá en el campo, en Carcarañá, carnearon una vaquilla. Y papá no sabía trabajar en cuero. Hacía sus trabajos para él nada más porque era tropero. Y me explicó cómo lonjear, o sea, depilarlo al cuero. En una pierna, con los cuchillos, después lo estaquee, lo empecé a sobar. Ahora tenemos con Gustavo una sobadora eléctrica. En aquellos años era maceta, así le decimos a un palo golpeándolo contra otro palo al pedazo de cuero. Se hacía a mano, digamos y llevaba su tiempo. Hoy, con el solo hecho de tener una sobadora mecánica, sacás el cuero después de muchas vueltas de sobado. Después sí capaz le damos un poquito con la maceta, pero poquito. No es lo mismo que hacerlo todo a maceta”, detalla.
Vida de artesano
Vamos a una escena que pinte sus rutinas. Cada mañana, después de los mates y algún puchito, Héctor escribe algo. Reflexiones, memorias, textos que se le aparecen. También se toma un rato para dibujar algo por placer. Y después sí, tranquilo, se pone a trabajar en lo que tiene que hacer ese día. Las herramientas ya están prontas en su mesa. A veces, tiene un trabajo que le quedó sin terminar, “una vaina que empecé ayer”, y otras se tiene que ponerse a diseñar. Gustavo explica con precisión la diferencia entre este oficio y la producción seriada con tientos: “La artesanía no es seriada. Aunque sean similares, cada pieza es única. Nosotros preparamos el material. Puntualizar lo que es artesanía es defender lo que nosotros hacemos. La pieza única y el material. Si te llega el cuero, lo lonjeaste, le sacaste el pelo, lo estaqueaste al sol. Después, cuando se secó, lo sobaste, lo ablandaste. Lo cortaste, lo diseñaste. Todo ese proceso es artesanal. Y también es defender un poco lo que se hizo desde hace más de 200 años. No es achicar otra cosa sino darle más valor a esto. Que no significa que sea mejor tampoco. Es distinto. Ser un artesano es absorber y yo sigo aprendiendo y él también. En la artesanía hay una definición que es indiscutible y es que se trata de una utilidad”, remarca y sigue: “ A veces, hacés un trabajo y la persona se ve fascinada con lo que hiciste porque lo ve imposible. Y para nosotros es algo normal. El artesano tiene una forma de vivir, una forma de expresarse también. Él escribe y yo tengo mi actividad en la cooperativa. En la artesanía no es casualidad cada cosa que haces. Cuando vos en una pieza hacés algo y aplicás algo, estás volcándole parte tuya a lo que te pidió la persona. Si vos tiraste un dibujo para algo que te pidieron que se asemeje a la luna, generalmente no copiás, salvo que te lo pidan. Y es un poco de arte en la artesanía. La mayor satisfacción es la de la persona la persona que recibe tu trabajo y que no se explica el cómo. Pero a nosotros nos gusta enseñarlo y todo el mundo puede hacerlo”.
Profesor Cuerito
Cerramos esta nota con uno de los orgullos de Héctor y que también comparte con Gustavo: “Enseñé en varias escuelas, tengo el orgullo de que enseñé en el Puerto, en la Agrotécnica, en la 75. Iba a la Agro en bicicleta. Y los chicos le ponían sobrenombre a todo. Algunos muy bravos. Y cuando yo llegaba era: “Ahí viene el profesor Cuerito”. De sesenta alumnos para tres talleres, cuarenta me eligieron a mí. Los llevaba al campo, y también a veces había algún problema con alguno, entonces yo los hablaba. Me hice un poco psicólogo. Sabía cómo tratarlos y me hice muy amigo de la gran mayoría. Hasta el día de hoy, todavía hay muchos conocidos que seguimos siendo amigos. Algunas personas me decían: ‘Vas a enseñar, Muñoz, y te van a hacer la competencia’. No, yo tengo el orgullo, como dije hace un rato, de haber enseñado y de que algunos me cruzan y me dicen: Muñoz, se acuerda de mí. Les hemos enseñado y le hemos dado una herramienta más para sobrevivir”. Y deja una reflexión para el cierre: “A mí espiritualmente me enriqueció mucho este oficio y me ayudó económicamente porque gracias a Dios pude comprar el terreno y hacer la casa. Pero espiritualmente me ha dado paz, me ha dado entendimiento, me ha hecho muy bien, me ha iluminado”.