Continuamos celebrando el libro
Un libro es más que un libro Prof. Daniel Martínez
De acuerdo con Platón, en la mente divina, están los arquetipos, las formas originales de las cosas; formas eternas que son el modelo de las cosas reveladas en el universo, condicionadas según sea el modo de manifestación. De allí que no puede evitarse concluir que hay un arquetipo del libro.
También, según esta línea de pensamiento, hay que considerar la sacralidad arquetípica del libro; aspecto del que hay innúmeros ejemplos en la humanidad. No puede dejar de considerarse, en este sentido, La Biblia misma o El Corán; particularmente interesante este último, pues según la tradición musulmana El Corán es la palabra eterna (“eterna”, que no tiene principio y tampoco fin, más allá del tiempo) de Alá y se lo considera, entonces, no humano, divino; de manera que se juzga que una traducción de El Corán puede ser valiosa como difusión didáctica, pero no es El Corán; la liturgia musulmana debe realizarse en árabe clásico, la lengua original de El Corán. En la tradición cristiana, según el libro del Génesis, el Árbol de la Vida, estaba en medio del Edén y al final de los ciclos, en el descenso de la Jerusalén Celeste, se menciona el Libro de la Vida del Cordero; es decir, el Árbol pasa a ser un Libro (sí, ambos tienen “hojas”) Otros ejemplos: el Libro Tibetano de los Muertos, los libros sibilinos de la Antigua Roma…
Ahora bien, la pregunta es: ¿qué relación hay entre los libros sagrados y los que uno tiene en casa, los que están en las bibliotecas y en las librerías? La cuestión es que, por modesto que sea un libro, al igual que los sagrados, siempre apela a la inteligencia humana. Dicho de otra manera, el arquetipo del libro se revela en cada uno de ellos y la sacralidad y trascendencia de algunos señala el camino para entender qué es un libro. Tal vez por eso, Borges imaginaba que el Paraíso tendría la forma de una biblioteca. Así, no importa si se trata de una modesta novela para entretenerse, de altísima poesía como la de Dante Alighieri, de la maestría de Borges, de la esencia celeste de Juanele, de un oportuno libro de autoayuda, pues todos comparten la misma esencia. Tampoco hay que olvidar que existen libros terribles: de magia, de satanismo, de ocultismo o aquellos que, bajo la forma de una novela, difunden influencias ideológicas fanáticas (piénsese en el caso del libro “Losdiarios de Turner”, del que se encontraron ejemplares en manos de ejecutores de asesinatos y atentados mortales; como sucedió en el famoso ataque terrorista con explosivos contra un edificio federal en la ciudad de Oklahoma, EE. UU., en 1995.Uno de loscausantesse habría inspirado en tal libro).
Sí, hay libros sagrados, hay libros buenos, hay libros maloscuyas lecturas es mejor evitar, aunque no se trata de censura o autocensura, sino de conveniencia. Todos ellos responden al mismo arquetipo, a la misma esencia; sin embargo, de nada valdría tal arquetipo sin la inteligencia humana; simplemente, sin ella no tendría razón de ser.Es la inteligencia la que provee el discernimiento acerca de lo que se lee yde lo que conviene leer yla que, a la vez, necesita de medios para desarrollarse. Uno de esos medios es, sin dudas, la lectura: inteligencia y lectura se complementan necesariamente. ¿Y podríamos leer si no hubiese libros?
Día del Libro, ¿cómo festejarlo? Mil disculpas por la obviedad o perogrullada: celebrémoslo leyendo uno.