Retratos íntimos
Zulema Morán. Profesora de danza y referente del carnaval de nuestra ciudad.
Tengo muchos recuerdos de mi infancia acá en la ciudad. De mi casa, de mi familia. Fue hace tanto (risas). Tuve una buena infancia. Somos cinco hermanos así que teníamos para jugar y pelear muchísimo. Tuve una infancia muy feliz. Vivíamos en el centro cerca del Banco Entre Ríos, donde todavía está la casa de mis padres. Mi madre hasta que falleció, hará un año y medio, estuvo viviendo allí.
Con mis hermanos, al ser tantos y siempre con algún amigo que aparecía en esa casa tan grande que teníamos, jugábamos y peleábamos muchísimo, como todos. Hasta el día de hoy tenemos una buena relación y yo creo que para ello contribuyeron muchísimo nuestros padres y todo mi entorno familiar. Realmente me siento una privilegiada por este motivo.
Recuerdo que en mi niñez me gustaba estar siempre arriba de los árboles, hacer ejercicio y creo que de ahí viene todo lo que hice después, más adelante en mi vida. Teníamos un árbol de magnolias en casa de mis padres que yo lo consideraba mi otro hogar. Allí viví gran parte de mi vida en aquel entonces, arriba de ese árbol. Siempre jugando ahí, hasta inclusive por ahí me tenían que bajar para que vaya a comer e ir a la escuela. Ese árbol significó mucho para mi y mucho dolor cuando lo tuvieron que sacar.
Recuerdo también estar siempre rodeada de bicicletas, revistas como la de Patoruzito. Una infancia totalmente distinta a las que conocemos hoy en día. Jugábamos a las escondidas, cosas que tal vez ya ni se conocen (risas). Así transcurrió mi infancia o, mejor dicho, lo que te puedo resumir de la misma.
Con respecto a mis viejos, recuerdo que papá al principio no estaba mucho cuando éramos chicos debido a que él viajaba constantemente, tenía y trabajaba con un camión de hacienda. Él venía a casa y estábamos con él una vez al mes, a veces un poco más. Mamá se encargaba de hablarnos de él y cuando llegaba era como que llegaba nuestro ídolo. Todo ésto fue al principio, la primera infancia. Mi madre era más estricta pero siempre incondicional. Ella era ama de casa, dejó de trabajar cuando nacimos nosotros, se dedicó a criarnos. Teníamos a mi abuela que vivía con nosotros en la casa. Es también lo más grande que tuve, incondicional como mi mamá, una segunda madre podría decir. Además vivíamos con un tío, hermano de mi madre, siempre nos marcó los pasos, nos quería educar. Todo tenía su parte linda. Mi padre, para mi, era EL papá. Nosotros lo adorábamos. Era bueno, era compañero. Me acuerdo que él por ahí se sorprendía de lo que lo queríamos más allá de que no podía estar siempre. Hasta el último día de su vida a él le llamaba la atención positivamente como estábamos tan cerca suyo dado que no se consideraba un buen padre por estas ausencias que te comenté anteriormente. Sin embargo, para nosotros lo fue, de otro modo no hubiésemos estado acompañándolo siempre. Me emociona mucho hablar de todos ellos.
Me acuerdo también que siempre iba mucha gente a casa porque somos una familia grande. Incluso vecinos que nos hicimos muy amigos.
En casa nos mandaban a hacer actividades de acuerdo a lo que veían de cada uno de nosotros, así nos enviaban a estudiar una cosa u otra. Lo mío salió por el lado de la danza.
Llegó quinto año y me tenía que ir a estudiar. Estaba por ir a hacer la carrera de instrumentadora quirúrgica, que me gustaba, me llamaba la atención. De todas maneras estaba indecisa porque también me atraía la educación física. En ese entonces mi mamá me dice: “¿no querés hacer algo de danza?”, dado que siempre observó que me gustaba éso. Además mi madre era amiga de Marta Mónaco, la cual fue mi maestra de danza cuando yo era chica. Mi mamá se contactó con ella que vivía en Paraná y así hablamos y comencé. Marta fue para mi LA maestra en muchos aspectos de mi vida. Me enseñó muchísimo. Y de más grande ella pasó a ser mi directora en la academia. Ella estaba muy feliz de que yo hiciera éso, era una apasionada de la danza clásica sobre todo. Incluso por ahí teníamos rispideces porque a mi me gustaba incursionar en otras músicas y ella era muy clásica. No obstante, me enseñó una línea que es importante ya que si no la tenés te perdés por cualquier lado. Fue una guía fundamental. Ahí fue donde puse la academia de danza con una amiga a los 18 años cuando terminé la secundaria.
Cuando comencé con la academia tuve que aprender muchas cosas nuevamente porque arrancó una vida completamente nueva a la que tenía. Pasé a ser “grande”, tenía chicos a cargo. Comencé con poca gente pero con muchas ganas y mucha pasión. Cada vez me gustaba más lo que hacía. No sé si me gustaba tanto la danza como enseñarla. Todo ésto lo había visto mamá en su momento cuando me lo sugirió. Por su lado, Marta Mónaco me ayudó en un montón de cosas que me sirvieron más adelante en la vida.
A partir de Macumba conocí mucha gente creativa acá en la ciudad que colaboraba en la comparsa. Es increíble el potencial que hay y la creatividad que tenemos en Gualeguay. Lo veo actualmente también.