¡Feliz día, queridos catequistas!
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
Llega el 21 de agosto y no puedo no estar feliz. Los catequistas me animan y empujan con su energía anunciadora a seguir dando más cada día para llegar con la noticia del enorme amor de Jesús hasta donde ni siquiera sabré jamás.
Fue con este espíritu y esta fuerza que, junto con el obispo auxiliar Carlos María, escribimos esta carta que, esperamos, toque los corazones de cada catequista que la lea. Y la compartimos completa:
Queridos Catequistas:
“Yo le doy gracias a Dios cada vez que los recuerdo. Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora” (Flp 1, 3-5).
Con estas palabras de San Pablo queremos llegar a la vida de cada uno de ustedes en el día del Catequista. Todos los años solemos encontrarnos, para estas fechas, en el Encuentro Arquidiocesano de Catequesis; un momento en el que celebramos la alegría de la fe, compartimos experiencias, nos formamos y renovamos nuestra pasión por esta misión tan hermosa de transmitir la fe en Jesús. Evidentemente este año será diferente. No sólo porque no nos podemos reunir sino porque la pandemia también ha llegado al corazón de la catequesis y nos ha trastocado nuestros planes y proyectos.
Se nos ocurre compartir con ustedes tres palabras que nos pueden ayudar a profundizar en nuestra misión de catequistas en estos tiempos tan particulares que nos tocan vivir: FRAGILIDAD, CREATIVIDAD, DESAFÍO.
Estábamos comenzando el año pastoral llenos de ilusión y, tal vez, con planes perfectamente armados, cuando un virus hizo que nos replegáramos y nos llenáramos de temor y prevención. La pandemia ha causado heridas, ha puesto al descubierto la fragilidad y ha desenmascarado nuestras vulnerabilidades. Nos dimos cuenta de que vivimos en una humanidad que, a pesar de los avances científicos y tecnológicos, no todo está controlado. Chocarse con nuestros límites nos hace tomar conciencia de nuestra fragilidad y eso nos angustia. Esto no sólo ha repercutido en nuestras personas, en nuestras familias, en nuestro trabajo, sino también en nuestra fe y en nuestra pastoral. La toma de conciencia de nuestra fragilidad nos ha llevado a plantearnos, entre otras muchas cosas, qué hacemos con la catequesis y cómo llegamos a nuestros niños, jóvenes y adultos con el mensaje de Jesús. Sabemos muy bien, que no te resignaste tranquilamente a declinar en esta misión hermosa de ser catequista; nunca quisiste bajar los brazos. Si bien la fragilidad y la nueva situación que estábamos viviendo nos obligó a adaptarnos, el fuego de la pasión por anunciar a Jesús nunca se apagó en tu corazón.
Por eso, inmediatamente, sentiste la necesidad de llegar con el mensaje de Jesús a los que te habían sido confiados. Y comenzó a desplegarse tu creatividad. Tal vez hayas tenido que codearte con las redes sociales que, para muchos, era un campo inexplorado. Y comenzaran los mensajes, los videos y las diferentes herramientas para hacer que los niños, jóvenes y adultos no se quedaran sin realizar ese proceso tan importante de encontrarse con Jesús. Pero también sentiste la impotencia de no poder llegar a todos. Desde estas líneas queremos darte las gracias por todo lo que hiciste en este tiempo; por hacer que, con creatividad, pudieses seguir evangelizando y catequizando. Sólo Dios sabe el bien que sembraste en el corazón de muchos.
Y ahora se abre un tiempo de desafíos. Las cosas ya no son como antes ni lo volverán a ser. Se trata, entonces, de acomodarse a estos nuevos tiempos que nos proponen nuevos desafíos. Vivimos en una cultura de cambios constantes y acelerados. Los cambios nos producen inseguridad y, ante esto, corremos el peligro de querer aferrarnos a recetas viejas y conocidas. Estamos seguros de que el desafío más grande al que tenemos que responder es a lo que nos pide hoy el Señor: ser catequistas innovadores para que la catequesis no sea una isla en el continente de nuestros niños, jóvenes y adultos. Para ello, el nuevo Directorio de Catequesis –al que te invitamos a leer completo- nos habla repetidamente de “nuevos lenguajes”. No podemos dar por supuesto que los que nos escuchan conocen el trasfondo de lo que queremos transmitir. A veces llegamos con respuestas prefabricadas a personas que no se hicieron preguntas. El mensaje es siempre el mismo. Pero debemos transmitirlo con un lenguaje nuevo que despierte la atención y el interés en el que lo recibe.
Debemos asumir el desafío de hacer que nuestra catequesis sea profundamente kerigmática y misionera, como nos invita el nuevo Directorio. Decía el Papa Francisco: “No hay que pensar que en la catequesis el kerygma es abandonado en pos de una formación supuestamente más «sólida». Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio. Toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor, que nunca deja de iluminar la tarea catequística, y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier tema que se desarrolle en la catequesis. Es el anuncio que responde al anhelo de infinito que hay en todo corazón humano. La centralidad del kerygma demanda ciertas características del anuncio que hoy son necesarias en todas partes: que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas. Esto exige al evangelizador ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena” (Evangelii Gaudium 165).
Necesitamos catequistas dóciles al Espíritu y que le den primacía a la gracia, dispuestos a recorrer nuevos caminos; crear nuevos espacios; asumir los desafíos de los nuevos tiempos. Es el Espíritu el que nos dará un corazón y una mentalidad nueva para hacer resplandecer siempre y con claridad el mensaje de Jesús.
Que el Señor bendiga abundantemente tu vida. Que la Virgen te cuide con su ternura. Que el Espíritu te ayude a poner esperanza en la vida de los niños, jóvenes y adultos a los que les transmitís la fe. Y que ese mismo Espíritu haga crecer siempre en tu corazón la pasión por la catequesis.
Con un corazón agradecido, te saludamos con nuestra bendición. ¡Feliz día del Catequista!
San Juan, 21 de agosto de 2020. Festividad de San Pío X
Los obispos de San Juan de Cuyo