La Ascensión del Jesús y la “mística de los ojos abiertos”
Este domingo en las parroquias católicas se celebra la ascensión de Jesús, es decir aquel misterio por el que Cristo sube al cielo luego de haber cumplido su misión en la tierra.
Los seguidores de Jesús de Nazaret desde entonces y movidos por su Espíritu- en el seno de la comunidad que llamamos Iglesia- vivimos en esta doble polaridad: la fidelidad a la tierra y a la vez la esperanza del cielo: mientras tanto tratamos de dar testimonio de su "Evangelio de la vida".Con palabras apasionadas decía Nietzsche: "Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis en los que os hablan de experiencias supra-terrenas. Consciente o inconscientemente, son unos envenenadores... La tierra está cansada de ellos; que se vayan de una vez!". Sabe Dios qué le habrá pasado a ese pobre hombre llamado Nietzsche y qué amarga experiencia habrá tenido viendo a los cristianos de su tiempo a los que calificaba de "envenenadores" porque al tener esperanzas de cielos, según su criterio, se habían desligado de la "alianza con la tierra".(Se dice que Nietzche, Freud y Marx son los "maestros de la sospecha" ya que desconfiaron sistemáticamente del cristianismo; cada cual a su manera).¡Nadie más implicado en los males de la tierra que Jesús de Nazaret! (Enviado, ungido para liberar a los pobres y cautivos según Lc 4); nadie más "revolucionarios" que los santos de todos los tiempos: hombres y mujeres que "contra la corriente" fueron denunciado las idolatrías alienantes de turno y fueron sembrando semillas de caridad con la Luz del Espíritu...sin dejar de mirar al Cielo que fortalecía su esperanza.Dice L. Boff con toda verdad: "Cada vez que en la tierra hacemos la experiencia del bien, de la felicidad, de la amistad, de la paz y del amor, ya estamos viviendo, de forma precaria pero real, la realidad del cielo".Y decía el Card. Ratzinger (Quien fuera luego Benedicto XVI): "El cielo no es un lugar que está por encima de las estrellas, es algo mucho más importante: es el lugar que el hombre tiene junto a Dios".Recientemente nos ha dicho el papa Bergoglio con simplicidad y belleza en su exhortación a la santidad: "No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de él nos libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad (...) "En la medida en que se santifica un cristiano se vuelve más fecundo para el mundo" (G E 32-33).Hoy la comunidad nacional encandilada por "las pantallas", urgidas por el consumo y el rendimiento, encerrada muchas veces en el aburrimiento y el narcisismo necesita mirar a ese Cielo a donde ascendió Jesús para "levantar la puntería" porque "de los laberintos sólo se sale por arriba" según el decir de Marechal.Por otro lado y sobre todo los dirigentes de la política, la economía y las finanzas, el pensamiento y la religión, debemos mirar a ese 30% de pobres que son "la carne del crucificado": debemos "tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo" (Francisco papa). Debemos practicar la "mística de los ojos abiertos" (J.B.Metz).Hay multitudes que necesitan de los buenos líderes, de buenos educadores, artistas, místicos y profetas que enseñen nuevos rumbos ante la "tiranía del relativismo" que todo lo convierte en un carnaval. (Incluso "Se ha carnavalizado la política" decía Umberto Eco).Gracias a Dios en nuestros ambientes populares, en nuestros barrios pobres, no faltan quienes mirando al cielo-desde su pobreza- son profundamente fraternos conformes al proyecto de Jesús.El Pan que se parte en el Altar está en el justo medio entre el Cielo y la Tierra, entre la esperanza de eternidad y la tarea diaria de "repartir el pan". Luego de la Ascensión hay que distinguir claramente el cielo y la tierra: distinguir para unir.
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