Entrevista
Luciana Cristani (docente): “Hay cada vez más gente haciendo dedo”
Una realidad que nos parece normal, pero que forma parte de los esfuerzos que hacen trabajadoras y trabajadores del interior para desplazarse a sus trabajos. La historia de una profesora que se levanta a las cuatro de la mañana para viajar a Galarza. por Santiago Joaquín García
Cuando Roger Waters se separó de Pink Floyd, sacó un disco solista llamado ‘The Pros and Cons of Hitch Hiking’, que se puede traducir como ‘Las ventajas y desventajas de hacer dedo’. Claro que, para los europeos, la posibilidad de hacer dedo en las rutas es una aventura. Una decisión. Pero ¿qué pasa cuando se trata de una necesidad? Hace un par de años, viajando a Villaguay con una amiga de Buenos Aires vinculada a la educación, llevamos a una docente a Mansilla. Cuando se bajó del auto, mi amiga me dijo: ‘Ustedes naturalizan esto, pero no te pienses que esto es algo habitual en todo el país’. Para que nos cuente sobre esta situación dialogamos con Luciana Cristani, profesora de Lengua y Literatura que reside en Gualeguay, pero tiene horas en Galarza: “Este año cumplo catorce años viajando a dedo a Galarza. Durante la mañana y el mediodía. En algún momento trabajé a la mañana y a la tarde. Me quedaba para el turno tarde y volvía a la tarde a dedo. Ya se hacía tardecita, sobre todo, en el invierno. El horario de ingreso en el colegio donde yo trabajo es siete menos diez, pero menos cuarto ya estaría tocando el timbre para que vayan ingresando los alumnos. Lo ideal es que esté antes de las menos cuarto ya en Galarza para no llegar sobre la hora”, comenzó.
El tema de los costos
Su horario de ingreso en Galarza la obliga a arrancar muy temprano: “Alrededor de las cuatro y media de la mañana voy en bici desde mi casa hasta la terminal. Ahí queda la bicicleta y luego camino hasta La Virgen, que es donde hago dedo. Es una zona que está muy oscura. Hay muchos días que está muy oscuro en esa zona. En algún momento, ni siquiera teníamos luz donde hacemos dedo. Yo voy tres veces en la semana: miércoles, jueves y viernes. Cuando comencé a trabajar viajaba todos los días. Tenía todas mis horas en Galarza y viajaba de lunes a viernes”, explicó. Hay dos razones que la obligan a desplazarse así: “Tenemos colectivo durante la mañana, que sale cinco y media de la mañana, pero el costo es alto para lo que el Estado nos paga de transporte. En mi caso, en el último recibo tenía 17.400 pesos. Y el colectivo sale alrededor de 4.500 pesos ahora. Me sirve para tres veces a la semana y para ir nada más”, enumeró.
“Hay días que no anda nadie en la ruta”
El horario de regreso a casa es una lotería: “Alrededor del mediodía, a la mañana, depende del día. Por ejemplo, los miércoles termino a las diez y media, pero estaría llegando alrededor de las doce, más o menos, acá a Gualeguay. Los jueves salgo a las doce del colegio y termino llegando a una y media, dos menos cuarto más o menos acá. Según los días, porque hay días que no anda nadie en la ruta y hay días que sí, que está más concurrida”. Le preguntamos por los diversos medios de transporte: “Es con quien te lleve, no importa quién sea, qué tipo de traslado tenga. Subís porque tenés que llegar al trabajo sí o sí”, explicó. Las personas que hacen dedo en La Virgencita ya tienen una organización propia: “Es por orden de llegada. A veces, cuando nos conocemos, podemos hacer dedo día dos. Generalmente, prefiero hacer dedo sola porque la gente cuando ve dos o más personas no para, porque supone que tienen un solo lugar o no quieren llevar a más de un docente. Entonces, prefiero hacer dedo yo sola”, comentó.
Llueva o truene
La cantidad de docentes que viajan a dedo va creciendo: “Este año haciendo dedo alrededor de las seis de la mañana hay hasta diez docentes. Y después desde Galarza hacia Gualeguay también hay gran cantidad de docentes que se trasladan. Por ejemplo, en el día de ayer (por el jueves) yo llegué a Galarza a las seis menos diez de la mañana, me paré en el arco, y ya había una docente haciendo dedo para Gualeguay y una docente haciendo dedo para el lado de Mansilla. También tengo compañeras de acá de Gualeguay que viajan a Tala que es un poquito más largo incluso el viaje”, detalló. Las condiciones climáticas no se eligen: “Hay días que llueve y, por ahí, lo más complicado es cuando estás al mediodía allá en Galarza y llueve. Es complejo para poder volver a Gualeguay. Sobre todo, porque yo sigo trabajando acá. Sí o sí tengo que llegar”. La lluvia obliga a cierta organización: “Hay que viajar con piloto, viajar con bolsas en la mochila para que no se humedezcan los libros, o evaluaciones que llevamos. El paraguas siempre. Y a la vuelta hay menos autos. Es más complicado porque por ahí la gente no quiere llevar a alguien que está humedecido. Allá en Galarza tenés una garita, pero acá en Gualeguay no tenés nada”, lamentó. Para colmo, Luciana tiene que seguir trabajando al llegar: “Cuando llego a Gualeguay tengo un ratito de descanso y después ya ingreso nuevamente para trabajar para el turno tarde, algunas horas, y en el turno noche”.
“Te genera miedo”
Le pedimos que nos cuente si le han tocado vivir situaciones complicadas por el riesgo que implica, ya que así como hay mucha gente que es muy buena, también hay gente que vive situaciones feas, molestas, incómodas: “El solo hecho de estar tan temprano a la mañana te genera incomodidad, te genera miedo. A veces no anda mucha gente, no sabés quién puede estar circulando. Muchas veces he encontrado gente que está acostada ahí en La Virgen durmiendo. No sabés si está en estado de ebriedad o en algún otro estado. Acá tenemos la particularidad en Gualeguay de que generalmente la policía no está de ronda. O sea que no te cruzas a nadie, salvo la gente que sale para su trabajo, u otros docentes que también van a hacer dedo. Yo no he vivido experiencias malas haciendo dedo. Por ahí, en alguna otra oportunidad, un grupo de docentes sí, pasamos por una situación compleja con alguien que después fue denunciado, pero estos últimos años la gente que nos lleva es muy amable, muy amable. Incluso se ofrecen a veces cuando me dejan en el arco de Galarza a ingresar hasta adentro para que no tenga que caminar demasiado. Son muy amables y hay tanto gente que es de la zona como gente que no es de la zona, que viene viajando desde muy lejos. La mayoría de las veces viajamos en camión los docentes. Muchos de los camioneros son solidarios”, narró.
“La semana pasada no andaba casi nadie”
La rutina de trabajo la obliga a horarios un tanto extremos: “Generalmente, no duermo demasiada cantidad de horas porque trabajo tres veces en la semana en el turno noche. Por ejemplo, los jueves termino a las diez de la noche y los viernes viajo a Galarza. Entonces, llego a mi casa, y además tenés que organizar algunas cosas. Sobre todo, cuando tenés hijos”. ¿Te has quedado dormida una vez? –le preguntamos: “Jamás me he dormido y nunca he llegado tarde. Es por eso que también trato de salir temprano para cumplir con el horario. Nunca he llegado tarde hasta ahora al trabajo”. La situación económica también complica la posibilidad de conseguir traslado: “Hace muchos años circulaba gran cantidad de gente en la ruta. Tanto camiones como particulares que viajaban o se dirigían a algún lugar. Pero este último tiempo, hay días, como por ejemplo la semana pasada, que no andaba casi nadie. No andaba nadie en la ruta. Esta semana sí hubo mucho más movimiento de camiones. Pero bajó muchísimo”, destacó y siguió: “Y no solamente más docentes, sino más personas particulares haciendo dedo. Hay gran cantidad de personas que viajan para hacer trámites en Gualeguay, para hacer una compra, para venir al médico, y no necesariamente son docentes. Pero cada vez hay más gente haciendo dedo”.
“Pospandemia fue muy complicado”
Le tocó trasladarse en la época posterior al aislamiento: “Lo más complicado fue en el año de la pandemia y pospandemia. Igualmente, la gente fue muy generosa en llevarnos, a pesar de pensar que podían contraer el virus o que nosotros podíamos contagiamos también. Subíamos con barbijo. Mucha gente nos decía que nos sacáramos el barbijo, que no tenían problema, o que ya habían tenido COVID o que no tenían miedo. Pero teníamos que salir también mucho más temprano. En época de pandemia con una compañera salíamos alrededor de las 4 de la mañana. Y recuerdo una vez que estábamos con una compañera (yo viajaba hasta Galarza y ella hasta Rosario del Tala y por eso salíamos también tan temprano para hacernos compañía) y estuvimos hasta cerca de las seis menos cuarto de la mañana haciendo dedo en pleno invierno. No pasaba nadie. Y después paró un auto que viajaba hasta esa zona. Nos prendió la calefacción. Nosotras no podíamos más. Estábamos congeladas. No nos habíamos dado cuenta de que había semejante helada ese día”, recordó.
“Es mentira cuando dicen que nos pagan un montón de traslado”
Seguimos desarrollando las dificultades de hacer dedo en invierno: “El invierno es la parte más compleja, porque son varias horas ahí. Y al viento lo sentís muchísimo más. No llevo mate porque es incómodo y tratás de viajar con la menor cantidad de cosas posible. Sobre todo, si tenés que volver con más cosas encima, como la campera, porque a veces hace calor cuando volvés. Esta semana, por ejemplo, el miércoles hacía frío por la mañana temprano. Tipo cinco de la mañana estaba fresco. Y después tenés que volver con todas esas camperas, pañuelos y demás”, enumeró. Quiso aclarar porque le afecta particularmente que los montos de traslado son insuficientes: “Es mentira cuando dicen que nos pagan un montón de traslado. Vi que decían sesenta mil de traslado. Es mentira. Muchas veces, muchos meses no viene el traslado. Hay meses que no lo cobramos. Y muchas veces a mí, como trabajo en este colegio que es de gestión privada y tiene una sociedad de fomento, me lo pagan de ahí. Si el Estado no lo envía, me lo pagan ellos”, cerró.