Retratos íntimos
Sengo Kablan. Referente solidario de nuestra ciudad.
En la vida cada uno debería tener un propósito, no dejar que la vida transcurra por el hecho de que vivimos nada más.
El propósito de ir caminando esta vida siempre siguiendo las huellas del bien, siempre siguiendo las huellas de la solidaridad y siempre siguiendo las huellas en donde nos demos cuenta que todos somos corazones que caminamos pero, además, somos corazones que nos necesitamos unos con otros. Así que estaría bueno que empecemos a mirarnos un poquito y que esa mirada nos traiga la ayuda para caminar fuertes, acompañados y para caminar con esperanza. Vivamos con esperanza y vamos a ver como vamos caminando la vida con entusiasmo.
Estoy así de gordo porque estoy lleno de historias.
Mi infancia fue, valga la redundancia, una infancia re linda. Fui criado por mis padres, mi mamá presente en casa y mi papá trabajando. Siempre jugando. Íbamos a la escuela, con los zapatos, el guardapolvo, las medias, el portafolio, con la galleta en el bolsillo para la merienda.Nos juntábamos tres o cuatro compañeros e íbamos juntos, acompañándonos. Una hermosura todas las maestras porque éramos como hijos para ellas. íbamos con ganas porque recibíamos mucho amor también en la escuela. Después cuando volvíamos, agarrábamos la calle que era el lugarcito cerquita de casa donde nos reuníamos todos los chicos del barrio a jugar a la bolilla, a las figuritas, a la payanca. Mi casa quedaba frente a la asistencia médica, en Irigoyen, que en esa época era una calle de piedras, en esquina con calle Alfredo Palacios. Toda mi vida viví en esa casa hasta que formé mi familia. Así que como te digo, un recuerdo hermoso de mi infancia.
En esa época las dificultades de la vida nos llevaban a que vos llegaras a tu casa y nunca faltara alguien que te cobijara, tu mamá, tu abuela, entre otros. Después llegan todas las circunstancias en donde hace falta más dinero para poder sostener una casa y que las madres tuvieron que empezar a trabajar. Yo viví la época en donde la mujer cumplía un rol como madre y ama de casa.
Hasta el día de hoy le llamo a ese barrio de mi infancia “la vecindad del Chavo” porque éramos todos como una familia, jugábamos al carnaval todos juntos con los baldes. Todo el barrio acompañaba si había un dolor de alguien, si había una alegría, todo el barrio se alegraba. Fue todo muy lindo. Los chicos del barrio éramos como hermanos.
Era una época en donde llovía, el agua corría por la calle y toda la familia, tíos, abuelos, etc. hacíamos barquitos de papel y los poníamos a correr a ver cuál ganaba. Hoy en día todo ésto que te cuento puede parecer una ridiculez, pero la verdad que eran cosas muy emotivas que hasta ahora uno se acuerda con alegría.
A mi me da la impresión de que nada es igual a como era antes debido a que, en primer lugar, se acrecentó mucho la población. Antes era una ciudad pero como pueblo, una ciudad chica.Por ejemplo, vos ibas al mercado y éste era el shopping de Gualeguay. Todas las cosas para la venta, almacén, carnicería, verdulería, frutería, estaban ahí. La gente de las chacras que producían mercadería venían para ahí en su carro a vender sus productos o a cambiarlos por otros y llevar para sus respectivas casas. También venían familias enteras a realizar sus compras. Mucha gente había, era muy lindo. Actualmente todo es distinto pero no porque la persona sea diferente. Sino debido a que todo lo que nos rodea ha ido cambiando. Antes, nosotros zonzamente e infantilmente agarrábamos dos latas de tomates y las uníamos con una piola y nos hablábamos (risas). Hoy en día esas cosas no se ven. Ahora con el celular y estos nuevos aparatos todas aquellas cuestiones como la que te relaté recién se enfriaron. Antes los vínculos eran más estrechos, más emocionantes. Me acuerdo que hacíamos camioncitos con las cáscaras de naranja. Mi papá nos enseñaba las cáscaras de naranja, las cortábamos a la mitad, las poníamos a secar, las uníamos con hilo y esos eran los camioncitos que sacábamos a pasear. No digo que antes era mejor y ahora peor debido a que cada uno se va criando y acostumbrando a la época en la cual está viviendo. Lo que sí, lo que no hay ahora y sí había antes es la comunicación, la fraternidad en la mirada con el otro.Antes vos jugabas y te mirabas con el otro, antes vos jugabas y te hablabas con el otro, antes vos jugabas y te comunicabas y sentías la presencia con el otro. Ahora está todo más tecnificado y por ahí los ojos no se encuentran o por ahí las manos no se sienten. Pero bueno, todo va en relación a las generaciones que se van viviendo. Sin embargo, por ahí hay que reveer un poquito para ponerle sentimiento y familiaridad a las cosas que se van haciendo.
A mi me parece que siempre el ejemplo debe venir de arriba. Somos seres sociales pero sí el de arriba no implementa la comunicación social, el de abajo no lo va a aprender. Me refiero a que los grandes somos los que debemos enseñar a los chicos. Si vos me ves todo el día con el celular, si mis hijos y mis nietos me observan todo el día con el aparato, ellos lo van a hacer porque si lo hace el padre o el abuelo está bien para ellos. Para mi todo tiene un punto medio, hay que ser equilibrado. No es que esté mal el celular, no es que esté tan bien estar todo el día con el mismo. Las dos cosas tienen sus aspectos positivos. Pero es el grande el que tiene que empezar a enseñar lo que es el equilibrio.
Yo siempre digo: todo empieza por un poquitito. Por ejemplo, yo digo: “voy a tomar un poquito de vino” pero después viene una dificultad y ese principio de un “poquito” ya se convierte en un “poquito” más y viene un problema más grande y el “poquito” del inicio fue mucho más. Lo mismo con el cigarrillo, lo mismo con la droga. Todo se empieza por un poquito hasta que después no lo podés controlar. A veces todas esas cosas aparecen porque falta comunicarse no solamente las personas con la mirada, sino que además falta comunicarse el alma con la otra alma, el corazón con el otro corazón y generalmente caemos en estas cosas porque nos vamos criando con agujeros en el alma. Y a éste agujero hay que taparlo, hay que emparcharlo. Y como no encuentro con qué emparcharlo lo, valga la redundancia, emparcho con lo que me ofrece el mundo. Puede ocurrir que lo que me ofrece éste no es tan beneficioso como lo es el hecho de comunicarse con el otro.
Por ahí dicen que el hierro se pule con el hierro, la roca con la roca y el ser humano con el otro ser humano. Es decir que la manera de pulirnos entre nosotros es estando comunicados.
La forma de que los traumas y los agujeros del alma vayan cerrando y curando es conversando con el otro y familiarizando con el otro y que lo que uno siente dentro comunicarlo pero no con cualquiera, sino con el que realmente quiera ayudarte. Por ahí hay un escrito que dice: “el que mima al corazón sana al alma”. Muchas veces nos faltan esos mimos y entonces el alma no se sana y por consiguiente empiezan a brotar actitudes violentas o actitudes depresivas o actitudes que no nos hacen abrir el corazón para que entre una palabra sanadora.