Daniel González Rebolledo de Finisterre
La charla con el escritor Daniel González Rebolledo deja en claro lo valioso que es escuchar a una persona que es consciente de su pasado, que es agradecida, y que no carga con verdades absolutas. Daniel en todo momento apuesta a la percepción poética del mundo, un juego que transita en libertad. Es bueno encontrarse con un escritor que no está en pose: bien lejos de todo título nobiliario. Simplemente es un hombre que trabaja el oficio. De no hacerlo, perdería su identidad.
El autor tiene una pista cierta de sus comienzos: "Yo iba a la escuela Marcos Sastre de la calle Gadea. Mi maestra de 5° grado Enriqueta Francolini, me hizo ver dos cosas: una rima de Bécquer, que hasta hoy recuerdo, y me descubrió el misterio de la palabra, que se podía encontrar en la poesía y también en la prosa. Hicimos un trabajo práctico donde la prioridad era usar puntos suspensivos en por lo menos dos párrafos y sobre todo al final. Ese dejar en suspenso el pensamiento, y ese dejar al lector la connotación final, elementos que yo desconocía, tenía 10, 11 años, significó descubrir otro mundo, el creativo.Ese fue mi primer trabajo literario: escribí tratando de usar aquello que me acercó esta maestra. De ahí la importancia que tiene el rol del docente en la primaria, puede descubrir el milagro de la palabra al alumno. Después empecé a escribir mis primeros poemas, que la maestra leía. Tuve la suerte de tener en la secundaria una excelente profesora de letras: Margarita Rivarola. Ella insistía en ver las producciones de sus alumnos adolescentes. Cuando llegué al profesorado de matemáticas, ella me dijo: No te voy a perdonar nunca que no te dediques a las letras. Le contesté que necesitaba un equilibrio entre el fuego y la razón, que la matemática era el equilibrio, y que iba a seguir escribiendo".El joven Daniel comenzó a estudiar matemáticas, pero hizo un alto en la huella: "Gualeguay, en los peores momentos del Proceso, era una especie de isla en la que no terminábamos de saber bien qué pasaba. Lo fue antes de irme a Buenos Aires a estudiar teatro en la Escuela Nacional de Arte Dramático, donde fui perseguido hasta que un abogado me aconsejó que me borrara, y lo fue al regreso: la isla estaba ahí. Un grupo de jóvenes alquilamos una casa. La casa era de la familia del juez que había en Gualeguay, y esto, nosotros no lo sabíamos, nos dio cierta protección. Se sabía quiénes éramos y lo que hacíamos: música, teatro, presentaciones de libros. Ahí estaba Cary Pico. La Casa de Antares fue nuestro refugio entre el 79 y el 82. Recuerdo que había un policía de guardia mirando lo que hacíamos. Terminó compartiendo los mates y las actividades.Para nosotros era natural que hubiera un control. Hicimos muchas cosas, y a esto se sumó lo hecho, desde 1974, por el maestro Feliciano Rodríguez Vivanco junto a Leoncio Larrategui en el colegio. El 'Encuentro Cultural de la Juventud', más allá de los reparos que hoy se podrían plantear, fue muy positivo para los jóvenes. Era de lo mejor en la isla. Vivanco era el padre deseado por cualquier adolescente, los encuentros fueron su maravilla y su virtud. Allí los jóvenes se expresaban, a lo largo de una semana, en poesía, pintura, música, teatro, y mucho más. Ahí me presenté por primera vez como cuentista".Pregunto por el teatro: "El teatro fue, desde los 18 años, una vertiente inagotable. El hecho de poder representar a otros, otras vidas, fue para mí siempre otro vehículo, distinto al de la literatura". DGR recordó sus comienzos de teatrero en Gualeguay y Larroque. El teatro suspendió las matemáticas y salió para Buenos Aires. Relató sus experiencias durante el Proceso, pero sin entrar en detalle, afirma que no tienen importancia frente a tantas otras historias terribles. Estuvo dos años. Recordó que había, a pesar de la diáspora, profesores muy buenos.El trabajo era intenso. Y además tenía que trabajar para comer y pagar la pensión. Jorge López, un profesor, que todavía enseña en Lomas de Zamora, avisó que se tenía que ir de la Escuela. Propuso a seis alumnos, Daniel entre ellos, seguir con un taller sobre Grotowski fuera de la institución. Dice Daniel: "El teatro de la crueldad, y la crueldad estaba en el exterior". En el 79 cayó preso: por joven, por usar barba, por estudiar teatro y leer al Che Guevara. Volvió a Gualeguay donde formó un grupo de teatro independiente: "Gente de la legua, en honor a aquellos cómicos que solo los dejaban entrar hasta una legua de distancia de las ciudades del Medioevo, eran peligrosos por ser artistas".El escritor teatrero terminó matemáticas y como docente dejó Gualeguay en el 82. Volvió en el 86 y retomó el contacto con el grupo, pero ya desde el lugar de autor. Hizo un taller de dramaturgia con Mauricio Kartun. Ganó el premio Fray Mocho, que entrega la provincia de Entre Ríos, con la obra "La yegua blanca": "A esta obra le debo la legitimación como teatrero. Así se me abrió el mundo de la dramaturgia. Me dijeron que soy un dramaturgo que escribe otros géneros, y que yo soy un poeta que escribe otros géneros. Todo es muy relativo, solo sé que soy un tipo que escribe".elois_ar@yahoo.com.arEdgardo Lois / Noviembre 2013 / Gualeguay
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