Colón, Entre Ríos.
Carta de una docente: por qué renuncié a la escuela
Hace más de trece años que me muevo en diferentes escuelas públicas del departamento, dictando clases de Artes Visuales.
Para ubicarlos es en Colón, provincia de Entre Ríos. Y como soy de esas que, por ahí, no nos gusta quedarnos con las palabras anudadas, es que quiero compartirles en primera persona una de las decisiones quizás más importante de mis días.
De estos días.
De estos días de pandemia. De contagios. De incertidumbre. De fríos. De malabares, donde el sueldo no alcanza, y las injusticias crecen. Pero donde la salud, la dignidad y la felicidad no se negocian.
En el día de la fecha he presentado mi renuncia al establecimiento donde me desempeñé por más de ocho años, rodeada de imágenes maravillosas, de cada uno de los alumnos con los que compartí en la Escuela N° 60.
La misma escuela que, en algún momento de mi historia, me encontraba sentada en sus bancos, jugando en sus patios, y esperando el sonido de la campana. Fue ella, mi escuela primaria, la de mis hermanas, la de mi hijo, la de mis sobrinos, la de mi padre, mi madre, la de mis amigos, la de mis vecinos, y la de otros tantos.
La situación actual ha ubicado a los maestros en una línea que nos acerca bastante al desamparo. Pareciera que de a poquito se nos va callando. Peligroso parece ser aquel que pregunta. Y yo me pregunto, y mucho. Y pocas respuestas encuentro. Debo admitirlo.
Me he chocado en todo este tiempo "pandémico" con las contradicciones más increíbles. Recibiendo cargas de inasistencias injustificadas, incluso en días en los cuales no corresponde porque no trabajo en la institución. Viendo injusticias en compañeras, siendo asustadas con la baja del "concepto". Por momentos uno no sabe si aportar o quedarse a un costado, viendo cómo todo un sistema educativo pide cambios urgentes (algo que no es novedad), y seguimos repitiendo los mismos patrones tradicionalistas de un tiempo en donde no hubo pandemia.
Un sistema que enfrenta trabajadores con trabajadores y nos hace creer que somos imprescindibles.
Un sistema que organizó mediante reuniones virtuales, en pantallitas divididas, la forma de la vuelta a una "presencialidad cuidada" y produce resoluciones que, sacadas a cualquier hora de la galera, ordenan los funcionamientos que jamás ellos mismos experimentan.
Más de uno puede sentirse identificado. Otros ni siquiera van a leer este texto. A otros tantos quizás les parezca absurdo. Y cualquier sensación es totalmente válida.
Mi renuncia no me aleja de las escuelas, por el contrario profundiza aún más las convicciones y la lucha por una escuela pública para todos, con la satisfacción de haber creado espacios, donde la producción de contenidos de cada alumno/a dice más que miles de palabras.
Recuerdo: "El cambio se produce desde adento". Pero para que los verdaderos cambios sociales sean posibles, primero no tendremos que aceptar la realidad? *Nuestro presente ya no encaja en el modelo de ayer.
Soy una de las tantas profes de Arte que hemos logrado objetivos. El principal: que las obras de todos los gurises hablen, digan, cuenten, pregunten y por sobre todo, que los contengan.
A mis gurises, gracias.. A sus familias, gracias. A mis verdaderos compañeros, gracias.
P/D: Quizás mañana tendré que organizar de qué manera me aseguro un plato de comida para mi hijo.
Pero con la total tranquilidad de saber, sentir y elegir que mi felicidad, mi salud, mi dignidad no pueden estar sujetos a "bajadas de líneas injustas, incoherentes, persuasivas".
Hay algo más profundo. Quizás, podamos llamarlo coherencia.
Por una escuela pública que nos contenga a todos.
Compañeros estemos atentos, y no confundamos vocación con obediencia.
(*) Analía Celeste Calderón es profesora en Artes Visuales. Renunció a su cargo en la Escuela Primaria N° 60 Capital Federal, de Colón, Entre Ríos.