La plaza y el templo, un par heredado de la colonia
Aunque la provincia de Entre Ríos se configuró durante el período Tardo Colonial Rioplatense, conserva el damero como trazado y la plaza como centro generador de urbanidad en cuyo entorno se ubicaron las tierras para el cabildo, la iglesia y otras dependencias siguiendo (en la medida de lo posible) las disposiciones coloniales, aún en ciudades sin fundación o de fundación reciente.
Los aspectos fundamentales para la ordenación del territorio recibidos como herencia se enunciaron en las Ordenanzas de 1573 dictadas por Felipe II: "Elijan el sitio de los que estuvieren vacantes y por disposición nuestra se pueda ocupar (...); y cuando hagan la planta del lugar, repártanlo por sus plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la plaza mayor y sacando desde ellas las calles a las puertas y caminos principales y dejando tanto compás abierto, que aunque la población vaya en gran crecimiento, se pueda siempre proseguir y dilatar en la misma forma. La plaza mayor tiene que estar en el centro de la ciudad: su forma en cuadro prolongada, que por lo menos tenga de largo una vez y media de ancho, porque será a propósito para las fiestas de a caballo y para otras celebraciones... Su grandeza será proporcional al número de vecinos y tomando en cuenta que las poblaciones pueden ir en aumento. (...) Que de la plaza salgan cuatro calles principales, una de cada costado y dos por cada esquina. Que las cuatro esquinas miren a los cuatro puntos cardinales, porque saliendo así las calles de la plaza no estarán expuestas a los cuatro vientos. La plaza y las cuatro calles principales que de ella han de salir serán provistas de portales para comodidad de los tratantes [comerciantes] que suelen concurrir; y que las ocho calles que saldrán de las cuatro esquinas sean libres, sin encontrarse con los portales de forma que hagan la acera derecha con la plaza y la iglesia. (...)
En las ciudades del interior la iglesia no debe estar en el perímetro de la plaza, sino a una distancia tal que se presente libre, separada de los otros edificios de manera que pueda ser vista de todas partes. De esta forma resultará más bella e imponente. Tendrá que ser bastante levantada del suelo, de manera que se tenga que subir una serie de escalones para alcanzar su ingreso (...).
Los solares fabricables alrededor de la plaza principal no tienen que ser concedidos a privados, sino reservados, a la iglesia, las casas reales, los edificios municipales, las bodegas y las habitaciones de los comerciantes, que deben de ser construidas antes que las demás...".
La basílica
También es heredada la forma de sus templos sean estos catedrales, basílicas o parroquias. La tipología edilicia utilizada con mayor frecuencia fue la basílica, cuyo origen como forma de organización del espacio arquitectónico proviene de la antigüedad clásica. Los romanos construyeron edificios públicos con esta disposición que, en líneas generales, consistía en una nave central y tantas naves laterales como resulte necesario, separadas por hileras de columnas. En este esquema, la nave central de mayor altura permitía el ingreso de iluminación cenital desde un aventanamiento superior. Una vez aceptado el cristianismo como religión oficial del imperio, se adoptó la tipología basilical para los nuevos templos religiosos. Estos se fueron complejizando y adaptando a la nueva función y significación incorporando el ábside y un transepto o crucero que le daba la forma de cruz latina y que, en el encuentro entre las naves, permitía la elevación del espacio mediante una torre o una cúpula. Así la basílica se siguió utilizando, aunque con variaciones que respondían a los gustos de cada época y llegó a América con la colonización española.
Plazas y templos locales
Las plazas principales de las ciudades cabecera fueron trazadas respondiendo relativamente a las normativas establecidas, las más rigurosas fueron las fundadas por Rocamora, pero aun las de generación espontánea o de fundación moderna respetan alguno de sus preceptos, siendo el más recurrente la disposición del espacio para la iglesia.
Los edificios construidos en el entorno de las plazas principales para la liturgia cristiana, que aún se encuentran en pie, fueron realizados entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del XX. La tipología recurrente fue la de planta basilical que combinada con el transepto configura una cruz latina, siendo otra de sus principales características la existencia de torres campanario configurando la fachada principal. Así se destacan las catedrales: San Antonio de Padua de la Concordia; San José de Gualeguaychú; y Nuestra Señora del Rosario, de Paraná; la Basílica Menor de la Inmaculada Concepción en Concepción del Uruguay; la Basílica del Carmen de Nogoyá; la Parroquia Basílica Nuestra Señora de Aránzazu de Victoria; y las Parroquias Nuestra Señora del Rosario (Rosario del Tala), San Justo y Pastor (Colón), San Antonio de Gualeguay, Nuestra Señora de La Paz, entre otras.
El lenguaje es ecléctico de raigambre clásica en algunos casos y en otros con acento medieval. Son rasgos distintivos que aportan a la configuración del espacio urbano: la profusión ornamental, la altura de las torres, la elevación de la cúpula y el tratamiento del espacio intermedio (atrio) entre el templo y la plaza.
En los interiores la carga simbólica se refuerza a través de pinturas en las bóvedas realizadas por destacados artistas, vitrales traídos del extranjero, mobiliarios y altares que, generalmente donados por familias prominentes, exhiben la calidad del trabajo artesanal local.
La Basílica Menor de la Inmaculada Concepción en Concepción del Uruguay