ESPACIO DE PSICOLOGIA
Día de la madre, la función y el instinto maternal
La celebración del día de la mamá amerita, en los tiempos modernos, escribir ciertos pensamientos y observaciones filosóficas acerca del ser madre.
Por ello además de toda la felicidad que trae el recibir el nacimiento de un hijo, veremos algunos otros detalles al respecto.
La función materna es la interacción con el bebé que va configurando un afuera acogedor y amable donde el bebé pueda sentirse formando parte. A través de esta función se va dosificando el encuentro con ese afuera ajeno y extraño del espacio extra corpóreo que experimenta el recién nacido para convertirlo en un encuentro amable y esperanzador.
Esther Bick nos dice que: “Cuando el bebé nace, queda en la posición de un astronauta proyectado al espacio exterior sin cápsula espacial (…). El temor predominante del bebé es el de desintegrarse o licuarse. Se lo puede ver en su temblor cuando retiran el pezón de su boca o cuando lo desvisten.” Una clara metáfora que nos permite hacernos una idea del grado de invalidez del niño al nacer y de su necesidad de sostén físico y emocional.
La extrema dependencia del bebé humano al nacer es tal que sin una figura contenedora el lactante no sobrevive. Su condición neurológica de inmadurez hace que el ser humano quede subordinado al otro en una disparidad asimétrica de saber y de poder, y de producciones simbólicas y sexuales. Por eso la función de la madre no consistirá sólo en cubrir las necesidades auto conservativas, de alimentación, aseo, sino de que a través de éstas el bebé podrá ir obteniendo un plus de placer. El modo en que el bebé es sostenido, mirado, tocado, generará en él las primeras representaciones psíquicas que darán lugar a producir los inicios de cualquier simbolización posible.
Ahora bien, los datos históricos muestran que durante siglos hemos considerado la existencia de un instinto en la mujer llamado maternante que tornaría en obligatorio e inevitable el cuidado de la prole, de esta manera la sociedad espera y delega en ella, dicho rol, produciendo sentimientos muchas veces encontrados de responsabilidad y culpa cuando esa mujer actúa de otro modo la ley establece que ella no cumple con lo que la sociedad ha estipulado. Esta posición corresponde a los ideales que las prácticas sociales sostienen y necesitan acerca de la maternidad, de lo contrario ella será considerada mala madre y la criatura una víctima de esa maldad.
“Muchas personas sostienen la creencia de que para ser madre hay que encontrarse con un deseo consciente que diga “quiero ser madre”. Pues bien, si algo de eso puede decirse tan a la ligera ya no es un deseo, pues cuando digo “Yo quiero” me alejo del deseo y me ubico en el lugar del anhelo. El deseo --y hasta nuevo aviso-- continúa constituyéndose en el campo inconsciente. Claro está que une puede ir escuchando, vía las formaciones del inconsciente, al sujeto que identitaria mente se empalma en ese deseo, hallando sus coordenadas.
La maternidad no escapa a esta lógica. Lacan decía que el deseo materno es como “estar en la boca en un cocodrilo”. Alguna vez tuve la oportunidad de ver un documental donde se veía la ardua tarea que realiza “la cocodrila” hembra para que su cría sobreviva a los depredadores de la zona, que junto al clima denso y hostil, propician un estado de alarma en ella. A la hora de la eclosión de sus huevos, al nacer su cría, ella debe metérselos en la boca y llevarlos hacia la orilla para que vivan, de ese modo es que se reproduce la especie de los cocodrilos. Pero no olvidemos, ella viene de días intensos, de haber combatido con distintos animales que se comen a varias de sus crías, etc. El cansancio, el agotamiento que la habitan es desmesurado y por tal motivo vale la comparación lacaniana. Al trasladarlos en su boca, la cual queda entreabierta, y en ese trayecto hacia la orilla, podría cerrarla incluso “si volara una mosca”. La cuestión es que la “cocodrila” hembra no cierra su boca y que sin embargo podría hacerlo casi hasta sin darse cuenta. En otra vertiente etológica encontramos a la que podríamos llamar “la madre pulpo”. En este caso, la hembra no se desprende de su cría hasta que nacen, pasando una larga temporada sin comer ni moverse, produciéndose en ella una progresiva desvitalización. A la hora de la eclosión, el nacimiento, los acerca hacia la superficie, sus crías nacen y ella desfallece por haber atravesado un largo período de inanición. En algunas lecturas se habla de la mamá al estilo: “el sacrificio de una madre” o bien, “los últimos tristes días de la madre pulpo”, en fin, definiciones que se sustentan en ese lugar sacrificial e impoluto que se intenta venerar --aún-- para la noción de maternidad. Metáforas que se utilizan socialmente comparando a la ligera la maternidad de la especie humana con la maternidad animal. Sin embargo, son casos que nos sirven para pensar por analogía la vida animal y la vida humana. Y, es que ¡hay tantas semejanzas!
Hablamos de funciones materna y paterna porque se trata del rol que una persona en relación asimétrica con un niño/a está en disposición de desempeñar. Una función que puede estar presente en todas las formas de familia actuales. (Monoparentales, homoparentales, tradicionales, adoptivas, ensambladas, etc.)
Así como la función paterna no va ligada únicamente a un sexo, la función materna tampoco queda en exclusividad de una mamá o de una mujer, tampoco necesariamente a la mamá biológica, un gran número de madres adoptantes representan esta función. Muchos son los hombres (sean heterosexuales u homosexuales) que pueden presentar una capacidad de contención, acogimiento que brinde seguridad al niño al igual que un padre viudo puede ser la figura contenedora necesaria para dar continuidad a las sensaciones experimentadas.
La función materna, desde el psicoanálisis, no puede entenderse como un conglomerado de consejos de puericultura, crianza y educación de los hijos, sino que las funciones parentales desde el Psicoanálisis tienen que ver con funciones que resultan esenciales para que la constitución psíquica del niño pueda darse. Es de tal importancia la calidad de ese vínculo materno filial que, sin dudarlo sin amor mediante sería imposible desarrollar una sensibilidad para comprender cada gesto que comunica el bebé y para poder contar con una disposición o entrega que requieren las funciones parentales.
Si bien se trata de una función, podemos ver cómo se va gestando este sostén emocional que permitirá al niño constituirse como sujeto humano desde antes de nacer, cuando surge el deseo mismo de hijo -diferenciado del deseo de maternidad- y luego durante el transcurso del embarazo. Y una vez nacido el niño, en el contacto piel a piel y encuentro emocional de la lactancia darán la oportunidad de proporcionarle la experiencia de mayor intimidad y las primeras vivencias de satisfacción.
«Cuida de mis sueños cuida de mi vida
cuida a quien te quiere cuida a quien te cuida
no maltrates nunca mi fragilidad
yo seré el abrazo que te alivia»
♥ Cuídame. Jorge Drexler y Pedro Guerra