Razón crítica
Comunicación política y poder
Establecer procesos de comunicación es un factor en común que tienen todos los regímenes políticos, y es que, sin comunicación no existe la política. Estos dos aspectos han sido fundamentales para el desarrollo del hombre, por ejemplo, en la organización de Estados y sus potencialidades económicas, sociales y, por supuesto, políticas.
La unión de estos dos conceptos (comunicación y política) se debe a que los gobernantes necesitan el apoyo de los ciudadanos para desarrollar sus proyectos e ideas y, los gobernados quieren darle a conocer las necesidades y expectativas a quienes los dirigen ( Fuente: Ibero https://blog.posgrados.ibero.mx/comunicacion-politica/).
En épocas electorales o en vísperas a éstas cuando es el momento de definir, establecer y dar a conocer candidaturas, la comunicación política se basa mayormente en un solo punto: influir a partir del proceso político-comunicacional para la obtención de los puestos de autoridad a través del convencimiento con fines electorales. Indudablemente esta situación puede mantener sus controversias. A la hora de posicionar la candidatura de un político, ¿vale todo? ¿El fin justifica los medios? ¿Promocionar un posible administrador del Estado es lo mismo que vender un producto? ¿Importa más lo que hace o lo que dice que va a realizar? ¿Alcanza comunicar bien para ganar una elección? ¿Es razonable que la ciudadanía experimente los avatares del marketing político al momento de elegir sobre el camino que debería tomar el país?.
Muchos son los interrogantes y no menos las respuestas y polémicas que despiertan. De todas maneras, algo es seguro: la punta de lanza de todo proceso político es y siempre será, valga la redundancia, la política.
Lo cierto es que no alcanzan los mensajes vacíos ni las imposturas falsas de los candidatos. La comunicación política no puede resolver la falta de profesión ni de vocación. Se pueden armar y configurar infinitos enunciados a la hora de generar una campaña en para posicionar a un funcionario. Sin embargo, el hecho básico pero sumamente importante es el contenido, lo que tiene el político para proponer y lo que ha hecho, su expertise en la labor pública o privada (si es que proviene de allí). Al fin de cuentas lo que se destaca es la política como praxis, como práctica para transformar la realidad de las personas.
Afortunadamente, por otra parte, los cargos públicos tienden a no definirse exclusivamente por la publicidad o el marketing. Si esto fuese, la actividad política se reduciría al simple hecho de cuál candidato o candidata invierte más dinero en su campaña electoral. De este asunto, surgiría algo aún más complicado: ¿quién financia esa publicidad? Actualmente, se corroboran muchos ejemplos a propósito de cómo los favores a la hora de invertir plata por parte de un privado en un candidato, luego se traduce en beneficios particulares cuando éste llega al poder. Inclusive hay teoría al respecto, el pensador alemán, Max Weber, hablaba sobre la figura del “Boss”. Así también, algo de estas cuestiones se pueden encontrar en los trabajos del periodista Hugo Alconada Mon sobre los “sótanos del poder “.
Como ya se dijo, la política es la punta de lanza. Después se la puede complementar con la comunicación y con la configuración de historias y relatos. De todas formas, es imprescindible comprender que lo único importante, o mejor dicho, lo trascendental a la hora de evaluar un determinado candidato es su capacidad al momento de gestionar la cosa pública. Obviamente que si es un denominado “outsider” que no ha tenido ningún antecedente conocido en la política es más difícil. No obstante, siempre algo se puede conocer, de aquí la importancia de la responsabilidad y curiosidad cívica de la ciudadanía.
En fin, comunicar no es lo mismo que gestionar y hacer marketing político no es lo mismo que hacer política en lo que respecta a la actividad, allí está el meollo de la cuestión.
Julián Lazo Stegeman