Razón Crítica
Voto emocional y manipulación
El analista político y consultor en opinión pública, Jorge Giacobbe, plantea o construye una analogía al decir que los “votantes de Cristina son como el perro de Pavlov”.
Más allá de las cuestiones ligadas a la estricta teoría del condicionamiento clásico formulada por el fisiólogo ruso, Iván Petrovich Pavlov, que servirían de cimientos para la psicología conductista, Giacobbe se sumerge con este enunciado en el ámbito específico de la ciencia política y la sociología.
En este sentido, se adentra en un antiquísimo debate de estas ciencias en nuestro campo nacional que tienen que ver con los orígenes del peronismo. Básicamente, existía una teoría clásica al respecto, representada por el sociólogo Gino Germani. Éste esgrimía que existía una fractura o quiebre interno en la clase obrera histórica de nuestro país.
Esto produjo, en el contexto de la formación del peronismo, una brecha que dividía a los trabajadores “viejos” (donde funcionaba la cosmovisión socialista o comunista del mundo) de los “nuevos” (provenientes de las inmigraciones internas a causa del origen del proceso de sustitución de importaciones comenzado en 1930) cuyo comportamiento era descripto como emocional e irracional.
En términos simplificadores, a partir de esta construcción teórica se describía al populismo en general y a su variante argentina en particular como una versión “degradada” de la actividad política, con simpatizantes que al no estar organizados ni tener una ideología política como tal, fueron manipulados, en términos del intelectual alemán Max Weber, por un líder carismático.
A este debate se sumaron las ideas de los sociólogos Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero que pretendían discutir con lo planteado por Germani. Aquellos dos explicaban el origen del peronismo no en términos de división de la clase obrera y manipulación de los “nuevos” trabajadores.
En primer lugar, establecían que esa separación no era tal y que los “viejos” obreros se sintieron también interpelados por el movimiento del General Perón. Por otro lado, argumentaban que los “nuevos” no sólo que ya estaban organizados sino que, además, no volcaron su simpatía al peronismo por una mera manipulación sino por los beneficios y mejorías que experimentaron entre mediados de la década de 1940 y mitad de la década de 1950.
Lo expuesto por Gino Germani se enlaza con las condiciones de producción del discurso de Giacobbe. Entonces cabe preguntarse, ¿los votantes de Cristina forman su voto desde la manipulación? Desde esta columna se prefiere hablar de “voto emocional” antes que de manipulación dado que éste permite explicar que muchos integrantes de ese núcleo duro de aproximadamente el 30% en el electorado cristinista proviene de los beneficios y mejorías que experimentaron desde el 2003 al 2011 luego de los que fueron las crisis del peronismo menemista y la Alianza.
Posteriormente, llegó el inicio de la caída estructural de la economía nacional comenzada en esa segunda gestión de Cristina Fernández de Kirchner, agravada durante el macrismo y empeorada aún más en el gobierno vigente de Alberto Fernández (que tiene a Fernández de Kirchner como Vice aunque intente despegarse del mismo). Esta situación seguramente generó incertidumbre y confusión a aquel núcleo duro, de todas maneras es ese “voto emocional “ que mencionamos en el párrafo anterior lo que aún ubica a la ex Presidente como un cuadro político con fuerza dentro del peronismo y de la política de nuestro país en general.
Más allá de los gravísimos índices de pobreza, indigencia e inflación, la referente del Kirchnerismo y su entorno más próximo como Máximo Kirchner, saben que tienen expectativas electorales si mueven bien sus fichas en términos de alianzas futuras. Sin embargo, antes tienen que desprenderse del Gobierno actual y borrar todo tipo de responsabilidad política en la paupérrima gestión que está llevando adelante el oficialismo hoy en día. Desde este punto es que se entienden las declaraciones vertidas por el hijo de la Vice en el programa del periodista Roberto Navarro cuando dijo, al respecto del Presidente y algunos de sus funcionarios, que “hace mucho que no tengo idea en qué andan”. O cuando la misma Cristina Kirchner tuiteó que le “resulta francamente inaceptable el nuevo aumento, esta vez de dos dígitos (13,8%), que el Gobierno autorizó a las empresas de medicina prepaga, y que de esta manera suman el 114% anual de aumento otorgado. O sea, más de un 20% sobre la inflación anualizada”, como si ella no fuese parte. Más allá de las opiniones contrarias que pudo haber tenido al respecto, resulta ingenuo pensar que el hecho de hacerlas públicas no implica una estrategia de cara a las próximas elecciones.
En fin, mientras el Gobierno pretende omitir las PASO en el Congreso y llevarlas adelante como hasta ahora, a cielo abierto con sus intereses e internas, la sociedad civil se ve expuesta a experimentar un oficialismo quebrado y que parece carente de ideas de cómo transformar la realidad de las personas.
Julián Lazo Stegeman