Razón Crítica
¿Y el sindicalismo qué?
Mientras el país se tambalea en un rumbo incierto y los trabajadores pagan los platos rotos con la imposibilidad de llegar a fin de mes y la pérdida constante del poder adquisitivo de sus ingresos, la burocracia sindical vive en la misma burbuja paralela que la clase política, con mucho de complicidad en los desmanejos de la cosa pública.
Ante los constantes atropellos que reciben los salarios de los trabajadores, ¿cómo es posible, salvo algunas excepciones, la inacción del sindicalismo? ¿Cómo pueden mantener esta posición inerte ante la caída económica de los asalariados que dicen representar?. Pareciera ser que la burocracia sindical está conformada por un grupo de dirigentes prebendarios sin el mínimo ánimo de lucha por los derechos de los trabajadores.
Parece ser que cada vez más el sindicalismo argentino se basa en intereses particulares y corporativos ajenos al bienestar y a los derechos de los laburantes sindicalizados. Es inviable una lucha sindical que no busque objetivos colectivos. Es la omisión total de su lógica fundacional.
Cuando el sindicalismo, de la mano de sus burocracias, ignora la representación genuina de sus afiliados para privilegiar la complicidad con el poder político de turno, los laburantes quedan a la deriva. A su vez, pareciera ser que los sindicalistas ubican por delante sus simpatías y filiaciones políticas. En esta línea, ejercen con menor o mayor intensidad sus herramientas de lucha como los paros generales según quiénes están gobernando. Un ejemplo de esta cuestión es el estudio realizado por la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral. Los gobiernos no peronistas de Alfonsín, De la Rúa y Mauricio Macri experimentaron sus primeros paros a los 269, 79 y 484 días respectivamente. Mientras que los gobiernos peronistas de Menem, Néstor Kirchner y Cristina Fernández recién los recibieron a los 1068, 1416 y 1808 días cada uno. Por su lado, el actual Gobierno de Alberto Fernández, con esta crisis, hasta el momento no ha experimentado ninguno. ¿Cómo se explica está situación? Es cierto que el sindicalismo históricamente formó un eje fundamental del movimiento justicialista. De todas maneras, no es argumento para olvidar sus raíces y no defender a los trabajadores por privilegiar los colores o las relaciones políticas con el ejecutivo de turno.
Ni caben dudas que los índices macroeconómicos de Argentina impactan negativamente en la calidad de vida de los asalariados y cuando la política no brinda respuestas a sus demandas, es donde deberían actuar los gremios. Pero esto no está sucediendo y casi toda la clase trabajadora del país vive constantemente fluctuaciones económicas que no le permite proyectar un futuro certero.
La política es una herramienta para transformar la realidad de las personas. Los administradores del Estado deberían comprender está definición. Asimismo, los sindicalistas también. La política, además, es desde las bases. No se puede actuar para cambiar el día a día de la gente desde la torre de marfil limitada en sus oficinas. Gremialistas y funcionarios deberían recorrer las calles y los barrios, saber lo que allí sucede y conocer sus contingencias del cotidiano. No hay otra forma de realizar el trabajo que pretenden ejercer. O, mejor dicho, sí la hay. Pero es una manera inviable y poco transparente de cumplimentarlo.
La complicidad de los sindicatos con los poderes públicos y privados en contra de los laburantes no corresponde. Tampoco puede ocurrir que los sindicalistas accionen sólo a favor de sus intereses particulares. Los gremios son asociaciones colectivas por encima de todo, no existe el margen para objetivos unipersonales.
En fin, si se hila más fino en los análisis, también es clave mencionar que el sindicalismo argentino necesita una reforma democratizadora urgente. Los sindicatos, también, son de las cajas de dinero más importantes del país. En este sentido, es fundamental que el Congreso y las autoridades competentes conozcan, regulen y controlen constantemente lo que allí sucede con el objetivo de que todo sea más transparente.
En épocas de crisis, los gremios deberían estar más presentes que nunca. Lamentablemente, no es lo que está sucediendo.
Julián Lazo Stegeman