Mitos:
Pbro Jorge H. Leiva: Narciso, Sísifo y Prometeo.
A veces, en nuestro lenguaje cotidiano, para hablar de un hecho del pasado cuya veracidad es dudosa decimos : Jorge H. Leiva: "Eso es un mito"
Jorge H. Leiva: Y con esta expresión afirmamos que lo que se está diciendo es algo que no es totalmente verificable. Pero también encontramos otra manera de entender el término “mito”: Dicen los diccionarios de la red que el mito es una historia fabulosa de tradición oral que explica, por medio de la narración, las acciones de seres que encarnan de forma simbólica fuerzas de la naturaleza, aspectos de la condición humana, etc.; se aplica especialmente a la que narra las acciones de los dioses o héroes de la Antigüedad. Detengámonos en esto: los mitos encarnan de forma simbólica “aspectos de la condición humana”. Veamos un ejemplo: la Biblia tiene un relato mítico que afirma que Caín mató a su hermano Abel; recordemos que estos eran los dos primeros hijos de Adán y Eva. Ahora bien, no sabemos si fueron personajes históricos; lo que sí sabemos es que existen los fratricidios. Del mismo modo, existen mitos que describen de modo visual y narrativo las características de una época. Alguien dijo alguna vez que lo tres mitos que caracterizan nuestro tiempo son: el de Narciso, el de Sísifo y el de Prometeo. Veamos algo sobre ellos: En la mitología griega, Narciso era un joven con una apariencia bella, hermosa y llamativa. Todas las mujeres y hombres quedaban enamorados de él, pero este los rechazaba. Para castigar a Narciso por su engreimiento, la diosa Némesis hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de separarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. Si prestamos atención, en la actualidad este mito habla de nosotros y nos habla: diariamente contamos con la posibilidad de sacarnos infinitas fotos (las selfies), que nos han dado un espejo en el que nos sumergimos cegados por nuestra imagen, lo que no nos permite mirar a los otros…, y, a su vez, tenemos el riesgo de caernos en el lago de nuestro propio yo.
Por otro lado, Sísifo fue fundador y rey de Éfira (nombre antiguo de Corinto). Este personaje es conocido por su castigo: empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el frustrante y absurdo proceso. Este mito también habla de nosotros: tenemos la posibilidad de “progresar” a través de grandes esfuerzos, pero siempre “chocamos”, en nuestro tiempo, con nuevas frustraciones, sin embargo, seguimos intentando, en reiteradas oportunidades, levantar la misma piedra que vuelve a caer contra nosotros.
Por último, se nos presenta a Zeus, dios del Olimpo, quien prohibió a los hombres el fuego. Como consecuencia, Prometeo, uno de los titanes de la mitología griega, decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y lo tomó del carro de Helios y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una caña que ardía lentamente. De esta forma la humanidad pudo calentarse y utilizarlo para llevar a cabo sacrificios de animales. Prometeo fue encadenado y, aunque luego fue liberado, debía llevar con él un anillo unido a un trozo de la roca a la que fue encadenado. Este mito también habla de nosotros, de nuestra modernidad reciente en la que está de moda erigirnos contra Dios, como si los “fuegos que Él nos prohíbe” fueran un capricho y como si sus designios no fueran dignos de confianza; como si sus proyectos no estuvieran determinados desde su Amor de Padre bueno, que nos guía y que “dispone todo para bien de los que lo aman” como decía Pablo de Tarso. Con Jesús no robamos Fuego al cielo: lo recibimos por Él con gratitud y esperanza.