Retratos íntimos
Mario Anibal Moreno. Guitarrero y pediatra de nuestra ciudad.
Me siguen atravesando los anhelos de la juventud. La curiosidad, el asombro, la duda son pulsiones que no dejan de estar presentes en un mundo convulsionado que vive asediado por la amenaza, el miedo y el terror. Se viven horas de desesperación en distintas parte del planeta y lo que acontece en una ciudad chica no puede estar ajeno a ésto que nos tiene que conmover. Somos 8500 millones de habitantes en el mundo y todavía anhelamos tener un transitar en la vida con las condiciones que merece cualquier ciudadano como derecho a una viviendo, tiempo libre, trabajo reconocido y remunerado y en un ambiente tranquilo intentando buscar una equidad en la vida de las personas, habiendo cuenta que los resentimientos por las desigualdades son los que generan las mayores dificultades en la vida cotidiana.
Los recuerdos que tengo de la infancia son para mi de una riqueza incalculable. Yo nací en Gualeguay pero mis primeros once o doce años los viví en Ibicuy, en lo que se conoce como la Estación Holt. Mi infancia y mi escuela primaria la inicio por allí. Cuando transcurría el año 1966 vengo a Gualeguay, a la casa de mi abuela, a cursar lo que era quinto grado y que en ese momento pasó a llamarse sexto grado debido a que se anula lo que en aquella época era un primer grado superior que sería el segundo grado de ahora. Como te decía, de mi infancia tengo muchísimos recuerdos. Algunas personas dicen que no tienen recuerdos vívidos de etapas tempranas, yo me acuerdo desde los tres o cuatro años seguro ya que cuando nace mi hermano siguiente en el año 1957, yo tengo presente en lo que era la maternidad de la calle Irigoyen, la imagen de un nene chiquito en un moisés, que era precisamente mi hermano.Esos estímulos tan fuertes quedan grabados en la memoria visual.
Después con respecto a Ibicuy tengo muchísimos recuerdos, inclusive antes de comenzar la escuela primaria, la Escuela 20 de Junio, que era su denominación en ese momento, ahora creo que cambió, hasta las calles de arena de la zona. No había calles de tierra, viste cuando pasas por Médanos hacia Ceibas, donde se pueden visualizar médanos de arena, bueno, Ibicuy era éso. Recuerdo que no se podía andar en bicicletas en la mencionada arena, entonces cuando hacen la calle de tierra me acuerdo de la alegría de tener una senda para poder recorrer en bici. Estas calles las hacían con barro, con una arcilla, con una tierra negra grisácea que se podía moldear y generar lo que hoy es porcelana fría. Recuerdo haber manipulado esa tierra que pretendió ser el trazado urbano que tenía Ibicuy en ese momento.
Ibicuy era la terminal ferroviaria, y el puerto que se encontraba a dos kilómetros de distancia de la Estación Holt, donde llegaba el tren de Ferrocarril Urquiza desde Posadas, Misiones. La red ferroviaria llegaba al puerto, ese tren de pasajeros y de carga era, valga la redundancia, cargado en el ferry boat, que era un barco que juntaba un tren entero de 45 vagones ubicados dentro de él en tres tramos, que transitaba por el Río Paraná, llegaba a Zárate, hacía la transferencia a la vía terrestre y, luego, llegaba a la estación Lacroze en la gran ciudad de Buenos Aires.
Algo similar ocurría con la Estación Carbó dado que el tren de pasajeros era lo que conectaba la mesopotamia entera con la gran ciudad de Buenos Aires. Las rutas eran muy pocas, de ripio. Recuerdo que pretender ir a Buenos Aires desde Gualeguay en aquella época era una travesía de muchas horas que incluía subirse a dos balsas para llegar a Zárate.
Todas esas vivencias las tengo muy frescas porque mi padre era ferroviario al igual que mi tío y mi abuelo y ésto dejó un rastro muy fuerte en mi. Por ejemplo, lo que significaba el galpón de máquinas o esto que te decía de ver el tren de pasajeros llegar a la Estación Holt.
A modo de volver a mis recuerdos de la escuela me acuerdo del nombre de mi maestra, Blanca Lombardo de Suárez, también me acuerdo de otra de mis maestras, Ana Sánchez, me acuerdo además de mis compañeros de aquel entonces, sus apellidos y sus caras. El patio de la escuela también está en mi mente. Recuerdo el transitar hacia la mencionada institución educativa. Cortábamos camino e íbamos por estas calles de arena que te contaba, tal es así que en época de verano, que íbamos con menos ropa, había que sacarse las zapatillas para quitarnos la arena que juntábamos por cruzar terrenos baldíos de esa zona. Te quedan grabados en la memoria mucho de todo ésto. Había un arroyo que nosotros le llamábamos El Estero y las escapadas que hacíamos de nuestros padres eran para ir allí. Allí desarrollamos un imaginario y jugábamos hasta que, por supuesto, venían nuestras madres a buscarnos, era maravilloso.
Ya la influencia televisiva estaba en aquel momento. En Ibicuy, la imagen era nítida, blanco y negro, debido a la cercanía con Buenos Aires permitía tener la imagen de televisión de allí. Entonces crecimos también viendo qué televisión había en esa época. Veíamos el Llanero Solitario, el Hombre del Rifle, toda influencia norteamericana, no en vano también ésto genera un sentido en la percepción de uno que va formándose.
En mi faceta de guitarrero, en aquella infancia en Ibicuy, tuve algunas de mis influencias a partir de la televisión. En ese momento, en la tele había programas de muchas horas de duración y había uno que se llamaba Guitarreadas Crush en donde había un montón de chicos tocando este instrumento.
El derecho a l salud es algo que tienen todos los habitantes, sean del lugar y origen que fuesen. Si transita alguien en la Argentina y se desmaya, estoy seguro que viene una ambulancia, lo levanta y lo atiende, lo mismo en general con el hospital público. A lo que voy es que el derecho a la salud debería ser de acceso indiferenciado para todos