Economía
Por primera vez en la era Milei, en julio el Gobierno no logró alcanzar el superávit financiero en las cuentas públicas
Lo admitió el propio Caputo, quien buscó anticipar el dato al mercado que atribuyó a los altos pagos de la deuda. Prometió que el saldo positivo vuelve en agosto, cuando también hay compromisos por al menos USD 1.000 millones.
Toda la atención estaba puesta en junio cuando, en rigor, el problema era en julio. Es lo que ocurrió con las cuentas públicas en los últimos meses. El Gobierno logró sorprender con superávit financiero en el sexto mes del año, cuando por el pago de aguinaldo y otras obligaciones, el período es estacionalmente deficitario igual que en diciembre. Esa dinámica parece haber cambiado en la economía del sector público y el ministro de Economía, Luis Caputo, decidió en su encuentro con sus representantes del mercado de capitales prevenir antes que curar. Según les anticipó a sus invitados, en julio se interrumpirá, por primera vez en la era Milei, el ciclo de superávit financiero. Sí prometió que el resultado primario, es decir, la cuenta después de restar los gastos a los ingresos percibidos, seguirá siendo positivo pero que, dado el alto volumen de pagos de la deuda durante el mes, el resultado financiero volverá transitoriamente al rojo.
El dato surge en un momento delicado en el mercado, cuando los inversores dudan de la capacidad de pago de los compromisos en moneda dura más por la disponibilidad de dólares que por la falta de disciplina fiscal. Si a la caída cotidiana de reservas de los últimos días se le agrega un deterioro del panorama fiscal, el dato presentado sin más podía deparar una sorpresa desagradable. De ahí que Caputo prefirió preparar el terreno y compartir la información incluso de manera prematura ya que el mes ni siquiera había terminado cuando comunicó la mala nueva.
Los pagos de la deuda ascendieron en julio a casi USD 3.000 millones, lo que se interpuso en la senda del balance positivo del Tesoro que se retomará este mes, según reiteraron los funcionarios. Sin embargo, lo cierto es que tampoco agosto luce tan sencillo, aun cuando en el Banco Central computan ingresos por al menos USD 1.200 millones comprometidos por organismos internacionales -en rigor, devolución de parte de los pagos realizados por casi el doble de esa cifra- y también apuestan a la reversión de la cuenta energética que podría ofrecer unos USD 400 millones adicionales al mercado cambiario.
En la columna de al lado, sin embargo, se suman los pagos. “En los próximos días las reservas se verán afectadas también por el pago de intereses al FMI por unos USD 740 millones, que se verán compensados por el anuncio de la llegada de fondos frescos de parte del BID (realizado ayer por la tarde por Pablo Quirno, secretario de Finanzas, quien señaló que habría unos USD 650 millones). Destacamos que además en agosto hay vencimientos de deuda por capital e intereses con otros organismos internacionales (sin contar el FMI) por otros USD 250 millones”, detallaron en Aurum Valores. Según esa cuenta, los USD 1.000 millones en pagos de deuda podrían ser más que compensados con el anuncio reciente del BID, el saldo restante y una oferta adicional de divisas proveniente de la energía u otros sectores. En términos fiscales, la cifra luce bastante menos desafiante que la del mes pasado.
De hecho, según un análisis reciente del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), el segundo semestre lucirá bastante menos complejo que el primero precisamente gracias al profundo ajuste del gasto llevado adelante en los primeros seis meses del año.
Según ese trabajo, el ajuste hasta fin de año debería alcanzar poco más de 20% respecto del mismo período del año pasado para obtener el equilibrio fiscal. Pero para lograr un resultado equivalente al del primer semestre, es decir, un saldo financiero positivo de 0,4% del PBI, el ajuste del gasto debería ubicarse en torno al 24% respecto del nivel de 2023. En ambos casos, se trata de un recorte algunos puntos por debajo de los que se podaron en los primeros seis meses del año, cuando el apretón fiscal implicó una caída del gasto de 32,2 por ciento.
En otros términos, el Gobierno tiene espacio para relajar levemente la presión sobre el recorte del gasto y cumplir de todos modos con la consigna del superávit.