Razón crítica
Asado, héroes y la política de la crueldad.
La política debería ser, en su esencia, un ejercicio de responsabilidad, de sensibilidad y, por sobre todo, de respeto hacia quienes depositan su confianza en los representantes electos.
Sin embargo, venimos presenciando una preocupante tendencia en la que algunos dirigentes transforman los espacios legislativos en burdos espectáculos, ajenos a las necesidades y sufrimientos del pueblo. Un claro ejemplo de ésto es el caso del Presidente Javier Milei y los 87 diputados que votaron a favor del veto del Ejecutivo al aumento de los haberes jubilatorios y que, además, lo hicieron con una actitud que bordea la falta de respeto celebrando, asado de por medio en la Quinta de Olivos, su postura como si fuera un triunfo político mientras los jubilados del país continúan sufriendo las consecuencias de años de postergaciones.
El contraste entre la dureza de la realidad que viven miles de ciudadanos y el circo obsceno montado por estos legisladores junto al Presidente es imposible de ignorar. En lugar de abordar el tema con la seriedad y el respeto que merece, estos funcionarios optaron por utilizar todo este proceso legislativo como un escenario para el show mediático, priorizando su agenda política y su imagen pública por encima del bienestar de los ciudadanos más vulnerables. El festejo de un “logro” que implica mantener los ingresos de los jubilados en niveles insuficientes es, sin dudas, un acto de insensibilidad que trasluce mucha crueldad y que lejos está de ser llevado a cabo por “héroes “, como denominó el Presidente a estos diputados.
El desprecio a los vulnerables: Entre el circo y la política.
El hecho de que Javier Milei, un dirigente que se autoproclama defensor de las libertades y detractor de la casta, se regocije y festeje junto a otros 87 legisladores por haber impedido una mejora en los haberes jubilatorios no solo refleja una desconexión con la realidad de los más necesitados, sino también una peligrosa tendencia hacia la trivialización de la política. No es lo mismo rechazar una medida por cuestiones técnicas o económicas que convertir ese rechazo en un espectáculo que ningunea las necesidades de una parte importante de la población. Incluso, ese mitin en Olivos pareció una provocación.
El acto de votar en contra de un aumento que, aunque modesto, hubiera significado una mejora en la calidad de vida de los jubilados no puede ser interpretado como un simple desacuerdo legislativo. Las implicancias van mucho más allá. La decisión de estos diputados, bajo la batuta del primer mandatario, es un reflejo de la falta de empatía hacia aquellos sectores más vulnerables e históricamente postergados. Es fácil para la casta (de la que ahora forma parte Milei) y sus integrantes, quienes gozan de un sinfín de privilegios, celebrar el “ahorro” de las arcas públicas comiendo asado mientras quienes no tienen otra opción que sobrevivir con ingresos insuficientes siguen siendo los más perjudicados. En una triste paradoja, damnificar a los jubilados es una línea histórica muy propia de la famosa casta, esa misma que el actual Presidente decía que iba a combatir. Inclusive es peor, no es la primera vez que se descuida sus haberes pero sí la primera vez que se hace alarde de ésto como heroica.
La responsabilidad política y el respeto al pueblo.
El ejercicio del poder político debe estar marcado por una profunda responsabilidad hacia los ciudadanos. Especialmente en tiempos de crisis y dificultades, como los que estamos atravesando, los dirigentes deben ser aún más conscientes del impacto que sus decisiones tienen sobre la población. En este sentido, la falta de respeto demostrada por Javier Milei y los legisladores que lo acompañaron en su festejo es una muestra palpable de lo que significa gobernar sin sensibilidad ni empatía. La responsabilidad política no solo radica en la capacidad de tomar decisiones difíciles, sino también en la forma en que esas decisiones se comunican y se gestionan.
No se trata solo de cifras o presupuestos. Es necesario comprender que detrás de cada voto en contra, de cada veto, detrás de cada ley que no se aprueba, o de cualquier tecnicismo legislativo (necesario o no), hay personas reales que ven afectadas sus vidas. Los jubilados no son simples estadísticas en un excel, son personas que históricamente han sido relegadas y que merecen vivir con dignidad. Un aumento en sus haberes, por más marginal que sea, puede significar la diferencia entre acceder a una medicación necesaria o vivir con angustia por no poder cubrir gastos esenciales. Ante esto, lo mínimo que se espera de los representantes a la hora de legislar y tomar decisiones es respeto, no un burdo circo.
Un liderazgo desconectado de la realidad.
El espectáculo montado por el Presidente Milei y sus aliados no solo es un reflejo de su visión política, sino también de una desconexión profunda con la realidad de millones de argentinos. En lugar de tratar con seriedad y respeto un tema tan delicado como el de los haberes jubilatorios, eligieron convertir todo el tema en una plataforma para el show y la autocomplacencia. No es la primera vez que vemos este tipo de actitudes en la política argentina, pero lo preocupante es que cada vez son más frecuentes, evidenciando un deterioro en la calidad del debate político y en el compromiso de los dirigentes con el bienestar del pueblo.
Es fundamental que los líderes políticos entiendan que la política no es un espectáculo y que cada acción, cada voto y cada palabra que pronuncian en los espacios de decisión tiene consecuencias reales sobre la vida de las personas. Los jubilados no pueden ser el blanco de las decisiones frías y calculadas de quienes, desde el confort de sus cargos y salarios, ven en ellos una cifra que ajustar para cuadrar el presupuesto y luego festejarlo socarronamente. Esos comportamientos son tan antiguos como la casta vernácula misma. El verdadero liderazgo se demuestra en la capacidad de tomar decisiones justas y de comunicarlas con respeto y sensibilidad, algo que claramente ha faltado.
Hacia una política con empatía y seriedad.
La actitud mostrada por Javier Milei y los diputados que festejaron mediante un asado la votación a favor del veto presidencial al aumento a los jubilados es un recordatorio de la importancia de la empatía y la responsabilidad en la política. No se trata solo de tomar decisiones difíciles, sino de hacerlo con un profundo sentido de empatía y respeto por aquellos que más lo necesitan. La política no puede seguir siendo un espectáculo mediático, debe ser un espacio donde se debatan y resuelvan los problemas reales de la gente y donde los líderes sean capaces de mostrar compasión y sensibilidad en sus acciones.
La estampa graficada por Milei y los legisladores no solo es un desaire a los jubilados, sino también a la ciudadanía en su conjunto. La política no puede ni debe convertirse en un circo donde el sufrimiento de los más vulnerables se transforma en un motivo de celebración para quienes, desde sus privilegios, no comprenden la realidad de aquellos a los que deberían servir. En tiempos de crisis, más que nunca, necesitamos líderes comprometidos con el bienestar de todos, capaces de tomar decisiones difíciles con empatía y respeto. Solo así podremos construir una sociedad mejor.
Julián Lazo Stegeman