Razón crítica
Deportes y política: ¿los deportistas de élite deberían expresarse?
La relación entre el deporte y la política ha sido históricamente compleja y multifacética. A lo largo de los años, numerosos deportistas famosos han utilizado su plataforma para expresar opiniones políticas, generando debates y controversias sobre si es apropiado o no que lo hagan. En este artículo, exploraremos los argumentos a favor y en contra de que los deportistas famosos se expresen políticamente, reflexionando sobre el impacto que tienen sus declaraciones en la sociedad.
Voz y visibilidad.
Uno de los principales argumentos a favor de que los deportistas famosos se expresen políticamente radica en la enorme visibilidad y alcance que tienen. Estos atletas cuentan con millones de seguidores en redes sociales y una presencia mediática significativa. Por lo tanto, tienen la capacidad de atraer la atención hacia temas importantes y dar voz a quienes, de otro modo, podrían no ser escuchados. Ejemplos notables incluyen a Muhammad Ali, quien se opuso públicamente a la guerra de Vietnam, y al jugador de fútbol americano Colin Kaepernick, quien protestó contra la brutalidad policial arrodillándose durante el himno nacional de Estados Unidos. Recientemente, también tenemos los ejemplos de los jugadores de la selección francesa Kylian Mbappé, Ousmane Dembélé, Marcus Thuram, Jules Kounde, Ibrahima Konaté y Aurélien Tchouaméni llamando a la población de su país a votar y frenar el avance de la agrupación política lidera por Marine Le Pen en las últimas elecciones legislativas de aquella nación.
Responsabilidad social.
Otro argumento a favor es que los deportistas, como figuras públicas, tienen una responsabilidad social. En este sentido, diversos sectores de la sociedad podrían esperar que utilicen su influencia para promover el bienestar y la justicia.
Ejemplos de ello son abundantes. Por citar algunos: LeBron James, una de las figuras más influyentes del baloncesto, ha hablado abiertamente sobre la discriminación racial y la necesidad de reformas en el sistema de justicia penal en Estados Unidos. Su organización, la Fundación LeBron James Family, ha financiado escuelas y programas educativos para comunidades desfavorecidas. En el ámbito del tenis, Naomi Osaka ha utilizado su plataforma para destacar la injusticia racial y la violencia policial. Durante el US Open 2020, usó mascarillas con los nombres de víctimas de violencia racial, atrayendo la atención mundial hacia el movimiento Black Lives Matter.
Derechos humanos.
La libertad de expresión es un derecho humano fundamental. Limitar a los deportistas a hablar únicamente sobre deporte puede considerarse una violación de este derecho. Como cualquier otra persona, tienen el derecho de expresar sus opiniones políticas, independientemente de su profesión. La diversidad de opiniones es esencial para una sociedad democrática y saludable y los deportistas no deben ser una excepción.
Profesionalismo y neutralidad.
Un argumento en contra de que los deportistas se expresen políticamente es el principio de profesionalismo y neutralidad. Algunos creen que los atletas deben centrarse exclusivamente en su deporte y evitar temas controvertidos que puedan distraer o dividir a sus seguidores. La naturaleza “apolítica” del deporte se percibe como un espacio donde las personas pueden unirse y disfrutar, independientemente de sus creencias políticas. Al introducir la política, se corre el riesgo de alienar a una parte de la audiencia y de empañar la esencia del deporte como una actividad unificadora.
Consecuencias negativas y polarización.
Expresarse políticamente puede tener consecuencias negativas para los deportistas, tanto a nivel personal como profesional. Pueden enfrentar críticas, perder patrocinadores o incluso ser excluidos de competencias. El caso de Colin Kaepernick es un ejemplo paradigmático; su protesta pacífica le costó su carrera en la NFL.
Además de Kaepernick, otros deportistas han enfrentado consecuencias similares. John Carlos y Tommie Smith, los velocistas estadounidenses que alzaron sus puños en un saludo del poder negro durante los Juegos Olímpicos de 1968, fueron expulsados del equipo olímpico y enfrentaron ostracismo social y profesional al regresar a su país.
Otro ejemplo es el de Mahmoud Abdul-Rauf, jugador de la NBA, quien en la década de 1990 fue suspendido por negarse a estar de pie durante el himno nacional de Estados Unidos, citando razones religiosas y políticas. Su postura le costó su carrera en la liga y afectó significativamente su vida profesional.
En el ámbito del fútbol femenino, Megan Rapinoe ha sido objeto de controversias por arrodillarse durante el himno nacional en solidaridad con Kaepernick. Aunque ha recibido apoyo, también ha enfrentado críticas y amenazas, lo que refleja el riesgo que corren los deportistas al tomar posturas políticas.
Otro argumento en contra es que las declaraciones políticas de los deportistas pueden aumentar la polarización y el conflicto dentro de la sociedad. En un contexto donde las divisiones políticas ya son profundas, la intervención de figuras deportivas puede exacerbar las tensiones. En lugar de contribuir al diálogo constructivo, sus opiniones pueden ser utilizadas para alimentar el enfrentamiento y la discordia.
El ejemplo del tenista Novak Djokovic ilustra este punto. Durante la pandemia de COVID-19, Djokovic se expresó en contra de las vacunas, argumentando en favor de la libertad de elección personal. Su postura generó una intensa polémica, dividiendo a los aficionados y a la opinión pública. Mientras algunos lo apoyaron, muchos otros criticaron su posición, argumentando que sus declaraciones podían desalentar la vacunación y poner en riesgo la salud pública. La controversia alcanzó su punto álgido cuando se le impidió participar en varios torneos debido a su negativa a vacunarse, lo que evidenció cómo las opiniones políticas de los deportistas pueden tener repercusiones significativas tanto en sus carreras como en el debate social más amplio.
La cuestión de si los deportistas famosos deben o no expresarse políticamente no tiene una respuesta definitiva. Ambos lados del debate presentan argumentos válidos y preocupaciones legítimas. Sin embargo, es innegable que los deportistas, como individuos con derechos y responsabilidades, tienen la capacidad de influir en la sociedad de manera significativa.
En última instancia, la decisión de hablar o no sobre política debe ser personal y voluntaria. La clave es encontrar un equilibrio entre la responsabilidad social y los riesgos asociados. Los deportistas que eligen expresarse deben estar preparados para las posibles consecuencias y, al mismo tiempo, ser conscientes del poder de su voz. Por otro lado, la sociedad debe mostrar madurez y reconocer y respetar el derecho de estos atletas a tener y expresar sus opiniones, sin imponerles un silencio que contradiga los valores democráticos fundamentales ni agredirlos ni señalarlos por sus determinadas opiniones y posiciones políticas.
En un mundo cada vez más interconectado y consciente, es probable que veamos a más deportistas asumiendo roles de liderazgo y abogando por el cambio social. Ya sea que uno esté de acuerdo o no con sus posicionamientos ideológicos, es esencial fomentar un entorno donde el diálogo y la diversidad de pensamiento sean bienvenidos. Después de todo, el progreso y la justicia solo pueden lograrse a través de la participación activa y la colaboración de todos los sectores de la sociedad, incluidos los deportistas.
Julián Lazo Stegeman