Razón crítica
La apatía política y la negación de la existencia humana
En el mundo contemporáneo es cada vez más común encontrar individuos que se autoperciben apolíticos, desinteresados en la política y que optan por no participar en los procesos democráticos.
Esta postura, si bien legítima en una sociedad que valora la libertad individual, encierra implicaciones profundas que pueden ser examinadas a través de los conceptos desarrollados por el filósofo existencialista francés, Jean-Paul Sartre. Su análisis de la Existencia y la Esencia, la Libertad Radical, la Autenticidad, la Angustia, la Mala Fe, el Ser y la Nada, y la relación con el Otro y la Mirada ofrece una perspectiva reveladora sobre los peligros que la apatía política puede representar para la existencia colectiva de una sociedad.
Sartre argumenta que “la existencia precede a la esencia”. Es decir, los individuos primero existen y luego definen su esencia a través de sus acciones. Aplicado a la esfera política, esto implica que la identidad, valga la redundancia, política de una persona no está predeterminada; se forja a través de la participación y la acción en la vida pública. Los individuos que se consideran apolíticos están, en términos sartrianos, negando la posibilidad de definir una parte esencial de su Ser. Al evitar la política, renuncian a una dimensión importante de su existencia.
Uno de los pilares de la filosofía de Sartre es la idea de la Libertad Radical. Cada persona tiene la capacidad de tomar decisiones y de crear su propio destino. Sin embargo, esta libertad viene acompañada de una inmensa responsabilidad. Los apolíticos, al no participar en la política, eligen ignorar esta libertad y la responsabilidad que conlleva. En una sociedad democrática, la apatía política puede resultar en un abandono del deber cívico, lo que debilita las instituciones democráticas y permite que otros tomen decisiones cruciales sin el contrapeso de una ciudadanía activa.
Para Sartre, vivir auténticamente significa reconocer y aceptar la libertad y la responsabilidad inherentes a la condición humana. El concepto sartriano de Mala Fe, por otro lado, es la auto-decepción, el acto de negar nuestra libertad y responsabilidad. Los individuos que se autoperciben apolíticos y no se interesan por la política pueden estar viviendo en Mala Fe. Al rechazar su capacidad de influir en la política, están eludiendo la responsabilidad de sus elecciones y, por ende, contribuyendo a la perpetuación de un sistema en el que no creen. La falta de autenticidad en su vida política puede tener repercusiones no solo personales, sino también colectivas.
La Libertad Radical genera angustia porque implica una total responsabilidad sobre las propias acciones. Los apolíticos, al evitar la política, pueden estar intentando escapar de esta angustia. Sin embargo, esta evitación no elimina la responsabilidad; simplemente la transfiere a otros. La apatía política puede ser una forma de evadir la angustia existencial que acompaña a la toma de decisiones en el ámbito público, pero esta evasión socava la calidad de la democracia y la capacidad de la sociedad para resolver sus problemas de manera efectiva.
En “El ser y la nada”, Sartre distingue entre el “ser en sí” y el “ser para sí”. El “ser en sí” es el ser de las cosas inanimadas, mientras que el “ser para sí” es el ser de la conciencia, capaz de reflexionar y trascender. Los individuos apolíticos, al elegir no participar en la vida política, pueden estar viviendo más como “seres en sí”, dejando de lado su capacidad de reflexionar y actuar sobre la realidad política que les rodea. Esto no solo limita su propia existencia, sino que también afecta la salud de la sociedad, que depende de la participación activa de sus ciudadanos para funcionar correctamente.
Sartre explora la dinámica de la relación con los demás a través del concepto de la Mirada. La interacción con los otros es fundamental para la autocomprensión y la libertad. Los apolíticos, al aislarse de la política, también se aíslan de una parte crucial de la interacción social. La política es una arena en la que se negocian y se construyen colectivamente las normas y valores de la sociedad. Al no participar, estos individuos se privan de la posibilidad de influir y ser influidos por los otros, debilitando así el tejido social y la cohesión comunitaria.
La postura apolítica, vista desde la filosofía de Sartre, no es simplemente una elección individual inofensiva, sino una renuncia a la libertad y a la responsabilidad que define la existencia humana. Esta actitud puede llevar a una vida menos auténtica y a una sociedad menos democrática y justa. En una democracia, la participación política no solo es un derecho, sino una responsabilidad compartida. Ignorar la política es delegar la propia libertad y responsabilidad, con las consiguientes repercusiones negativas para la existencia colectiva. Sartre nos invita a reflexionar sobre nuestra participación en la vida pública, recordándonos que nuestra libertad está entrelazada con la de los demás, y que nuestra responsabilidad no se puede eludir sin consecuencias profundas.
Julián Lazo Stegeman