Razón crítica
Los límites de la política
La política, como herramienta para transformar la realidad de las personas, requiere la habilidad de construir y desarrollar consensos.
En un mundo tan diverso con intereses múltiples y muchas veces contrapuestos, la praxis política es la llave para gestionar comunitariamente desde un municipio hasta la nación en general. En este contexto, se torna fundamental la capacidad de consensuar para generar cambios debido a que a menudo las pretensiones de una parte de la sociedad no son las mismas que la de otros segmentos sociales.
El entorno político requiere la astucia necesaria para administrar el Estado en los márgenes que propone la Constitución Nacional. Es así que cualquier intento de gestionar por encima de ella, no debería ser tolerado por la ciudadanía.
Además de los límites constitucionales, existen otros límites ligados a la capacidad de los funcionarios de ejercer la práctica política con idoneidad. Es la habilidad de la cual se refería el pensador alemán, Max Weber, que deben tener las personas que se dedican a esto para transitar entre la “política como vocación “ y la “política como profesión “.
Sin lugar a dudas, sostener la confrontación constante y el dogmatismo por sobre la habilidad de buscar consensos nada tiene que ver con la capacidad política necesaria para administrar un país. Los recursos que brinda la praxis política son trascendentales para la transformación social en la medida en que estén anclados en el diálogo y el debate. Asimismo, se tornan fundamentales los términos en los cuáles se manejan los funcionarios de turno. Éstos siempre deben estar acordes a su investidura y la responsabilidad que conlleva.
Los límites de la política están dados por la Constitución Nacional y las capacidades de los encargados de administrar la cosa pública. Cualquier pretensión de ir por encima de la ley máxima de la nación o sobrestimar las facultades personalistas de un funcionario en cuestión atentan contra el consenso necesario para gobernar un país tan complejo como el nuestro.
Julián Lazo Stegeman