por Santiago Joaquín García
Julio Zabala (camionero): “Para ser camionero te tiene que gustar el oficio”
Llegado a Gualeguay desde las tierras de Don Diego y Doña Tota Maradona hace 28 años, Julio Zabala trabaja desde entonces como conductor de transporte de hacienda. En esta nota nos cuenta cómo es su oficio.
La vida del camionero no es sencilla. Trabaja y duerme en los horarios en los que su tarea se lo permiten. Conduce un vehículo de gran porte y no sólo tiene que velar por su seguridad y la del resto de los conductores, sino también por la de la mercadería que transporta. Dialogamos con Julio Zabala, quien se presenta como “vaquero”, porque su fuerte es el transporte de hacienda. Le pedimos que nos cuente sobre sus orígenes: “Soy correntino, de Esquina, y a los 16 años me fui a vivir a Buenos Aires. Allá hacía serigrafía para una fábrica de cosméticos. Después me vine a Gualeguay. Me dediqué a dos cosas en mi vida: serigrafía y camionero”, comentó. Luego, desarrolló cómo comenzó: “Soy camionero desde los 22 años. Tengo 50 años, así que hace veintiocho años que soy camionero. Cuando me radiqué acá en Gualeguay aprendí el oficio. Siempre me había gustado el camión, pero no tenía la oportunidad. Un buen hombre de ‘Transporte El Salteño’, que no está más en Gualeguay porque se volvió a Salta, fue el que me dio la oportunidad. Tenía un par de jaulas y me permitió aprender el oficio este de vaquero”, recordó.
“No aguantan acá arriba”
Antes de entrar en lo específico le preguntamos cómo es la vida sobre ruedas: “Es un tema. Antes que nada, te tiene que gustar el camión. Te tiene que gustar el camión porque vos sabés que lo tenés que querer más que a tu propia mujer, a tu pareja, para andar bien. Y aparte para andar sin problemas, tranquilo en la ruta, te tiene que gustar lo que hacés. Hay mucha gente que solamente quiere ser camionero por el tema de que se gana bien y todo, pero no aguantan acá arriba. Enseguida quieren volverse y no duran con el camión. Por eso te digo, para ser camionero te tiene que gustar el oficio”, reafirma. Luego, le preguntamos cómo son sus viajes: “Nosotros acá hacemos viajes largos. Los viajes más largos que hacemos serían mil trecientos, mil cuatrocientos kilómetros. Generalmente, nuestros viajes son de Corrientes a Gualeguay, que son setecientos u ochocientos kilómetros por día. Depende de dónde vayamos”, dice. Julio se siente agradecido con la forma de trabajar de su empresa: “Agustín Herrero nos permite que nosotros podamos dormir por lo menos cuatro horas por día, así tuviéramos horario, que espere quien tenga que esperar. No hay problema, estamos autorizados y tenemos que dormir cuatro horas sí o sí para evitar accidentes. Así que en ese tema estamos tranquilos acá en El Rodeo. Hay muchas empresas que exigen mucho con el tema de los horarios, pero acá estamos bien”, destacó.
“Yo soy vaquero”
No se hace siempre lo mismo. Todo se basa en lo que uno traslada arriba del camión, por eso Julio se refirió al trabajo del ‘vaquero’: ”Lleva más cuidado que otras cargas. El tema cuando llevamos animales gordos que van para frigorífico, que van para faena. Por lo menos mi forma de trabajar es no tocarla con la picana. Se trabaja con una banderita para que la carne no quede marcada. El ternero por ahí cuesta muchísimo subirlo, entonces tenés que darle con un toquecito de electricidad para que suba. Después, el animal grande no, el animal grande una vez que encaró con una bandera ya va corriendo. Para transportar vacas tenés que tener mucho cuidado. Es una carga alta. En mi caso ando con cuatro metros treinta de altura, en una jaula doble piso. En el próximo viaje, por ejemplo, voy con setenta y cinco novillitos y traigo treinta y cinco arriba y cuarenta abajo. Tenés que tener muchísimo cuidado por el tema de la altura y de que no se sangolotee tanto. Te tiene que gustar la vaca, yo fui vaquero toda mi vida, desde que me inicié. A la empresa le digo ‘si no hay viaje de vaca no hay problema, cuando haya viaje de vaca salgo’. Hay otros camioneros que sí, que se enganchan en otra cosa. Una batea, un semi, pero yo no, yo soy vaquero”, define y sigue: “Con respecto a la espera para descargar nosotros no tenemos problema. Nosotros vamos generalmente a los campos. Llegás, descargás y te vas a buscar otro viaje. Podés esperar hasta cinco horas, si por ejemplo vas a un frigorífico y hay muchos camiones delante tuyo. Tenés que descargar y esperar para que te laven el camión. No te pueden largar sucio. Esa es la espera. Y los fines de semana ahora se viaja muy poco. De lunes a viernes andamos siempre y los fines de semana estamos descansando gracias a Dios”, cuenta y recuerda el avance de su empresa: “Ahora somos muchos camiones. Agustín tiene sesenta y tres camiones ahora y yo estoy hace más de veinte años acá en El Rodeo. Antes hacíamos el trabajo con seis o siete camiones y hoy se hace con muchos más”.
En todas las condiciones
Los camiones siempre están trabajando. Con inundación, con seca, con pandemia. Nos cuenta algunas historias. “Hay que destacar la forma en la que trabajamos cuando hay inundación. En ese momento estábamos cargando con el agua en la cintura. En plena inundación nosotros siempre estábamos cargando. Es un laburo terrible estar trabajando así. Hay muchísimas anécdotas, pero la que más me marcó es una mala y es cuando nos echaron a mí y otro compañero con el tema del COVID. Fue en Dolores, Provincia de Buenos Aires, en una estación de servicio. Decían que nosotros éramos lo que llevábamos el COVID para todos lados. Nos echaron con la policía de ahí y eso fue una de las cosas que más me marcó. Me sentí despreciado, y eso que nosotros no nos juntábamos con nadie, estábamos ahí en el camión los dos, haciendo nuestras vidas, tratando de seguir, porque nosotros también estábamos sufriendo. Vaya paradoja que a mí me contagió mi señora. Las dos veces que me agarré me contagió mi señora Y yo en la ruta no me contagié nunca. Siempre nos cuidábamos, estábamos siempre solos, no teníamos contacto con nadie. Por ejemplo, en Santiago del Estero vos entrabas a la provincia, te fajaban la puerta, y vos no te podías bajar. San Luis también se había puesto muy estricto con ese tema. Ponían todo para que no pares. Vos te parabas, y enseguida venía la policía, y te corría. Circule, circule. Era derecho al campo y del campo salir de vuelta. La pasamos mal en esa época”, lamenta.
“La parte humana”
Sin embargo, Julio también tiene cosas para destacar: “A mí me queda una anécdota linda de San Luis. Fuimos cargados para San Luis, descargamos un jueves, y tuvimos que esperar hasta el lunes para cargar ahí en San Luis. Éramos como nueve o diez camiones. Entonces, hicimos tipo una carpa gitana, con los camiones hicimos todo un círculo y ahí nos pusimos en el medio. Todos los camioneros, éramos todos de El Rodeo, así que nos hicimos un buen asado, tratando de que pasaran los días. De esa juntada no me olvido más, porque la pasamos bien. Algunos sabían tocar la guitarra, así que era cantar, asado y un vinito de por medio. Más allá de que estábamos a novecientos kilómetros de nuestra familia tratábamos de sobrellevarlo. Nuestro oficio es así. Cuando te toca, te toca. Hay veces que no tenés cumpleaños, ni un feriado, organizas algo y capaz que no volviste. Lo bueno que tiene El Rodeo es la parte humana. Siempre le digo a mis compañeros, he sido un referente para ellos. Por ejemplo, cuando empiezan las clases, los padres para que acompañen a los chicos, le avisan a Julio Fiorotto con tiempo, y él los deja en la zona, con un viaje para que vaya y venga, para que esté con su familia. Esa parte se valora muchísimo acá en El Rodeo. No puedo viajar el fin de semana por equis motivo, con la verdad siempre, y te dan viste, te dan el día. No hay problema como en otras empresas. Hay otras empresas que no les importa, sos un número ahí y nada más. Eso les digo a mis compañeros que tienen que valorar muchísimo”, agradece.
Amar la propia patria y a la familia
Tantos viajes le han permitido descubrir también muchos paisajes de Argentina: “He conocido mi Argentina gracias a este oficio. Desde Neuquén para arriba todas las provincias. Y tiene muchísimos lugares lindos, que te llaman la atención. Cada provincia tiene su color de tierra, su paisaje, la naturaleza. En el medio de un campo por ahí te encontras que corre agua, una catarata, en el medio de la nada. Las lagunas del Iberá son lindas. Están los yacarés, los carpinchos ahí al lado. La Rioja, Catamarca, Salta, las montañas. Después recorrimos al norte con mi familia porque yo siempre conocía Salta, Tucumán y Jujuy solamente con el camión que era entrar y salir de cruce. Una vez agarré el auto y nos tomamos varios días y fuimos con la familia lugar por lugar y lo conocí de otra forma. Quiero conocer Tierra del Fuego, así que en cualquier momento voy a emprender el viaje. Hay muchísimos lugares lindos, lindos que te llaman la atención en el medio de la nada. La gente debería conocer esos lugares porque es linda la Argentina”, resume.
Y además de su país, Julio también está orgulloso de su familia: . A mi hijo, lo hice camionero también, ya que no quiso estudiar más. A sentarse atrás del volante y a darle. Hace cuatro años que anda en camión, también acá en El Rodeo con nosotros, así que va siguiendo mis pasos”, comenta y sigue con su gran pilar: La mujer tiene que acompañarte en todo. Siempre estamos en contacto. Antes había otra comunicación, no había mensajes, no había fotos, no había nada. Era una llamada cada tanto porque tenía que hablar en un teléfono público, cuando recién empecé. Me acuerdo que le llamaba al teléfono de una vecina que tenía teléfono de línea y yo le tenía que llamar ahí a la noche. A tal hora la llamaba y esperaba el llamado. Hoy cambió todo. Ella siempre esperándome con la comida a la madrugada, o preparándome el bolso para salir. Por eso te digo que tu mujer te tiene que acompañar en todo esto. Si no te acompañan, no vas a andar. Eso es seguro. Es la que te cuida tu espalda cuando vos no estás en tu casa y es la que te cría a tus hijos. Nosotros somos, aunque suene mal, un padre ausente. La mujer tiene que ser de fierro, te tiene que apoyar en lo que vos haces, porque no estás nunca. Y gracias a Dios tengo una mujer de fierro al lado mío. Cuando me vine a Gualeguay me vine con una mano atrás y otra adelante, y hoy estamos muy bien posicionados, y siempre se lo reconozco a mi señora que lo que tenemos lo tenemos por ella. Lo único que hice fue hacer plata, andar y trabajar, pero si no tuviera una mujer así no lo tendríamos. Además de su hijo camionero deja una mención para su hijas: “Tengo dos mujeres, una estudiando para ser docente como su madre, y la más chiquita está estudiando repostería en Gualeguaychú, así que esa es mi familia: mujer docente, hijo camionero y dos hijas estudiantes”, se enorgullece.