Luis Estapé y Osvaldo ‘Leña’ Ibarra
Luis Estapé y Osvaldo ‘Leña’ Ibarra: “Es como una segunda casa”
Luis Estapé y Osvaldo ‘Leña’ Ibarra son ordenanzas de la Escuela Secundaria de Adultos N°2 “Roberto N. Epele”. En esta nota nos cuentan cómo es trabajar en una escuela en la que se estudia de noche.
Aquellos que por distintas circunstancias de la vida deciden terminar el secundario a la noche, con el esfuerzo que eso implica, y llegan a la esquina de San Martín y Hereñú, tienen dos personas que siempre los van a saludar. Luis Estapé y Osvaldo ‘Leña’ Ibarra son una institución dentro de la institución. Empieza Luis: “Estoy en la escuela hace 34 años, llegué a los dos días después que empezó la escuela acá. El director era González Rebolledo y se estudiaba Comunicación y Alimentación”. Osvaldo un poco menos: “Hace 13 años que estoy, empecé con el director Borro”. Luis nos cuenta de los comienzos: “En esa época se entraba a las 18.30 y se salía a las 23.50, funcionaba en un solo aula y se dividían para los talleres. Para mí era medio complicado porque yo me levantaba a las 4 de la mañana para trabajar en el frigorífico en ese momento. Eso fue en el año 1989 y estuve cinco años casi trabajando en ambos lugares”.
Un día de trabajo
Osvaldo nos cuenta cómo es una jornada de trabajo: “Un día normal se llega a las 6 de la tarde, se empieza a ordenar; limpiar las aulas; y empezamos a repartir los indelebles; después se limpia la dirección, la preceptoría, se prenden las luces, y después se espera que lleguen los chicos”, enumera. Cuando llega el malón todo se vuelve más llevadero cuenta Luis: “Cuando hay chicos, uno se va adaptando a ellos y se pasa más rápido. Cuando no hay gente, no pasa nunca la hora”. La relación que tienen con la comunidad educativa es ejemplar. Así lo vive Osvaldo: “Es una hermandad porque uno está desde el primer año hasta el tercero. Conozco chicos del año 2010 que todavía nos cruzamos en la calle, y para ellos soy el ordenanza, y para mí son los chicos. Digo chicos, aunque sean mayores que yo”. Le preguntamos a Luis si ha cambiado la escuela con la incorporación de jóvenes: “Se ven más jóvenes, en el 89 había mucha gente grande, digo, de treinta y pico años para arriba, eran todos mayores, solamente dos chicos de dieciocho años, y el resto casi todos casados, o la mayoría. Esto es una segunda casa, al estar hace treinta y pico de años acá uno ve pasar generaciones enteras. Madre, padre, hijo, y gente que se ha recibido de profesor, de maestro y han llegado a directivo de escuela”. Sus voces se funden un poco: “Lo lindo es que nunca tuvimos problemas con nadie: ni con los profesores, ni con los maestros, ni con los directivos, jamás un problema”.
Otra realidad
Las características de una escuela nocturna son totalmente diferentes a las demás: “Al ser de noche, uno ve la realidad de la gente que labura y demás, se encuentra con muchas historias: chicos que vienen de trabajar, papás cansados, mamás que vienen con sus hijos, papás, abuelos que vienen a la escuela”, cuenta Luis. Y ellos lejos de sacarle el pecho, siempre colaborando: “Hemos visto bebés, y también han venido con nenes, que juegan un rato con nosotros, también pueden venir a cursar una mamá y un hijo a la escuela como compañeros de curso y que se reciben juntos”, cuenta Osvaldo y reafirma Luis: “En la primera colación se recibieron la madre y el hijo juntos. La escuela es como una familia grande. Por ahí, uno aconseja a los chicos, de que terminen la escuela, porque yo no la pude terminar”. Todo ese amor que ellos ponen tiene su recompensa. Muchas veces, los estudiantes los eligen para que les entreguen el diploma. Fundimos sus voces nuevamente: “Sí, muchas veces, entregamos varias veces ya, y es algo muy lindo”.
Pedagogía del cuidado
Teniendo en cuenta esas realidad, es imaginable que lleguen a la escuela estudiantes expulsados de otras instituciones. Así lo cuenta Luis: “Acá han venido chicos con problemas, hay de todo. Hubo una vez un grupo de chicos, que venían echados de todas las escuelas. Y yo me hice amigo de todos ellos, hasta el día de hoy, que nos saludamos por la calle y nos cargamos. Y estábamos con un profesor Carlitos Frías, conversando con ellos, porque él los conocía del bachillerato rural. Y les dijo: ‘¿Por qué no terminan la escuela y les dan una alegría a sus padres?’. Y parece que los gurises comprendieron. Y yo también los alentaba, porque tenían sus temas, pero lo lindo es que terminaron todos los chicos. Muchos de ellos hoy están con trabajo, y la verdad que es una alegría”. En esos casos, la colación suele ser un momento muy especial, así lo cuenta Osvaldo: “Sí, viene toda la familia, y ellos son como familia de nosotros también y de los profesores, y entre ellos, porque se encuentran, se juntan. Siempre nos cuentan lo que hacen, cuando salen los sábados, dónde salen; también, muchas veces nos vemos en la calle, en la cancha, o en el boxeo, y, como decía hoy, los chicos son chicos para mí, por más que tengan mi edad, o sean mayores”.
Muchas historias
La escuela funciona en el edificio de la Marcos Sastre, pero ha pasado por muchos espacios. Así lo enumera Osvaldo: “Empecé en el Complejo Educativo porque estaban refaccionando la escuela. Después, a los siete meses pasamos a la Castelli. Cuando empezaron a refaccionar la Castelli y esta, pasamos a la Chiclana. Después siguieron refaccionando la escuela y yo volví un tiempo a la Chiclana, y Luis siempre quedaba acá porque es de la casa”. Luis no quiere dejar de mencionar compañeros que han pasado: “Gabi González, que en este momento está con problemas de salud, es otra compañera que está hace 32 años. Somos los dos más viejos de la escuela. Somos amigos, como hermanos, y encima nos conocíamos de chicos. Y muchos profesores y directivos, con los cuales nos conocíamos de chicos también, como Laura Zanini. Siempre con respeto hacia ellos, por supuesto. La profesora Esqiuvel estuvo como quince años también, una excelente persona. Y lo que hemos aprendido uno del otro, más que nada, es el respeto hacia la gente. Y los chicos también”. Sin lugar a dudas, el peor momento que le ha tocado pasar a la escuela es la pandemia, y no fue una excepción. Osvaldo no pudo concurrir a la escuela, y Luis vivió un dolor demasiado grande: “A mí me tocó la muerte de un hermano, y la pasé muy mal, pero gracias a Dios salimos adelante, y es algo que pasó en todo el país y en todo el mundo”.
Una referencia
Uno de los momentos alegres que tiene el ciclo lectivo es la Fiesta de la Primavera. En esa semana del 21 de septiembre, las escuelas organizan bailes, juegos, y cambios de actividades que permiten disfrutar desde otro lugar. En la ESA N°2 también queda un espacio para la diversión, y así lo cuentan: “Cuando se hace la fiesta de la primavera, y los gurises se divierten, bailan todos. Hay veces que hay gente que vos no lo pensás y le gusta la joda”. Y al verlos tan humanos en el medio de esa fiesta, muchas veces las y los estudiantes los toman como referencia, ya que son sus compañeros durante toda la carrera. Pueden cambiar docentes y directivos, pero ellos dos siempre están, y eso les genera una cercanía mucho mayor: “Se animan más con nosotros, a veces, que con los profesores, así que les prestamos la oreja para conversar un rato. Siempre en forma respetuosa por supuesto, porque ellos son muy respetuosos para todo, para pedir las cosas, para todo. Al ser gente grande son muy respetuosa, y más compañeros. Cuando llegan temprano por ahí se acercan un rato a charlar. O a veces se quedan un rato más después de salir a hablar con nosotros. Nos cuentan los problemas de su casa, de la calle, lo que sea”.