Violencia en la infancia
El maltrato hacia los niños no es un problema nuevo, a lo largo de la historia de la humanidad se puede encontrar que el abuso, el maltrato y la negligencia hacia los menores ha sido una constante y es un problema que se incrementa en forma alarmante.
Es necesario difundir el conocimiento sobre este problema en todos los ámbitos, con la finalidad de prevenirlo, identificarlo e iniciar su abordaje terapéutico temprano, evitando de esta forma las consecuencias y los efectos tan intensos que tiene sobre el ser humano. Las justificaciones del maltrato infantil han sido diversas en diferentes momentos históricos que van desde el sacrificio de los menores para agradar a los dioses o mejorar la especie, hasta una de las mayores tentaciones que es imponer normas disciplinarias muy severas que incluyen maltrato físico, psicológico y negligencia como normas de educación. Se considera que un niño, es maltratado cuando su salud física o mental o su seguridad están en peligro, ya sea por acciones u omisiones llevadas a cabo por la madre, el padre, u otras personas responsables de sus cuidados, produciéndose el maltrato por acción, omisión o negligencia.
Debemos decir que es un grave problema social, con raíces culturales y psicológicas, que pueden producirse en familias de cualquier nivel económico y educativo. En estudios realizados se describen algunas características del agresor: autoestima baja, individuos deprimidos o con tendencia a la depresión, neuróticos, ansiosos, alcohólicos, drogadictos, impulsivos, hostiles, con poca tolerancia a la frustración, con una percepción inadecuada respecto al niño y con antecedentes de maltrato en su niñez. La estructura de la personalidad y psicopatología de mujeres que muestran un comportamiento agresivo y violento, es uno de los factores más relevantes que se señalan en los problemas de maltrato. Se han reportado problemas de depresión, estilos de percepción de las madres, apercepción y expectativas irreales sobre los hijos, conducta criminal y madres con falla en el control de impulsos y afectos. En cuanto a la depresión, se consideran que ésta afecta la forma de percibir la realidad en las madres maltratadoras, pueden estar continuamente tristes, de mal humor sin causa aparente, pasivas e infelices; con inmadurez emocional, y con dudas sobre decisiones de la vida cotidiana. Pero también cuando el trastorno se refiere a una depresión mayor, suelen tornarse negligentes y presentar fallas en el progreso del cuidado de los hijos a tal punto de no tener conocimiento de si su hijo está bien o no, de si tiene cubiertas las necesidades básicas del sustento. La etiqueta de "madres maltratadoras" desde luego las coloca en un lugar donde ellas mismas no pueden descentrarse, cierran toda posibilidad de asumir una cierto insigth (darse cuenta), y con ello cierta responsabilidad en la escena de violencia. Muchos niños son maltratados dentro del hogar. Para muchos hoy, el peligro es interno: ahora, en la pandemia, han permanecido encerrados viviendo abuso psicológico, físico o sexual. Un estudio de UNICEF en Argentina demuestra que el 70% de los hogares utiliza métodos de disciplina hacia los niños que incluyen violencia física o verbal. Si bien la mayoría de los adultos no están de acuerdo con ejercer malos tratos, lo hacen. Hay generaciones que se educaron, y ahora educan, con modelos de crianza basados en la violencia. Gritos, zamarreos, amenazas, descalificación, castigos físicos, aislamientos. Son conductas naturalizadas y justificadas, en general por padres o cuidadores que explican que "De vez en cuando un chirlo no le hace nada".
¿Por qué el lugar más peligroso para niños, niñas y adolescentes es la propia casa? Dos de cada tres agresiones sexuales contra ellos son perpetradas por personas del ámbito familiar, de mayor a menor en el porcentaje: padre, padrastro, tío, abuelo.
En la observación clínica, en muchas familias en las que ocurre un abuso sexual intrafamiliar madres y padres no habilitan a que sus hijos e hijas adolescentes exploren el mundo que está afuera de la propia casa. La noción de propiedad de los hijos suele ser uno de los elementos más visibles: la prohibición de salir o tener intimidad con amigas y amigos, de interesarse por otros u otras, de tener novio/a.
Esta idea de que el niño o niña son una propiedad de sus padres y por extensión de los adultos cercanos a ellos, está naturalizada a partir de años y años de una cultura patriarcal en que no eran considerados sujetos
La apropiación por parte de los adultos criadores es la imposibilidad de reconocerlos como sujetos independientes que tienen sus propias necesidades y anhelos, que incide en que habitualmente esos niños, niñas y adolescentes no reconozcan si tienen gustos propios y preferencias. Los niños y niñas desamparados dejan de ser una propiedad para que un juez decida todo por ellos, y pasan a ser sujetos de derechos y el Estado debe velar para que esos derechos se respeten. Tenemos un Estado que abandona a los niños, adolescentes y jóvenes vulnerándolos y excluyéndolos, y luego los estigmatiza y criminaliza tratando de naturalizar la violencia institucional que ejerce sobre ellos. ¿Y de qué jueces se trata en su mayoría? También una Justicia patriarcal para la cual los niños son objetos de adultos, y es a estos adultos a quienes considera que debe proteger.
La Ley 26.150 por la que se crea el Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI), es promulgada en 2006 y con ella se busca garantizar el derecho a recibir ESI en todos los niveles, desde jardín a secundaria, y en todas las escuelas, públicas y privadas incluidas las religiosas. El Programa tiene en cuenta un concepto amplio de sexualidad que considera "aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos". Este trabajo en las escuelas resulta muy importante porque transmite la noción de intimidad con el propio cuerpo, la importancia de que los niños pequeños no se dejen tocar las partes íntimas salvo por cuestiones de higiene, el respeto por la diversidad, el cuidado del cuerpo, la equidad de género a través de la identificación de los prejuicios vigentes, etc.
Todas las crisis abren infinitas posibilidades de cambio. Necesitamos promover mayor concientización sobre los malos tratos a los que los niños están expuestos y fomentar modos de crianza saludables. El maltrato infantil es una emergencia social. En este contexto que nos atraviesa a todos, debemos repensar qué podemos aportar cada uno desde su lugar, ahora y para el futuro que sigue.
En una situación de violencia, el niño siempre es la víctima del abuso de poder que ejerce el adulto. Una buena infancia dura para toda la vida, fomentarla previene toda una arista de problemáticas posteriores.