Razón Crítica
El debate ciudadano
En el juego político, el debate ciudadano para con los funcionarios y, fundamentalmente, entre sí, es indispensable para el correcto funcionamiento del régimen republicano.
Muchas veces solemos oír expresiones tales como “yo de política no hablo” o “en la mesa es mejor no hablar de política”. Claramente, los enunciados de esta índole llevan consigo un preconcepto negativo de la praxis política como herramienta para trasformar y mejorar la realidad de las personas. De todas maneras, si bien tales dichos abundan en nuestro cotidiano (inclusive de parte de administradores del Estado encargados de llevar una parte de la política nacional) es preciso que la ciudadanía comprenda que nada tienen que ver con el correcto andar de la república y la democracia. Que quede claro: es clave hablar de política.
En la actualidad existen miles de maneras de involucrarse o participar políticamente, no necesariamente tienen que ser el voto o la militancia las únicas posibles. De hecho, no lo son. El debate ciudadano representa una forma de participación política fundamental si consideramos que se lleva adelante en las esferas públicas de opinión. Es en estos lugares, precisamente, donde el juego político y los juegos democráticos construyen sus bases desde la antigua Grecia.
Los medios de comunicación, el Congreso, los clubes, las instituciones militantes, las escuelas, las universidades, las plazas, los propios hogares particulares, entre otros, son espacios propicios para el debate ciudadano. Es mas, son lugares saludables para los mismos.
Muchas veces ha ocurrido a lo largo de nuestra historia que diversos gobiernos de turno han pretendido obstruirse estás formas de participación política. Estás acciones no sólo se han pretendido implementar a partir de gobernaciones cívico-militares, en regímenes republicanos bajo el voto ciudadano se intentan llevar adelante prácticas poco coherentes con el ejercicio democrático de debatir. Por ejemplo, pretender anular por DNU las facultades del Congreso, caracterizado por el diálogo y el intercambio de opiniones para la sanción de leyes, y adjuntarlas todas en la figura del Poder Ejecutivo. Grave error de cualquier gestión que se etiquete como democrática.
En fin, el debate ciudadano es propicio para todo gobierno republicano, aún más sobre los cimientos de la democracia. Cualquier intento de obturar dicha práctica no debería ser permitida por la ciudadanía comprometida cívicamente.