Psicología
La soledad
Las personas, como seres sociales, necesitan convivir en compañía de los otros. No obstante, es frecuente encontrar a personas que presentan un gran sentimiento de aislamiento. El sentimiento de soledad es una experiencia desagradable derivada, en la mayoría de los casos, de una escasa red de apoyo social, o de relaciones superficiales e insatisfactorias. Se trata de un sentimiento bastante frecuente en la sociedad actual y el mundo occidental.
Los cambios producidos en las dinámicas interpersonales, la generalización de las redes sociales, la emergencia de las conocidas “relaciones líquidas” o superficiales, el incremento de familias monoparentales o las nuevas demandas sociales y laborales, que conllevan un mayor aislamiento, justifican el incremento producido en las tasas de soledad de la actualidad. Hasta hace pocos años, el sentimiento de soledad siempre se había vinculado con patologías como la depresión, considerándolo una consecuencia de la misma. Sin embargo, hoy en día la actualidad científica ha comenzado a conferir a dicho sentimiento de soledad una mayor relevancia, llegando a ser percibido como un entramado psicológico o patología por sí mismo. Algunos estudiosos afirman que la soledad es una problemática que tradicionalmente ha carecido de una atención seria debido a que no ha sido considerada una posible raíz de otras dolencias, o no se ha percibido como una problemática independiente. Según este autor, parte de esta situación se debe a que las personas que experimentan este sentimiento de soledad no suelen reconocerlo, en su mayoría, debido a la vergüenza y la dificultad para superar la sensación de aislamiento.
Young concibe la soledad como «una ausencia real o percibida de vínculos satisfactorios acompañada, a menudo, de síntomas de estrés».
En este sentimiento observamos 4 factores: -Agotamiento: descenso de la energía y el rendimiento vinculados, en esta ocasión, a la falta de sentido vital. -Aislamiento: experiencia de segregación social. -Inquietud: relacionada con la frustración, el displacer y la tensión asociada a la soledad. -Abatimiento: sensación de desaliento más ligada a la depresión. Todas las personas se encuentran expuestas a continuos cambios capaces de generar un gran impacto en sus vidas. Cambios como el fallecimiento de alguien querido, el alejamiento de personas allegadas debido a cuestiones profesionales, una rotura de pareja, etc., pueden generar el sentimiento de una ausencia constante que suele estar acompañada de la sensación de “no tener a nadie” o no disponer del apoyo emocional para poder enfrentarse a las distintas dificultades del día a día, en definitiva, pueden generar este sentimiento. Un aspecto fundamental para comprenderlo el origen del sentimiento de soledad es la combinación de un estado real y de la percepción del individuo sobre éste. Es frecuente encontrar a personas que lo experimentan a pesar de disponer de una amplia red de apoyo social. Esta situación se produce en aquellos casos en los que se carece de vínculos seguros y cercanos, pudiendo estar acompañado de un intenso sentimiento de abandono, desarraigo o vacío interno. En la necesidad humana de pertenencia y aceptación social subyace al deseo de generar y mantener una determinada cifra de relaciones interpersonales significativas. Por este motivo, en muchas ocasiones las decisiones que tomamos, y las acciones que llevamos a cabo, son producto de un intento, a veces inconsciente, por evitar el aislamiento o la disolución de un grupo emocionalmente relevante, debido al miedo a estar solo.
Además de los factores citados, debemos tener en cuenta otros elementos propios de las vivencias de cada uno, cobrando especial importancia los vínculos establecidos con las principales figuras de apego: padres, amigos, familiares… La disponibilidad y la sensibilidad de tales personas, y los patrones de apego o vinculación emocional generados a partir de estas primeras relaciones interpersonales, influirán en las expectativas de las relaciones futuras, en cómo nos relacionaremos con los demás, así como en la vivencia de experiencias de exclusión social, rechazo, abandono… Todas estas experiencias relacionales vividas contribuirán al desarrollo de un “conocimiento relacional implícito” que influirá en las expectativas elaboradas por la persona sobre las posibles respuestas de aquellos con los que inicia algún tipo de relación y, en consecuencia, en la dinámica interpersonal generada. Así, la elaboración de expectativas negativas podría frenar y/o interferir en la creación de vínculos seguros que reduzcan el sentimiento de soledad. En definitiva, ésta es una problemática cada vez más presente en la sociedad actual cuyo desarrollo depende tanto de factores socioculturales como de las vivencias y experiencias vinculares de la persona.
El miedo a la soledad ha sido considerado como uno de los mayores temores que puede experimentar una persona. Esta situación puede conducir, en ocasiones, al establecimiento y/o mantenimiento de relaciones interpersonales dañinas que tratan de evitar el aislamiento y la soledad. Como consecuencia, pueden surgir las conocidas relaciones de “dependencia emocional o afectiva” donde un individuo es capaz de experimentar y soportar situaciones de abuso o maltrato debido a la necesidad de sentirse acompañado. Estas relaciones están marcadas por un notable desequilibrio entre los integrantes que genera graves repercusiones sobre la persona que se encuentra en la situación más desventajada. Además, suelen desarrollarse distintas dinámicas de ruptura y conciliación que genera un ciclo que puede explicar el mantenimiento de la relación.
A pesar de que la soledad es un sentimiento universal que todas las personas somos capaces de reconocer, no siempre resulta fácil de describir. El cine, por ejemplo, lo ha intentado: Ciudadano Kane, Fresas Salvajes, Amelie…la película “Her” (Spike Jonze, 2013) esta última extraordinaria. Her, es una obra ambientada en un futuro próximo, que describe la historia del protagonista, Theodore, personaje que interpreta Joaquín Fénix, un hombre solitario, atormentado y melancólico, que acaba de separarse y se enfrenta a una soledad natural y universal, característica de cualquier proceso de pérdida y duelo. Pero a medida que avanza la narración, vamos descubriendo que esta emoción puede convertirse en algo patológico. Y es que el protagonista, cuyo trabajo paradójicamente consiste en escribir cartas con fuerte carga emocional para otras personas (cartas de amor en fechas señaladas, aniversarios etc.), se ve incapaz de enfrentarse a una soledad que cada vez le resulta más insoportable. Podemos verle en la cama, llorando, en un diálogo interior, “Estoy solo… a veces siento que ya he sentido todo lo que voy a sentir jamás… y de aquí en adelante nunca voy a sentir nada nuevo, solo versiones más pequeñas de lo que ya he sentido” Si nos situamos en el avanzado mundo tecnológico que nos propone la película y adivinamos que estamos en una sociedad que potencia el aislamiento, –algunas de las primeras imágenes, cuando Theodore sale de la oficina y vuelve a casa, nos muestran espacios donde la gente se encuentra abstraída en sus dispositivos móviles. En una de ellas, el protagonista avanza pensativo entre una multitud en la que cada persona se muestra ensimismada y ajena a los demás–, es fácil entender que Theodore intente llenar el vacío de su soledad, entablando conversación con una inteligencia artificial –un avanzado sistema operativo con una sensual voz de mujer y llamada Samantha– y con el que inicia una inquietante relación. “Her” (Ella) le proporciona compañía, le escucha, le comprende y le conoce, le ofrece momentos divertidos, risas e incluso sexo virtual. Notamos a lo largo de la película como cambia su expresión, como sonríe continuamente, como nos va mostrando lo que terminará por sentir: amor.
Pero la película va más allá de un romance virtual, habla de cómo esta emoción llevada al extremo nos conduce a la patología, nos habla de cómo alguien que no está, que no nos toca, puede darnos la capacidad de sentir. La película muestra un futuro distópico pero cercano, donde la tecnología parece no tener límites, y el ser humano depende cada vez más de ella. Una tecnología que reemplaza las relaciones humanas reales, tangibles, y muestra también una estrategia que se impone: enfrentar los problemas –como el de la soledad– por el camino más rápido, sin esfuerzo y obteniendo la solución de inmediato.