Psicología
Saber escuchar
“Escucha activa: Aquella que representa un esfuerzo físico y mental para obtener con atención la totalidad del mensaje, interpretando el significado correcto del mismo, a través del comunicado verbal, el tono de la voz y el lenguaje corporal, indicando a quien nos habla, mediante la retroalimentación, lo que creemos que hemos comprendido.”
Saber escuchar es un proceso fundamental para una comunicación eficaz. No somos conscientes de la importancia que tiene y de lo mucho que nos beneficiaría potenciar esta habilidad. Sin embargo, nuestra necesidad de ser escuchados pasa por encima de esto y nos volvemos egoístas sin ser conscientes de ello, mientras que cuando escuchamos nuestra atención va dirigida hacia algún sonido o mensaje específico, es decir, existe una intencionalidad, encontrándose todos nuestros sentidos enfocados a lo que estamos recibiendo. Es mucho más fácil oír que escuchar, ya que esto último requiere de una disposición a prestar atención y a esforzarse por comprender lo que el otro te está diciendo. La escucha activa es una técnica que ayuda a establecer un diálogo eficiente, en el que el oyente puede interpretar y asimilar verdaderamente todo el contenido expresado por el hablante. La base teórica de esta técnica fue desarrollada por Carl Rogers y consiste en el enfoque centrado en la persona. Durante los procesos de comunicación, es común no absorber la información expresada por el interlocutor, unas veces por el exceso de contenido presentado, otras por la falta de concentración o dificultad para analizar e interpretar lo que realmente se dice. La escucha activa intenta romper este ciclo de pocas interpretaciones mediante el desarrollo de habilidades de comunicación que garanticen un diálogo lineal y eficiente, pasando de escuchar a oír en muchas ocasiones, mientras elaboramos qué vamos a decir cuando el otro acabe, en vez de intentar prestar atención a lo que nos dicen, quedando el diálogo bloqueado por incontinencias verbales. Pues, si todos queremos hablar a la vez y no se escuchan las razones de los otros, no habrá diálogo como tal sino monólogos que se yuxtaponen. Saber escuchar es una actitud difícil, ya que exige dominio de uno mismo e implica atención, comprensión y esfuerzo por captar el mensaje del otro. J. Krishnamurti afirmaba “Escuchar es un acto de silencio”. Mientras no callemos nuestro diálogo interno y prestemos atención a nuestro interlocutor, no aprenderemos a escuchar. Solo una actitud de escucha atenta hace fecunda la palabra que podemos dar a nuestro interlocutor. Es difícil poder decir al otro algo que resulte válido si no abrimos de par en par nuestros oídos para escucharlo. Veamos algunos ítems que pueden servirnos: Prestar atención: si no atendemos al mensaje del otro será imposible que escuchemos. Por tanto, si tenemos problemas para atender, intentemos enfocarnos en lo que nos dicen e ignoremos todos aquellos distractores (tanto internos como externos). Debemos seguir la línea argumental de nuestro interlocutor y prestar atención a su lenguaje corporal, así identificaremos el contexto con mayor facilidad y podremos comprender la totalidad del mensaje. Mostrar interés: De no ser así, el otro percibirá que no está siendo atendido y provocaremos una respuesta negativa de su parte. Realizar comentarios cortos y gestos de asentimiento que demuestren que estamos escuchando. Adoptar una posición corporal de escucha, lo que implica mantener el contacto visual, disminuir la distancia, orientar la postura hacia el otro, evitar cursarse de brazos, etc. Aplazar el propio juicio: Cuando el interlocutor nos está expresando sus ideas debemos ser capaces de callar nuestro diálogo interno, evitar sacar conclusiones, anular los prejuicios preconcebidos en torno al tema, y dejar a un lado las emociones. Dar y recibir retroalimentación: Se trata de un aspecto importantísimo de la comunicación efectiva. Para ponerlo en práctica podemos solicitar que aclaren ideas que no nos quedaron claras y reformular, con nuestras propias palabras, el mensaje que hemos captado. La empatía ayuda a la escucha activa: Por tanto, para que la comunicación efectiva se produzca debemos ser capaces de ponernos en el lugar del otro y comprenderlo desde su posición.
Cuando pensamos en aplicar estos conceptos internamente en una empresa o en una organización de equipo, debemos considerar en sus ventajas y cómo pueden impactar positivamente en la rutina de trabajo del grupo. El primer beneficio importante es crear una relación interpersonal más completa, para comunicarnos de manera clara y efectiva con cualquier persona, absorbiendo información y contenido relevante que ayudarán en la relación con el equipo, empleados y los clientes.
Para desarrollar un interés genuino en lo que el otro dice, se debe ejercitar en la empatía. En este sentido, la escucha activa ayuda a desarrollar el pensamiento empático y la capacidad de ponerse en el lugar de los demás, gracias a una comunicación mucho más efectiva.
Con una mayor empatía y una comunicación mucho más clara, es posible reducir los conflictos que a menudo están presentes en nuestra vida cotidiana, con menor posibilidad de generar malentendidos. El trabajo en equipo tiende a fomentarse incluso durante el proceso de escucha activa. Esto se debe a que ahora es posible mejorar las relaciones con los colegas, lo que le permite realmente hacer un trabajo de calidad juntos sin estrés ni desacuerdos. No rechazar las emociones que el otro manifiesta. Las emociones son reacciones automáticas que frecuentemente se dan en determinadas circunstancias; pero que no son obligatorias y no las controlamos. Por eso, decir a una persona que no debería sentir lo que siente implica un reproche sobre una conducta sobre la que la persona no tiene control. Hay que tener en cuenta que no está en su mano modificar ese sentimiento.
No juzgar. Recuerda el dicho bíblico: no juzgues y no serás juzgado. No solucionar el problema. Quien te lo está planteando quiere compartirlo contigo, pero él (ella) es la responsable de solucionarlo. Tú solamente puedes escuchar y dar tu opinión. No interrumpir. Espera a que la otra persona te dé paso, aunque no estés de acuerdo con lo que dice.
No cuentes tu propia historia. Recuerda que nadie escarmienta en cabeza ajena. Además, si te está contando algo es para que entiendas su problema y, si cuentas tu historia estaréis centrándoos en la tuya. No des un consejo que no te hayan pedido.
No escuchemos con prejuicios, sino con apertura. Escuchar no es oír. No es ir con ideas fijas. No es hacer juicios de valor. No es solo trasladar ideas y frases. Es adaptar el mensaje a las personas. Hablar también desde el corazón.
“Eleva tus palabras, no la voz. Es la lluvia la que hace crecer las flores, no los truenos”.