Razón crítica
El hambre no debería justificar la delincuencia
Max Weber define el Estado como “una organización política de carácter institucional y continuado” en la que “su aparato administrativo reclama con éxito el monopolio de la fuerza legítima para la realización del ordenamiento vigente”.
El pensador alemán nos remite a uno de los conceptos más básicos y fundamentales a la hora de comprender a esta asociación política. En este sentido observamos que el monopolio de la fuerza, siempre en el marco de la ley y las estructuras constitucionales, es una faceta inherente y fundacional del Estado como tal.
¿Qué ocurre cuando un régimen estatal no se reserva este monopolio legítimo? Sucede lo que hemos estado observando durante estos días con los saqueos en distintos puntos del país: la violencia ilegítima y social se dispersa por las calles de una sociedad civil desprotegida.
A priori, no importan las razones de estos lamentables sucesos. En el peor de los casos y de las más canallas justificaciones, el hambre nunca debería justificar la delincuencia. Que quede claro: si hay hambre es porque el Estado falló y si, a su vez, está insatisfacción de esta necesidad básica lleva a la delinquir, el Estado falló doble.
La asociación política mencionada en el párrafo anterior tiene que preservar su monopolio legítimo de la fuerza dentro de los marcos constitucionales, así mantiene la responsabilidad de resguardar a los ciudadanos de cualquier contingencia delictiva que pudiese experimentar. Los saqueos ingresan en esta última categoría . Y no son culpa del hambre, dado que mucha gente de bien sufre esta tragedia a causas de funcionarios ineficientes y no todos incurren en estas prácticas delictivas. Es mas, la mayoría de ellas intenta subsistir dentro de un sistema que cada vez las desampara en proporciones mayores sin la necesidad de adentrarse en la delincuencia. Por el contrario, siempre con el trabajo como directriz. Justamente, el mencionado desamparo también radica en el hecho de sufrir episodios delictivos. Muchos de los saqueos de los últimos días se dieron en negocios de barrio, donde muchos laburantes intentan asegurar un plato de comida de manera digna. Allí debe estar presente el Estado y el uso legítimo del monopolio de la fuerza, para resguardarlos. Pero cuando esta asociación política se desentiende de sus responsabilidades, los desampara y los dejaba su suerte. Pareciera ser que los administradores estatales no toman dimensión de lo que implica el miedo y la inseguridad de poder perderlo todo para un almacenero o carnicero de barrio a manos de delincuentes. Porque los saqueadores son eso : delincuentes. Es lamentable que se tenga que aclarar esta cuestión.
El hambre no debería justificar la delincuencia. En realidad, nada debería justificar que los ciudadanos se ataquen entre sí. Hablan de Estado presente pero en estos contextos está más ausente que nunca. En primer lugar debería asegurar que nunca persona sufra los avatares de los incumplimientos de las necesidades como salud, alimentación, vivienda y educación. Segundo, no debería permitir que la hechos de inseguridad sobresalgan en el cotidiano de los trabajadores.
En fin, al no hacerse cargo del monopolio legítimo de la fuerza, el Estado delega esta facultad a los privados, lo cual es sumamente peligroso y riesgoso para la convivencia pacífica dentro de un ordenamiento civil.
Julián Lazo Stegeman